Desde que amaneció, Marcos Carrasquillo Pizarro se dedicó a llenar una carretilla verde con la arena que el mar depositó frente a su marquesina y los alrededores de la casa para regresarla a la que se supone sea la orilla. 

Hizo múltiples viajes hasta que formó varias montañitas de arena a poco más de 100 pies de su hogar. 

Las marejadas provocadas antenoche por el paso cercano de la tormenta tropical Karen por el oriente de Puerto Rico, hicieron que el agua salada llegara a varias calles de las parcelas Suárez en Loíza.

Ninguna vivienda se inundó, pero fue más evidente el problema de la erosión costera que sufre esa comunidad loiceña y áreas cercanas. 

Para Carrasquillo Pizarro, quien hacía la faena descalzo, es común que su patio se llene de arena, y recordó que la semana pasada ocurrió igual, con las marejadas provocadas por el huracán Humberto al norte de la Isla. 

“Aquí tirando la tierra pa’ fuera. Se mete hasta allá (señala la entrada de su hogar). El viento y el mar la mete hasta adentro”, afirmó el hombre en su entrecortado hablar.

Carrasquillo Pizarro lo más que rememora es todo lo que atravesó el 20 de septiembre de 2017, cuando la Isla fue azotada por el huracán María.

Describió el mar enfurecido amenazando con meterse a su hogar y la ayuda que le daba su hijo aguantando las ventanas. 

Antes, para eso del 2012, Carrasquillo Pizarro tenía una carretera para salir por el área principal de las parcelas Suárez, ahora lo que queda son algunos rastros de la vía, principalmente las aceras; todo fue ocupado por el mar.

La comunidad pierde terreno a medida que la erosión costera avanza en la zona.

De hecho, lo que fue el centro comunal ahora es parte de la orilla del mar, perdieron una carretera y varias casas que quedaban a la orilla, contó otro residente de la zona, el expolicía Aníbal Calderón. 

Él mostró cómo a su vecina el mar le llevó entre cinco a seis verjas, lo que se podía observar por las capas de cemento que quedaron al descubierto. 

Calderón ha residido sus 60 años de vida en la comunidad, por lo que asegura conocer el patrón de las marejadas. 

Para ello creó unos gaviones que lo protegen de esta erosión costera. Ahora, su casa y la de una vecina es la única que queda justo en la orilla; también quedan dos estructuras inservibles, que eran un restaurante y el centro comunal.