Naguabo. Los residentes del barrio Daguao hicieron un pedido de urgencia para que la  Agencia Estatal para el Manejo de Emergencia (FEMA, por sus siglas en inglés) le envíe los toldos que le ayudarán a proteger lo poco que les queda.

Para cientos de familias naguabeñas las noches se han convertido en suplicio. Su sueño se ha visto espantado esperando el momento en que tendrán que correr al pequeño recinto techado para protegerse de la lluvia como lo han hecho al principio de esta semana.  

“Lo más que se necesita en la comunidad son toldos. Hay gente que necesita proteger lo único que les queda. Un ejemplo es mi vecina, cada vez que llueve, pierde algo de lo que le queda”, dijo  Edwin Díaz, padre del taponero de los Marineros de Seattle, Edwin “Sugar” Díaz.

A 30 días del paso del huracán María, todos en la Isla desean volver a una “relativa” normalidad. Sin embargo, la lentitud con la que llega  las ayudas gubernamentales y de FEMA a los pueblos, lo ha hecho imposible.

“Cuesta mantener la esperanza”, dijo Daniel Burgos haciendo alusión de forma irónica al hecho de que estaba recogiendo agua en una toma de la Autoridad de Acueductos y Alcantarillado (AAA) en la Cuesta La Esperanza, una de las tantas subidas que hay en la carretera que va del Malecón de Naguabo a Daguao.

Burgos y su familia perdieron un 95% del techo que protege las dos residencias de madera y zinc que ubican en lo alto de una montaña en las “Parcelas Viejas” de Daguao.  Lo único que les quedó protegido en ambas residencias fue una parte de la sala, donde más de la mitad del espacio es ocupado por un sofá y lo que resta es usado para que su ropa permanezca seca.

 “Allá arriba no sube nadie”, dijo Burgos señalando hacia tope de la montaña luego de darle un galón de agua a su hijo. “Nosotros nos quedamos sin nada, nada. Ahora mismo yo duermo en el balcón, en un catre. Cuando llueve, tengo que subirme arriba para no mojarme. Mi esposa duerme en una guagua y mi hijo en un cuartito de cemento sin terminar que hay abajo ”.

Primera Hora hizo un recorrido por la zona y vio muchas residencias de madera dañadas por el fenómeno atmosférico. En efecto,  dos de las más afectadas era las de la familia Burgos. Las únicas de madera en la parte más elevada.

“Eso aquí fue algo bien malo durante el huracán. Vivo aquí desde el 1982 y este ha sido el peor. Ni Hugo ni George fueron tan fuertes”, expresó María Cruz, esposa de Burgos.

La matriarca de la familia, Carmen Brugos, clamó por un toldo de fema para, al menos, una de las casas.

“No estamos pidiendo mucho. Lo que queremos es un toldo para proteger las cositas que todavía nos quedan, en lo que llega la ayuda. No es mucho ahora, pero son una parte de nuestra vida”, aseguró  Burgos.

Difícil el día a día

Al igual que muchas familias en el resto de la Isla, Daniel Burgos vive su día a día pensando en cuándo volverá a trabajar para llevar el sustento a su hogar. El cocinero de profesión quedó desempleado cuando el restaurante Ocean View cerró sus puertas en el sector Las Croabas en Fajardo. Su batalla diaria en las pasadas semanas ha sido ver cómo consigue la gasolina para ir a buscar agua y comida a una iglesia en Ceiba.

“Allá arriba no sube agua porque no hay corriente eléctrica.  Uno tiene que bajar dos veces al día para acá a buscar agua y ver si hay alguna ayuda. Eso no se lo notifican a uno(si llega alguien con ayudas).  Allá arriba no han subido a llevar compra ni alimento. Lo único que nos llegó fueron unos snacks del ejército. Eso no es comida. No es que uno sea mal agradecido, pero eso no da”, aseguró Burgos, quien desearía que se anunciara por las comunidades cuando vienen grupos con ayuda, como ocurrió ayer con la Guardia Nacional en dos puntos de la comunidad.  

 “Ayer yo vendí una ventana para poder echarle cuatro pesos de gasolina al carro. No puedo hacer más nada. La verdad es que no tengo trabajo. Hasta que ellos (los dueños del restaurante) no renueven allá -quizás para enero o febrero- pues me las tengo que buscar. Si yo perdiera mi casa y siguiera trabajando sería todo bien diferente”, prosiguió.

Los Burgos solicitaron la ayuda de FEMA y le gustaría conocer la respuesta de la agencia. Empero, la falta de gasolina le ha imposibilitado llegar a Fajardo, uno de los pueblos donde hay buena señal a zona Este.

“Quisiéramos ir a Fajardo para ver si nos llegó el email con la respuesta. Pero, cómo le hacemos. Por la falta de gasolina tenemos que escoger. Sinceramente, yo prefiero guardar la poca gasolina que logro tener para mis viajes a buscar agua e ir a la iglesia”,  explicó Burgos.

No se pueden callar

A pesar de todo lo vivido desde el huracán Irma, quien azotó la isla dos semanas antes que María, Lillian Medina se siente afortunada porque aún cuenta con trabajo.  

“De cinco días laborables, me redujeron la jornada y voy al trabajo dos veces. Hoy trabajé cinco o seis horas. Ahora no vuelvo hasta el viernes. No fui ni lunes ni martes. Pero, no me puedo quejar mucho porque hay otros que no cuentan con una entrada”,  afirmó Medina, quien trabaja en un centro de radiología en Caguas.

Le tocará hacer lo que pueda con la poca entrada de dinero que tendrá hasta que la energía eléctrica regrese  y todo se normalice.

“Nos entregaron una carta para ir al desempleo. Sucede que mientras tu tengas una trabajo, por mínimo que sea, el desempleo no te quiere ayudar. No tengo plan médico, pero cuento con reforma. Cuando la solicité estaba sin trabajo pero, ahora con esta crisis, pediré que me lo extiendan en la revisión. Tengo que economizar. Estoy en los cincuenta y pico,  aunque no padezco de nada, no puedo estar sin plan. Si me pasa algo, no quiero ser una carga para mis hijas”, continuó Medina.

Lo más difícil para Medina es no tener agua.

“No tenemos agua desde Irma. A veces llega un chorrito en la noche y uno puede llenar algo. Pero, esto es día a día.  He tenido que ir al río a buscar agua”, confesó Medina, residente de la calle Los Millones.

En el Río Blanco de Naguabo, Medina se podría estar exponiendo -como cientos de residentes en Puerto Rico- a enfermarse con la bacteria  leptospirosis, conocida  como la enfermedad del orín de rata. Las autoridades han asegurado que en la Isla ha habido 10 casos, no obstante varios médicos han asegurado que pueden haber más.

“No tengo miedo. Voy a ser sincera. Nací afuera, llegué  aquí  de 15 años y amo a Puerto Rico. Ya dejé de temerle a las ranas. Me he metido al río porque tengo que hacerlo. No hay de otra porque la realidad es que hay momento en que no nos ha llegado nada”, explicó Medina.