El desempleo es más que una cifra... es un problema que desencadena en otras crisis que, incluso, podrían poner en riesgo la salud y el bienestar familiar de quienes viven el día a día estirando el peso.

Así se resumen las historias de los rostros de los desempleados en Puerto Rico, que son muchos y están desesperados.

Cuando en el 2009 comenzaron los rumores de que se aprobaría la Ley 7 de Emergencia Fiscal, Rosa I. González Ayala trató de mantener la calma. Caer en la temible lista sería devastador para su familia –incluidos sus dos hijos adolescentes-, pues hacía pocos meses que su esposo, quien laboraba para la empresa privada, había sido cesanteado.

“Tenía fe de que la enmendaran y no quedarme afuera. Pero, recibí el golpe y ha sido una agonía, una aflicción fuerte durante estos años”, dijo Rosa, quien fue despedida del Departamento de Educación.

El cantazo sigue siendo duro, como expresa Rosa, pues a tres años de haber recibido la nefasta notificación no ha podido encontrar trabajo, aún cuando toca puertas casi a diario.

De hecho, poco antes de hablar con Primera Hora acababa de llegar de una entrevista de empleo en una universidad del área metro. En lo que va de año, era la quinta entrevista a la que asistía Rosa, quien tiene un bachillerato en ciencia secretarial con procesamiento de data y es bilingüe.

Se le notaba bien optimista, pero la realidad es que han sido muchos los momentos de tensión y frustración: el ingreso familiar antes de la debacle financiera era de $37,000 y se desinfló en un abrir y cerrar de ojos a menos de $15,000.

“Ha sido bien impactante. Esto nos cambió la vida por completo, se nos afectó el crédito y estuvimos a punto de perder nuestra casa… Y no te lo niego, he tenido días en los que me ataca la depresión porque no es fácil. Tuvimos que alterar por completo nuestro estilo de vida”, afirmó Rosa, quien logró salvar su hogar gracias a la ayuda de amigos, familiares, y al poco salario que devengaba de un trabajo a tiempo parcial que tuvo por unos meses.

¿Cómo haces ahora?

Sinceramente, no sé cómo lo hemos logrado. El dinero que vemos lo usamos para pagar, pero hay veces que digo: ¿y cómo haremos para comer?

Juventud en el agobio

La historia de Orlando Santiago, también es estresante. En especial considerando que se quedó sin empleo justo en el momento en que había decidido independizarse.

Orlando llevaba dos años trabajando para la empresa Positronic Industry, en Ponce, cuando lo llamaron una mañana y le notificaron que él –junto con otros cinco empleados– serían cesanteados por un recorte de personal ante la crisis económica que atraviesa el país.

“No me lo esperaba y fue fuerte, porque cuando uno cuenta con el dinero para pagar unas cosas como el carro, el teléfono, la luz, la comida, los préstamos… la situación es triste”, señaló.

“Lo peor es que los desempleados que, por ejemplo, pagamos casa o carro, no tenemos derecho a coger cupones para comprar alimentos. Según el sistema (gubernamental), los $310 que nos dan de desempleo es suficiente para vivir, pero no es así”, expresó el joven, natural de Naranjito, quien tras dos meses de agonía logró conseguir un trabajo en General Electric en Vega Alta. “Por eso estoy aquí, vine a darme de baja del desempleo… gracias a Dios, y después de tanto buscar y buscar, conseguí trabajo”, dijo el muchacho, mientras esperaba su turno en una oficina de desempleo.

Otra joven, de 22 años y que no quiso identificarse, llegó a pedir seguro de desempleo parcial. Contó a Primera Hora que trabaja hace casi dos años en una oficina médica, en la que le bajaron las horas.