Ver fila de clientes frente a la centenaria Panadería Carrasquillo, establecida en el casco urbano de Gurabo desde el 1903, no es nada inusual para la gente del pueblo, pues –sobre todo en días de lluvia–, el pan hecho en el horno de ladrillo de este icónino local, se convierte en un manjar predilecto para muchos.

Y, así ha sido durante más de un siglo. El distintivo producto ha catapultado su popularidad gracias al respaldo de la gente, confirmó el actual dueño de la panadería, Samuel Bezares.

“Esta panadería es bien tradicional, esto es del pueblo de Gurabo. Es bien extraño, es una cosa que no entiendo, porque aquí llueve y la gente hace fila afuera y se moja. Trato de acomodar lo más posible adentro, pero en los tiempos de lluvia fuerte la fila llega allá arriba y la producción de pan aumenta. La gente se para con su sombrilla y no les molesta”, contó Bezares.

“Cuando alguien viene a protestar (por la espera), los mismos que están en la fila defienden la panadería”, agregó el comerciante.

El secreto, sin duda, tiene que ver con su horno de ladrillos en el cual cocinan 1,200 libras al día.
El secreto, sin duda, tiene que ver con su horno de ladrillos en el cual cocinan 1,200 libras al día. (Isabel Ferré Sadurní)

Y, es que el sentido de pertenencia del público ha marcado la diferencia en el éxito del establecimiento. “La gente, con esto (la panadería), es como si fuera de ellos porque este es un pueblo que todavía viene (el público) a la plaza, a los médicos, a las oficinas, a los laboratorios, a las farmacias y las escuelas. Todo el mundo se crió en las escuelas y era normal venir a buscar el pan con ajo, o la tostada con mantequilla, o la libra de pan, que es lo que pedían mucho en ese tiempo, y se iban para las clases. Además de que no había otros comercios para consumir”, mencionó el propietario, quien adquirió el local en el verano del 2019 y desde entonces ha aprendido la magia que esconde.

El secreto, sin duda, tiene que ver con su horno de ladrillos y el pan criollo, del cual produce diariamente 1,200 libras, que vende solo al detal.

“Hacemos el pan como se hacía antes: usamos los moldes de madera, se usan unas tablas y se pone un canvas de tela. Yo me he llevado pan de aquí en bandejas de aluminio, como se hace normalmente, a panaderías de amigos de nosotros y el pan no queda igual. El panadero de aquí va a la otra panadería que tenemos en Villa Palmeras, en Santurce, que también tiene horno de ladrillo de 100 años, y es el mismo estilo de horno, los mismos ingredientes, el mismo panadero y el pan no sabe igual. Este pan sabe mejor”, aseguró Bezares.

De hecho, el dueño afirma que el proceso de confección del pan es uno “bien largo” y que de eso depende el sabor que tiene su producto estrella. “Por ejemplo, si empiezo a hacer ese pan (hoy) a las 9:00 de la mañana, para que sepa bien, hay que meterlo al horno mañana. El de las 5:00 de la mañana a lo mejor se puede tirar a las 8:00 de la noche. Es un pan que dura como 12 horas en el proceso desde que se hace hasta que lo puedas hornear”, especificó el comerciante.

Bezares, de hecho, se ha dado a la tarea de investigar acerca del origen del horno de ladrillo.

“Yo fui a España el año pasado, buscando el origen de estas panaderías, que es español y libanés. Allá encontramos un sitio donde el pan es por kilo, no salen todos iguales. Allí te lo pesan y te venden el pan envuelto en papel de estraza; así era aquí, porque no existía la bolsa de pan”, destacó. Además de la libra de pan, los gurabeños también van a la Panadería Carrasquillo detrás de cierto menú que es imborrable de sus memorias.

“Aquí hay una tradición, que es el pan, el chocolate Cortés rallado y el queso de bola duro. Esa es la fórmula, la gente viene detrás de esa tradición”, afirmó, por su parte, el historiador del pueblo, Rubén Santos. A lo que Bezares agregó que, “eran locos también con la mortadella, esa que se guindaba, pero eso ya no lo permiten. Ya no la importan, la hemos buscado y salen prohibiciones”. Dentro de todo, el comerciante ha llegado a la conclusión de que “la gente siempre le gusta el pasado, esa nostalgia de la niñez y todo eso es lo que mueve al pueblo”.

Nueva tradición de compartir

A pesar de que la tradición de la Panadería Carrasquillo es hacer la fila, comprar e irse con sus gustitos, ahora Bezares expandió el local para que el público pueda consumir los productos allí.

“Cuando nosotros cogimos la panadería, llevaba como de seis a nueve meses cerrada. La pusimos en condiciones y al horno le hicimos unos arreglos. También incluimos el concepto de los sándwiches, porque aquí era casi todo el pan y todo para llevar. En esta panadería nunca había sentado a nadie. Por eso decidimos extenderla y hacer esta remodelación para expandir y que las personas puedan sentarse acá a comerse su sándwich y tomarse su café”, dijo el comerciante.

Las mejoras tratan de mantener esa línea española muy típica de nuestros centros urbanos, para que el local no pierda su esencia.

“Traté de hacer un concepto que no fuera muy elegante, porque estamos en un casco urbano; que las mesas tuvieran tipo bancos de iglesia para que la gente confraternizara y se pudieran sentar. Traté de buscar cosas que se parecieran a esa época, como la panadería es vieja, tiene 120 años, pues que se quedara con ese estilo”, dijo el propietario.

Las paredes también cuentan la historia del pueblo a través de una galería que trabajó Bezares en colaboración con la Oficina de Turismo de Gurabo.

“Como la gente se siente parte de la panadería, le digo a Rubén Santos, historiador del municipio, que quiero hacer algo que no sea un cuadro pintado, porque las historias cambian o se le añaden cosas, pero que tenga la historia de Gurabo con el pasado y lo de ahora. Han venido hijos de gente que sale en las fotos a ver a su familiar y esa es la idea, que el pueblo se siga apropiando del lugar, que tengan un sitio donde sentarse, compartir, darse el café y socializar”, puntualizó el dueño.

La centenaria panadería fue establecida en el casco urbano de Gurabo desde el 1903.