Durante buena parte del día cientos de personas observaron expectantes cuando se llevaba a cabo la competición de belleza y estilo entre las modelos que desfilaban por la pasarela. 

Pero el certamen tenía la peculiaridad de que sus modelos andaban en cuatro patas, pues aquí se trataba de elegir a las mejores ejemplares de vacas entre las tres razas lecheras predominantes aquí, como parte de las actividades del Festival de la Leche Fresca. 

Y no vaya a suponer que por tratarse de animales de granja las cosas no se toman en serio, o la competición no es reñida.

Tan solo ver la pasión y el extremo cuidado que ponen los ganaderos en cada uno de los ejemplares que traen a competir, así como los esfuerzos de los organizadores del evento, que se asegura de que un veterinario revise con cuidado a cada uno de los animales que llega al centro de competición, en este caso el coliseo Francisco “Pancho” Deida Méndez en Hatillo. 

Entre las competencias, se premia a las vacas en diferentes categorías de edad, en cada una de las tres razas lecheras, Holstein, Jersey y Parda Suiza, así como a los mejores manejadores entre niños y jóvenes.

Al final, se premia a la mejor entre todas las vacas que llegan de una docena granjas de todos los rincones de la Isla para participar del festival, que incluyó, además, eventos de rodeo, machinas, música y otras amenidades.

La competición de manejo entre niños es quizás el mejor reflejo de lo fuerte y viva que está la tradición ganadera, pues los pequeños y pequeñas ponen todo su empeño y orgullo al llevar a sus vacas, que en algunos casos son enormes en comparación a ellos. 

Y vaya que hay pasión envuelta en esto, como lo mostró la niña Alondra Rodríguez, quien lloraba desconsolada porque no pudo competir ya que su vaquita enfermó. 

“Tú eres muy chiquita, no puedes llevar una de las vacas grandes”, le decían, aunque sin poder animarla. “Vas a poder volver el año próximo, no te preocupes”. 

También hay mucho esfuerzo y sacrificio para llegar a esta exhibición, explicaron los niños ganadores del certamen: Sebastián y Diego Román, de la finca Carlos Román Dairy Farm en Isabela.

“Estaba muy nervioso. Llevamos un mes entrenado, cuidándola (a la vaca), dándole vueltas y dándole comida y agua. Es un trabajo complicado. Hay que lavar siete vacastodos los días, de arriba abajo, darle comida, darle vueltas”, destacó el campeón Sebastián, quien se impuso en la categoría de pequeñines manejando al animal.

“Las vacas son ariscas y hay que entrenarlas”, agregó Diego, cuya vaca “al principio no quería caminar, daba dos pasitos y se paraba”. 

Además, el juez Brian Coyne, de Ohio, no solo se fijó en cómo se comportaban en el ruedo, sino que también les hizo preguntas que no esperaban, como cuál era la edad de la vaca.

Sebastián y Diego son parte de la cepa más joven que quiere seguir los pasos de sus progenitores y ser ganaderos, aunque Diego también aspira convertirse en arquitecto.