CEIBA. Mientras el Gobierno sigue jugando a la papa caliente en el proceso para definir quién continuará las riendas del país, miles de familias continúan con toldos azules expirados como techos, obligadas a hacer malabares para que en días lluviosos, como los experimentados esta semana, no los invada la desesperación y la frustración. 

En un recorrido por la zona Este, en medio de las lluvias copiosas que arropan la Isla por el paso de varias ondas tropicales, Primera Hora se topó con dos familias que casi por cumplirse dos años del impacto del huracán María, aún siguen viviendo como si los ciclones hubiesen pasado ayer.

En pleno casco urbano de Ceiba, específicamente en la calle Limones se encuentra la residencia donde vive actualmente Evelyn Cruz, una madre de 37 años que reside sola con sus dos hijos, un joven de 14 años y una niña de 8. 

La casa de dos pisos es de madera y tiene el techo completamente vestido de azul.  El deterioro es visible desde el exterior, mientras dentro del hogar se pueden percibir las condiciones en las que esta madre soltera debe enfrentar el diario vivir junto a sus retoños.

“El techo está completamente destruido y tengo un baño que al techo irse, pues no funciona.  La casa tiene otros daños, las ventanas están malas, se partieron los ganchos y las persianas están sueltas, la puerta de al frente sufrió también”, explicó Cruz, quien lleva seis meses viviendo en la propiedad, pero fue su hermana, quien lo perdió todo cuando azotó María.

“Mi hermana estaba viviendo en la casa y fue quien hizo la solicitud de FEMA, pero lo que le dio no fue lo suficiente para arreglar el techo.  Ella pudo comprar los zines y están allí, pero el dinero no alcanzó para pagarle a alguien que los ponga.  Más ella había perdido todo lo que estaba dentro de la casa, perdió todo”, detalló Cruz.

La necesidad de tener un “techo seguro” para sus hijos, tras una separación de su pareja, la obligó a tomar la propiedad en las condiciones en las que se encontraba y desde hace seis meses lucha por mantener a salvo lo que tiene, sobre todo en días como estos cuando el mal tiempo es más que un mero estado del clima para ella y su familia.

“Mi hermana consiguió mudarse para un lugar más seguro. Pero yo tuve una ruptura de una relación y mi tío me permitió vivir la casa. Ahora mismo hay cubos por todos lados y las cosas movidas porque la casa se llena de agua”, indicó la madre, quien teme que el agua continúe dañando sus pertenencias.

“Se me moja el cuarto de la nena, mi cuarto y como el baño que no tiene el techo está arriba, el agua cae (hacia la primera planta) y se moja el área del comedor y del cuarto del nene”, explicó Cruz, quien al ser sobrina del alcalde de Ceiba, Ángelo Cruz, asegura que se ve de manos atadas para pedir ayuda.

“Al ser su sobrina, me tengo que limitar a muchas cosas.  Uno como persona se restringe en muchas cosas porque no ven a uno como un ciudadano en esos momentos, sino ven a uno como familia del alcalde”, expuso la mujer.

A su vez, la inestabilidad del gobierno central y la entrada en los meses pico de la temporada de huracanes le vienen a sumar mayor preocupación a su diario vivir.

“Es frustrante, bien frustrante porque uno quiere echar pa' lante y no puede, quisiera estar mejor y no se puede.  Es preocupante, estoy nerviosa y me preocupa mucho porque lo poquito que tengo está ahí. Ya entra la temporada alta de los huracanes y ya ven cómo está la casa y uno se queda en el aire y más cuando uno tiene hijos… es más difícil”, confesó llorosa la jefa de familia.

Varias casas adelante se encontraba Awilda Ramírez, quien reside bajo un toldo azul. Para ella las cosas siguen como hace casi dos años, pues aunque la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias (FEMA, por sus siglas en inglés) le dio una asistencia de $2 mil, esto no es suficiente para reparar los daños que sufrió su residencia de madera y zinc afectada por ambos ciclones.

“Estamos arreglándola poquito a poco porque FEMA lo que me dio fue muy poco, pero hay una compañía que me va a ayudar a poner los zines y las ventanas y tengo que buscar otra compañía que me ayude a poner lo demás”, dijo Ramírez, quien a raíz de las fuertes lluvias de ayer, tuvo que salir de su trabajo para verificar que no se estuviera mojando su hogar.

“Días como hoy los paso en ascuas porque tengo que salir del trabajo a chequear los muchachos y chequear que no se moje la cablería.  Al toldo lo que le queda es nada, pero yo conseguí dos lonas y tapé el baño que es lo más importante porque hay mucha cablería y por ahí sí que gotereaba mucho”, explicó la madre de dos adolescentes, uno de 20 y otro de 16 años, quien asegura que los tres se ayudan en medio de momentos difíciles.

Sin embargo, la ceibeña se lamenta porque mientras el gobierno está en medio de su tormenta jerárquica, el pueblo es quien tiene que sufrir la inestabilidad y la falta de ayudas.

“Se supone que el gobierno esté para ayudarnos,  pero como estamos viviendo en una época que cojo de aquí, cojo de allá y no resolvemos los problemas que hay…  Mi pensar es que todo lo espero en el tiempo de Dios.  No puedo ajorar a nadie.  De que hay ayudas, las hay, pero a las personas que verdaderamente necesitan no les dan.  Hay muchas dificultades, mucha gente no tienen los papeles legales. Hay mucha, mucha, mucha traba. Demasiada”, lamentó Ramírez.

De igual forma a la mujer le preocupa que ya esta semana inicia el mes de agosto, y con él el pico de la temporada de huracanes, lo que la hace sentir más vulnerable ante su realidad.

“Tan pronto nos anunciaron de que venían todas esas ondas (tropicales), pegué a rogarle a Dios que no venga otro huracán como María o apenas como Irma. Porque sé que me voy a quedar sin casa”, comentó la mujer de 60 años.

Para mayo de este año, quedaban cerca de 30,000 hogares en la Isla con toldos azules como techo, anunció para entonces el gobernador Ricardo Rosselló.

Para ayudar a Evelyn Cruz, puede hacerlo a través de ATH Móvil al 787-435-4664 o llamando al mismo número telefónico. Mientras que para ayudar a Awilda Ramírez se pueden comunicar al 939-267-8734.