La falta de energía eléctrica puede plantear un panorama serio de seguridad, especialmente para aquellos que presentan enfermedades crónicas o están encamados. Y la situación se complica si se trata de personas de escasos recursos.

Este es el escenario que retrata la historia particular de aquellos como don Antonio Millán, de 75 años, quien tiene que cuidar de su esposa encamada con otra preocupación a cuestas: no tiene ni tendrá luz por tiempo indefinido a causa de los daños que causó en la isla el paso del huracán Irma.

Portavoces del Gobierno indicaron ayer que el 70% de los clientes de la Autoridad de Energía Eléctrica (AEE), lo que representa poco más de 1,000,000 de abonados, quedaron sin el servicio. La prioridad, hicieron hincapié, será reestablecer la luz a los hospitales, pues muchos están operando con plantas eléctricas.

Sin embargo, en la ecuación están también personas como Don Antonio quien dedica el día a cuidar a su esposa Zulma Arrieta, de 88 años y paciente de Alzheimer, presión alta, tiroides y artritis.

“Lo más que me preocupa es ella. Yo no importo. Es ella. Mírala ahí sudando la pobre y en riesgo de que se le compliquen las úlceras que necesitan estar en aire fresco para que no se infecten”, cuenta el residente de Luquillo mientras le acaricia el cabello a quien ha sido su esposa por los pasados 32 años.

En el mismo municipio, se destaca otro caso aún más crítico:  el de Francisco Benítez, un hombre de 64 años que vive solo y está postrado en una cama a causa de una parálisis que sufrió hace muchos años tras un disparo en el rostro.

Su temor principal también son las úlceras, unas llagas que cuida él mismo con gasas húmedas y medicamento con antibiótico. Y lo que es peor, la manera más ágil de movilizarse en su casa y comunidad, en el sector Fortuna Playa, es mediante una silla eléctrica.

“El aire del abanico me alivia estas úlceras que tengo en la espalda baja…pero ahora yo no sé que va a pasar conmigo. Y lo otro es que la silla eléctrica ya se está quedando sin carga”, lamentó angustiado, quien mostró a este diario un puñado de medicamentos que tiene que tomar diariamente para diversas condiciones de salud incluida presión alta.

La falta de electricidad también representa un problema para los pacientes con problemas crónicos de respiración, como es el caso de doña Andrea Rivera, vecina de Fajardo y paciente de enfisema pulmonar crónica que necesita terapias respiratorias cuatro veces al día.

De hecho, en medio de los vientos y lluvias ocasionados por el huracán Irma, Andrea tuvo que ser socorrida por rescatistas de la Oficina de Manejo de Emergencias Municipal y llevada a un lugar donde hubiera planta eléctrica para garantizar su tratamiento.

“Ella acaba de salir del hospital y si no se da las terapias podría empeorar”, dijo su esposo Abigail Acevedo Ramos, al cuestionarse qué haría ante la posibilidad de pasar varios días e, incluso semanas, sin electricidad. Su opción, por el momento, es llegar hasta una clínica donde puedan darle las terapias a su esposa.

Además de las historias relatadas anteriormente -las cuales muestras la vulnerabilidad de algunas personas ante la falta de luz-, hay otros escenarios más críticos como lo son aquellos pacientes cuyas vidas dependen totalmente de estar conectados a diferentes máquinas para poder subsistir.