Sacrificio por la víctima de violencia sexual.

Su proceso de recuperación se extendió por varios años. Requirió de muchas terapias para no ser tan desconfiada ni tan defensiva.

Ahora, Josephine Abreu, de 42 años, lleva una campaña en contra de la violencia sexual. La víctima de incesto ha presentado varias propuestas ante la Legislatura para promulgar medidas preventivas en contra de la agresión sexual, pero todas han resultado engavetadas. Aun así, cifra sus esperanzas en que el Gobierno se comprometa para batallar contra uno de los delitos más registrados pero menos investigados en Puerto Rico.

“Fui agredida y humillada. Me robaron una parte de mi vida que jamás la voy a recuperar, pero uno aprende a seguir hacia adelante. Me siento cien por ciento realizada y preparada para poder enfrentar el tema, pero no puedo perdonar al agresor”, indicó.

Abreu, maestra de inglés en una escuela de Carolina, llamó al Centro de Ayuda a Víctimas de Violación (CAVV) cuando ya era adulta por un patrón de abuso sexual que se extendió desde los cinco hasta los 13 años. Como muchas otras sobrevivientes de violencia sexual, Abreu reconoció que el tratamiento podía mejorar sus relaciones interpersonales. Necesitaba hablar de la agresión para obtener su cura.

“La marca siempre va estar ahí y no necesariamente es una marca física. Siempre estaba a la defensiva. Tenía mucha desconfianza. Estaba vigilante de quién se paraba a mi lado. Ahora, siempre le recomiendo a los pacientes a acudir a las sesiones de terapia”, dijo.

Reconoce que la violencia sexual es un tema tabú que no se quiere discutir ni reconocer en el seno del hogar.

“Hay cierto temor de abrir la puerta. Pero llega un momento en que las cosas se pueden poner peor. Hay que luchar y quiero ayudar implementar programas de prevención”, indicó.