Lograr que la semilla del conocimiento agrícola germine en las nuevas generaciones, es parte de la misión de Finca Noa, en Toa Baja, un espacio que -más allá de ser un proyecto agroecológico- se ha convertido en un salón de clases al aire libre, donde la tierra es la mejor pizarra para aprender destrezas sobre la siembra y cosecha de alimentos.

Los maestros de este centro de aprendizaje agrícola, establecido desde el 2014 en el barrio Campanilla, son Carlos Cruz y Carmen Umpierre, dos apasionados agricultores toabajeños, que comparten sus conocimientos en las 15 cuerdas de terreno que integran la finca.

“La idea de nosotros siempre ha sido integrar la enseñanza a nuestro proyecto agrícola, porque antes en la escuela había que llevar una habichuelita sembrada en un vasito y darle seguimiento a ese proceso. Ese currículo se eliminó porque alguien pensó que eso era obsoleto. Pero, nosotros, por el concepto de ser isla, tenemos un límite”, expresó Cruz.

“Todo eso nos llevó a pensar que es bueno enseñarles a los adultos, pero cuando le enseñas algo a un niño en sus primeros años de vida, no se le olvida jamás. Ese es el concepto que queremos llevar, no solamente tener una finca agrícola comercial donde todo el mundo venga a comprar, lo principal aquí es la enseñanza a los niños”, agregó.

En el lugar cuentan con varios cultivos, como papaya, melón, espinaca, repollo, lechuga romana, coliflor, pepinillos, berenjenas, yucas, calabaza, pero, de todos ellos, su “fruto estrella” es la parcha.

En la Finca Noa reciclan drones, gomas y neveras para hacer sus huertos.
En la Finca Noa reciclan drones, gomas y neveras para hacer sus huertos. (Isabel Ferre Sadurni Photography)

Salón al aire libre

Un grupo de estudiantes, que disfruta al máximo la oportunidad en la finca, es el “Guali Conuco Club de Creative Homeschoolers”, quienes no fallan en su visita semanal para tomar sus lecciones sobre cultivo.

“Después del huracán María (2017) creamos un grupo de mujeres campesinas y nos hemos expandido con la enseñanza agrícola. Ahí entra el grupo de ‘homeschoolers’ que consta de unas 10 familias. Ellos son parte del voluntariado, toman talleres y en cinco meses han creado un huerto comunitario modelo”, mencionó Umpierre, quien destacó que los niños aprenden a reciclar, pues en el ejercicio de siembra en la finca utilizan desde neveras, piezas de lavadora y neumáticos, entre otros materiales.

Por su parte, Sulanet Soto, madre de dos niños del grupo de “homeschoolers”, destacó que enseñar a sus hijos sobre agricultura es igual de importante que las matemáticas, la lectura, el español y el inglés.

“Creemos que es necesario que los niños puedan trabajar la tierra. Carlos y Carmen nos dan talleres y orientaciones si vamos a trabajar con la composta, con la semilla, y hasta nos enseñan cómo trabajar con las plagas, y cómo tener una buena alimentación. Los niños entienden todo y se lo disfrutan”, dijo la joven madre.

Cuentan con una variedad de productos a cosechar.
Cuentan con una variedad de productos a cosechar. (Isabel Ferre Sadurni Photography)

Todo a base de parcha

Y mientras se desarrolla la dinámica de enseñanza, el dúo de agricultores y apicultores persigue la meta de convertirse en los mayores productores de parcha en la isla.

De hecho, desde la Finca Noa mercadean la marca “Passion Lover” con elaboraciones hechas a base de la fruta.

“Nosotros estamos dirigidos a sembrar tres cuerdas de parcha y, como dentro de un año más, empezar la expansión de más cuerdas de parcha porque en Puerto Rico no hay muchos productores de parcha, diría que no llegan a 25″, dijo Umpierre.

“Actualmente, nosotros tenemos la marca ‘Passion Lover’ que tiene varias salsas y postres; tenemos el ‘mousse’ de parcha, la mermelada de papaya con parcha, el pique, la salsa barbecue, el aderezo y la vinagreta. Todos con la parcha como base y pensamos, eventualmente, darle un cambio a nuestra marca”, sostuvo la agroempresaria.