Esta mata de plátanos parió más que un güimo
Residente en Río Grande, que siembra para su consumo, está feliz con los 140 frutos.

Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 9 años.
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Río Grande.- Si esa mata hablara, seguramente confesaría que tomó al pie de la letra lo de “creced y multiplicaos”.
Sí, así como lo ve.
Pero no es la primera vez que Milagros Matos Matos, de 66 años, ve un fruto más crecidito de lo que se supone. Hace varios años cosechó dos enormes calabazas, una de ellas de 65 libras, y una yautía de 29 pulgadas.
“Esa matita yo la sembré y pensé que no se iba a dar porque la vi tan raquítica y dije: ‘bueno Señor, yo la voy a dejar ahí en tus manos porque yo hago una parte, Señor tú haces la otra”, sostuvo doña Milagros sobre el génesis de la mata.
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Lo más que le preocupaba a la agricultora era que la planta no echara pa’lante y que no saliera su historia publicada en Primera Hora.
“La dejé ahí, pero dije: ‘Dios mío, pero qué pasa Señor, ¿cuándo yo voy a salir en el periódico con otro fruto aparte de la calabaza y la yautía?'”, confesó sonriendo.
La vecina del barrio Guzmán Abajo dice que un día se sorprendió “cuando la mata de plátano siguió creciendo y hechó sus frutitos. Lo más que me preocupó fue que la mata echa una pámpana y esa no echó. Toda se fue en plátanos”.
Lo demás es historia.
Ayer, en su residencia, doña Milagros esperó la visita de Primera Hora para luego darle salida a los 140 plátanos que empezaban a pintarse.
“Tiene 140 plátanos para repartirlos, para darlos a mis vecinos, a mis amistades”, dijo.
Doña Milagro, ¿qué tiene de particular su terreno?
“Es un abono dado por Dios, una tierra fructífera, pero hay que trabajarla, porque uno hace una parte y Dios hace la otra”.
Sin embargo, el truquito fue también plantar la semilla en el mismo abono que produce la finca con hojas y otros desechos naturales y cerquita de un “corralito de cabros”.
La mujer, que ha vivido toda su vida en este lugar, dijo que todo lo aprendió de su padre.
Doña Milagros, que llegó hasta séptimo grado, ha trabajado toda su vida. Cose, teje, siembra en la finquita de seis cuerdas y sobre todo “mantiene la mente ocupada. Mi hobby es leer la Biblia, bordar manteles, ropas, colchas, cortinas. Me encanta tener la mente siempre ocupada”.
Todo esto lo logra gracias a que cuenta con una salud envidiable. Y si no se siente muy bien, tiene como máxima tener paz en su corazón.
“Yo no permito que nadie me dañe mi corazón”, confesó.