Entre el abandono y la violencia

Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 16 años.
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Loíza. En Tocones, Loíza, la gente se sienta a mirar los días pasar.
Así en Villa Cañona, en las parcelas Vieques, en Medianía Alta, en Miñi Miñi...
El desempleo de más de un 16 por ciento arropa a Loíza. La deserción escolar asciende a 47.3 por ciento.
El ocio es la principal ocupación de jóvenes y adultos que se sientan a presenciar, como en una película de espanto, cómo los jóvenes se matan, cómo la violencia se entrona, convirtiéndose en un estilo de vida, y cómo el trasiego de drogas es para muchos el medio de subsistencia, ante la falta de alternativas y oportunidades para una población marginada, y a juicio de muchos, discriminada.
Los loiceños dicen: “Nos tienen abandonados”.
Mientras, los asesinatos continúan rampantes y las críticas a la inefectividad de la Policía son la orden.
“En Loíza se ha abandonado la juventud en todo el sentido de la palabra. No se está trabajando con los problemas de los jóvenes, con la deserción”, expone Rafael Rivera, líder comunitario de Villa Cañona.
“No tenemos el respaldo de nadie. Estamos comprometidos con resolver el problema de criminalidad. Hemos tenido reuniones con la Policía, pero se queda todo en una reunión. Pasa un asesinato en Loíza y vienen a bregar con tránsito, cuando lo que queremos es que se ataque la criminalidad”, dijo.
Rafael Calderón pasa el día en un pequeño patio de su pequeña casa, sentado bajo la sombra de un flamboyán.
“Todavía estoy aquí esperando que me entreguen la casa en la comunidad especial, que nos sacaron hace cinco años y todavía nos tienen esperando”, dijo.
Inocencio Mercado, de 58 años, y Adalberto Ramos, de 42, están desempleados. Dicen que se las buscan chiveando.
“Por ahí, ligando cemento y buscando jueyitas y lobinas para comer, que es para lo único que da”, dice Inocencio.
Gregorio Carrasquillo, “ Don Goyo”, de 73 años, cocina un pato en un fogón que tiene en el patio, mientras lamenta el que lo hayan sacado de su casa para construir un lujoso desarrollo de viviendas.
“Nos desahuciaron. Nos quitaron los terrenos. Nos dijeron que nos iban a dar otras tierras y dinero para hacer una casa y todavía estamos esperando. Y nos sacaron como si fuéramos perros. Pienso que nos quitaron la mitad de la vida”, dijo con melancolía.
“Allí teníamos la playa. Cogíamos jueyes. Yo sacaba carbón. Prendía una hoguera y podíamos pescar. Para buscarnos la comida había que luchar”, apuntó.
¿ Qué usted cree de la violencia?
La droga tiene parte que ver, pero también el Gobierno. Ahora mismo, tanta juventud desempleada y ahora mismo quitándole los trabajos a la gente. Te están mandando a robar, a asaltar y a vender drogas.
Que en Loíza los jóvenes no tienen nada que hacer, lo dicen los mismos niños, que no hay actividades deportivas, ni de
entretenimiento, ni cines, ni teatros.
Kimberly Ramos, de 14 años, dramatiza la situación y comenta que necesitan estudiar y trabajar para ocupar su ocio.
La jovencita Nasiris Zoé Pizarro no tiene mucho que hacer en vacaciones.
¿Qué hacen tus amigos en el tiempo libre?
Vamos a la playa y jugamos con la arena.
¿Qué te gustaría que hubiese en Loíza?
Una piscina grande como la de aquel edificio, dijo con referencia al vecino complejo exclusivo de viviendas.
Mari Cruz Rivera, líder comunitaria de Piñones, destaca que “no hay aceptación del problema.
“Se dice que no hay discrimen, ni hay racismo para Loíza. Hay una alta incidencia de violencia. ¿Dónde está la equidad? Nos quitan la tierra, la comida”, apuntó. “La gente negra somos valiosa y tenemos derechos”, recalcó.