Estamos en plena temporada de huracanes y como pueblo caribeño conocemos muy de cerca estos fenómenos naturales.

Sabemos que ante algo tan devastador tenemos que prepararnos y es específicamente en esa área que nuestro pueblo ha progresado sorprendentemente. Gracias a la excelente labor de miles de hermanos boricuas en nuestra policía, bomberos, defensa civil, energía eléctrica, municipios, los medios, voluntarios entre muchos otros, nuestro pueblo se ha educado sobre este tema y, en el momento necesario, pone en práctica lo aprendido. La inmensa mayoría, cuando sabemos que de seguro el ciclón ya viene nos abastecemos, seguimos instrucciones, nos mantenemos informados, nos encuevamos; luego curioseamos, nos ayudamos, nos recuperamos y nos levantamos. Juntos como pueblo hemos logrado con éxito dos objetivos primordiales: disminuir hasta casi desaparecer las muertes (hace un siglo San Ciriaco mató a más de 3,300 boricuas; cifra hoy impensable) y la rápida recuperación de los servicios vitales. Ahora, a los puertorriqueños nos han enseñado que la palabra huracán proviene del nombre con el que los taínos llamaban al dios del mal, Juracán, quien vivía en El Yunque. Sin embargo, la mitología (estudio de los mitos) taína cuenta otra historia. Juracán no era un dios, era una diosa. “¿Cómo?, te preguntarás. pero sigue leyendo pa’ que te enteres.

Hoy sabemos que a través de su religión los indígenas le tenían explicación a todo: de cómo se formó la Tierra, los mares, los ríos, el hombre, la mujer, los animales, las frutas, etc., Ahora, ¿ómo se explicaban nuestros taínos ese fenómeno atmosférico? Ésta es su versión. Juracán es la Señora de los Vientos, una deidad femenina que también era conocida en la región del Caribe como Guabancex. Esta diosa malvada reinaba y dominaba en la tormenta destruyendo todo a su paso con el eterno apoyo de sus dos ayudantes masculinos: Guataubá y Coatrisquie.

Tanto Guabancex como sus dos aliados vivían en el país de Aumatex, “Caci-que de los Vientos”. Ella atacaba y destruía sin piedad cuando los habitantes no cumplían con la devoción requerida a sus imágenes y cuando no rendían la ofrenda o tributo pertinentes.

Si los habitantes de Borikén, Quisqueya, Cuba o Jamaica no cumplían con lo establecido, Guabancex (Juracán) salía con furia desde el país de Aumatex y enviaba al frente a su primer ayudante Guatuabá, quien controlaba el fuego. Su misión era anunciar la llegada de Juracán con relámpagos, truenos y centellas para que fuera creando temor. Luego entraba en acción su segundo ayudante, Coatrisquie, quien controlaba el agua y vertía copiosos torrentes de lluvia creando grandes inundaciones. Mientras Guabancex ordenaba al resto de los espíritus de los cemíes de las aldeas a colaborar con ella en su castigo; continuaba soplando sin piedad y con fuerza todos los vientos, asegurando así una destrucción total.

Siempre había oído hablar de Juracán, pero nunca la había visto, hasta que en nuestra búsqueda encontramos en el libro Mitología Aborigen de Cuba: Deidades y Personajes, la publicación de un dibujo realizado por los taínos que representa a Guabancex. Analiza con detenimiento la ilustración, fíjate que los taínos visualizaban al huracán con dos brazos extendidos en forma de aspas y con el ojo del huracán en el centro, en la misma forma en que lo visualizamos en las imágenes modernas. Si la pregunta es “mitología antigua”; la contestación es Puerto Rico.