Era secretaria legal y terminó deambulando
Testimonio de una persona en busca de empleo. (Ve vídeo)

Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 15 años.
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Entró a la Oficina del PAN en Santurce con mucha necesidad. No llevaba un centavo encima. Tendría que caminar hasta la Fondita de Jesús, de querer un plato de comida.
Su ropa lucía desgastada: un pantalón bermuda caqui, una camisa de rayas rojas y blancas y unos tenis rojos.
Es rubia, blanca, de ojos claros y estatura mediana.
No parecía una carrerista de los cupones y las ayudas sociales.
“No. No estoy acostumbrada. Me quedé sin empleo. Me quedé sin medios para pagar un apartamento”, dijo al ser abordada por Primera Hora.
De momento, desnudó sus emociones. Necesitaba hablar con alguien. Necesitaba desahogarse, que la escucharan.
Su soledad era inmensa y su llanto profundo.
“Me he visto comiendo sólo una vez al día un canto de pan con café. Los pantalones se me llegaron a caer de lo delgada que me puse”, comentó, saliéndole las palabras y las lágrimas a borbotones.
Su nombre es Carmen Rosa, una secretaria legal de toda la vida que, de repente, perdió su empleo, su estima, sus hijos, su familia, sus amigos, su vida.
“Tengo 25 años de experiencia como secretaria legal y 51 de edad. El último trabajo que tuve lo perdí por una situación de harassment emocional. Me mandaron a descansar tres días. La administradora de la oficina era la esposa de mi jefe y cuando llegué de mi descanso de tres días... no tenía empleo”.
“Me mandó policías a mi casa para quitarme mi automóvil, que era parte de mi salario. Luchó para que no se me diera el desempleo. Un amigo abogado me ayudó con el caso. Nunca demandé para no quedar en blanco y negro en mi profesión”, dijo.
“Nunca pude volver a ser secretaria legal. De hecho, no he podido volver a trabajar. Eso me destrozó. Emocionalmente, me fui a un hoyo. Me entregué al alcohol y me llevó bien hondo... He dormido hasta en la playa”, relató.
Sus ojos enrojecen.
“Una noche dormí en un banco en la placita de Santurce. Andaba con la misma ropa por tres días. Comencé a verme como una deambulante. No sucia, pero con la misma ropa. Me acostaba con hambre.
¿Y la familia? ¿Los hijos? ¿No sabían nada?
Sí, pero como me entregué al alcohol, ellos se alejaron. La única que me apoya es mi hija pequeña.
Empecé a levantarme gracias a la Fondita de Jesús. Estas ayudas las aprendí allí. He aprendido cosas porque esta gente (los deambulantes) se desenvuelven y se defienden en la calle. A mí, en la calle me hubiesen matao. Un poco más y hubiese muerto.
¿Cómo has logrado controlar el alcohol?
Estoy en tratamiento psiquiátrico. Tuve que recluirme en Capestrano. Me sorprendió el que la Reforma me cubriera el tratamiento. Trato de conseguir trabajo hasta de limpieza en un hotel y no consigo. O estoy overqualified o es por la edad. Quisiera volver a ser secretaria legal. Envié mi resumé. He tocado muchas puertas para hacer cualquier trabajo, hasta limpiando casas.
Afortunadamente, Carmen dejó de ser una “sin techo”. Consiguió un apartamento bajo un programa federal del Municipio de San Juan que ofrece vivienda a los desempleados durante 18 meses, “en lo que consiguen un trabajo”.
“Es en lo que me levanto”, dijo con esperanza.
“Vivo con dos sillitas plásticas, con un mattress tirado en el piso que me regalaron. Tengo un televisor que botaron en un condominio y me dije: 'Ese televisor sirve”.
Entre lágrimas deja al descubierto su humanidad. Necesita un apoyo, un abrazo, un hombro para llorar. Necesita afecto.
“Físicamente lo necesito. Sobre todo cuando me siento deprimida. Cuando no puedo parar de llorar”.
“Nunca, nunca pensé, porque yo trabajo desde los 14 años, que me pasaría esto”, dijo con un hilo de voz, resistiéndose a aceptar su realidad.
“Es que no tengo ni para comprarme una botella de agua.
“ Tiene que haber una salida. Todavía me queda la mitad de mi vida”, clama, sin ver la luz al final del túnel.