Hacía un calor sofocante. Eran las 12 del mediodía. Como todos los días, Mildred Sosa salió de su trabajo en un almacén en una zona retirada de Carolina para almorzar en casa de sus padres. Pero nunca llegó.

Era un 10 de septiembre de 1979. Mildred lo recuerda como si fuera ayer. Hacía un mes se había divorciado de su esposo. Lo había dejado luego que le diera una golpiza severa que la destruyó, pero el maltrato emocional y físico comenzó desde el día en que se casaron.

Era 1979. No existía la Ley 54. A la violencia doméstica no se le llamaba violencia doméstica. Era un asunto privado familiar. No había conciencia ni sensibilidad.

Ese mediodía su ex esposo la interceptó mientras caminaba a su carro.

“Me dijo que cuando lo dejé me había ido tan rápido de la casa que había dejado unos documentos importantes. Dijo que los tenía en el carro. Buscó primero en el carro y luego en el baúl. Vi algo envuelto en un papel de regalo. Había envuelto la navaja de un cuchillo en papel de regalo”, recuerda Mildred pensativa.

En ese momento, en cuestión de segundos, le enterró el cuchillo en el vientre. Entonces siguió apuñalándola en todo el cuerpo. Mildred se puso la mano en la herida del vientre para contener los borbotones de sangre.

“Me traté de defender, de protegerme la cara. Mientras levantaba los brazos para taparme la cara, él me acuchillaba debajo de los brazos”, relata.

¿Nadie la vio? ¿Nadie escuchó los gritos?

-Trabajaba en un área de almacenes. Había unos hombres trepados en unos crates de madera viéndolo todo y sólo gritaron: 'déjala desgraciado'.

Mildred trató de huir. Él corrió detrás de ella y le perforó el pulmón izquierdo. Ya no sentía el brazo izquierdo. Su juego de chaqueta y pantalón negro y blanco estaba empapado de sangre. Sus recuerdos son vívidos, aunque estaba en un estado semiconsciente.

“Entré al lugar donde trabajaba y le dije a un muchacho: 'estoy herida y no puedo respirar'. El muchacho me agarró en sus brazos. Entonces entró mi ex esposo y le dijo: 'me la voy a llevar'. Me montó en el carro al lado de él, yo estaba inclinada en el asiento, y en ese estado sólo pensaba: 'me va tirar por un barranco, se va a deshacer del cuerpo”, dice pensativa.

-¿Por qué me has hecho esto si yo fui una buena esposa?, le preguntó en el trayecto.

-No te preocupes, te voy a llevar al hospital.

Fueron 23 puñaladas. Las cicatrices de su cuerpo se leen como las oraciones de una historia. Una historia de dolor y sobrevivencia. Ella tenía 23 años; él 33.

“En el trayecto hacía mucho calor y tapón”, recuerda. Su ex esposo la llevó al hospital San Martín en Río Piedras, ahora San Francisco. En la sala de emergencia los médicos le preguntaron si la había herido su esposo. La trasladaron al Centro Médico. Le advirtieron que su ex esposo iría con ella en la ambulancia. La Policía lo estaba esperando allá.

“En la ambulancia me decía: 'no te preocupes, te vas a poner bien y me dio un beso en el cachete. El beso de Judas, pensé”, relata.

La recuperación

Mildred estuvo dos meses en Centro Médico, de los cuales pasó un mes y medio en intensivo. Tenía el pulmón, el páncreas, el duodeno y el seno izquierdo perforados, el brazo izquierdo inmovilizado y la dejó impedida por el resto de su vida. Luego de decenas de cirugías tiene algo de sensación en la mano izquierda.

“Lo arrestaron y esa misma noche salió bajo fianza. Le radicaron cargos por tentativa de asesinato y violación a la Ley de Armas. Se declaró culpable y le dieron de cinco a siete años de probatoria”, dice consternada.

Mildred rehizo su vida. Tuvo un hijo que ahora tiene 24 años. Estudió su bachillerato en trabajo social. Actualmente es la directora de la oficina de Travelers Aid en Puerto Rico y se dedica a ayudar a víctimas de violencia doméstica. También es pastora.

¿Cómo ha sobrevivido a esa experiencia?

-Fue una decisión bien, bien personal. Lo que me ayudó en todo momento fue mi fe. Decidí que estos años añadidos los iba a vivir bien y he cometido muchos errores, pero he sobrevivido. Podemos decidir si eso nos marca para destruirnos o para vivir vidas fructíferas.

Su agresor se volvió a casar. Hace ocho años, Mildred lo buscó para cerrar ese capítulo de su vida. “Fui con un amigo pastor y le dije: 'Por las 23 puñaladas que me diste te perdono, por todas las lágrimas te perdono. Busca la paz de Dios'”.

¿Qué les aconsejarías a otras víctimas de violencia doméstica?

-Que deben salir porque hay una mejor vida.