Si le da miedo enfermarse por tomar agua de la pluma  y prefiere, por lo general, comprarla en botellas plásticas, no crea que necesariamente le hace un gran favor a su salud.

Según un estudio realizado por la Universidad de Florida y reseñado en Science Daily, las botellas plásticas donde se envasa el agua están hechas de tereftalato de polietileno, un material que cuando se expone al calor  libera bisfenol (BPA, por sus siglas en inglés) y antimonio,  químicos dañinos para la salud.

Si la botella no estuvo expuesta a altas temperaturas por periodos largos de tiempo a lo mejor no representa un nivel peligroso de toxicidad pero, ¿quién conoce la trayectoria del agua embotellada que se compra en el supermercado o la botellita de agua por la que se paga un dólar en el semáforo?

La Administración de Drogas y Alimentos (FDA) ha dicho que, en cantidades pequeñas, el bisfenol no es nocivo para la salud, pero instituciones médicas reconocidas, como Mayo Clinic, recomiendan que se evite.

Entre los consejos está la utilización de botellas con la etiqueta de “BPA free”, la reducción o eliminación de alimentos enlatados y la sustitución de envases plásticos con recipientes de porcelana o acero inoxidable.

En el portal WebMD se explica que más del 90 por ciento de las personas tiene BPA en el cuerpo porque, además de a través de comida en envases plásticos, se absorbe por el aire.

Entre los riesgos que se le atribuyen a este químico está el de alterar los niveles hormonales, aumentar la posibilidad de desarrollar cáncer y problemas cardíacos.