Gestora de éxitos. A ella no le gusta el protagonismo. Mucho menos le agrada que destaquen la obra que ha hecho en beneficio de los cientos de niños y jóvenes que han pasado por sus manos por los últimos 23 años.

A ella, en todo lo que hace, la mueve el amor.

Pero lo que no sabe Carmen Ayala, directora de la Academia Perpetuo Socorro en Santurce, es que es imposible hablar de ella y no destacar la obra que ha realizado en beneficio de los estudiantes y de los menos afortunados que cada año visita junto a estudiantes en comunidades aisladas de Honduras y Guatemala.

Sister Armand, nombre que adoptó cuando entró a formar parte de la congregación Hermanas de Notre Dame a los 18 años, es una mujer servicial, viva de espíritu, cariñosa, pero a la vez de carácter fuerte, estricta.

Esa rectitud, sin embargo, no ha sido una barrera para establecer una relación personal con los 1,385 estudiantes que tiene a su cargo. Ellos la buscan para hablarle, abrazarla o simplemente para desearle un buen día. Ella se conoce el nombre de cada uno.

“Es una principal especial por el hecho de que nos llama por nuestros nombres, nos conoce a cada uno, sabe nuestras vidas, conoce a nuestros padres y se ha preocupado por crear relación bien cercana de estudiante-principal, algo que no muchos otros directores hacen”, relató el estudiante Fernando Febres, de 17 años.

Esa relación que ella se ha preocupado por crear es “buena”, dijo Febres, porque en el momento en que tiene problemas sabe que puede ir a donde Sister Armand y decírselo. Ella va a responder de una forma justa y va a estar ahí sin importar lo que sucede, dijo.

Para Sister Armand cada estudiante es como un hijo. Es más, dice que muchos sí son de ella porque los ha tenido a su lado por 13 años. Su oficina en el colegio es una muestra del amor que siente por ellos, muchos de los cuales hoy son destacados políticos, artistas o figuras públicas.

“Yo puedo venir con lo que fuera y pasar el coraje más grande y al momento que yo me topo con un nene o con unos de estos muchachos se me olvida todo”, dijo.

Detrás de su escritorio conserva decenas y decenas de fotografías de los estudiantes, no sólo en sus uniformes. Algunos aparecen con sus familias e hijos. Las paredes también ya han comenzado a ser invadidas por los recuerdos, como placas que le han obsequiado.

“Aquí tengo la invitación para la boda de uno de mis alumnos que ya me dijo que tengo que ir a la boda o no me lo perdona”, dijo entre risas.

Un colegio fuera de lo normal

A través de sus 23 años de estar al frente de la Academia, Sister Armand se ha encargado de transformarla. Hoy día es reconocida como uno de los colegios más prestigiosos del área metropolitana.

Lo ha equipado con lo último en tecnología y ha implantado iniciativas y programas sumamente innovadores. El colegio cuenta además con organizaciones a través de las cuales el estudiantado hace labor social.

Una de las más importantes es el Club de Misión a través del cual estudiantes viajan anualmente a las provincias de San Lucas de Tolimán en Guatemala y El Progreso en Honduras para hacer labor social por dos semanas.

Hasta allá llegan con un cargamento de ropa, medicinas y demás artículos de primera necesidad. “Esos niños llegan totalmente transformados después de esa experiencia. Aquí casi todos nuestros estudiantes provienen de familias bien económicamente y tras vivir estas experiencias cambia su forma de ver las cosas”, relató desde su oficina.

A las mujeres les recalcan la importancia de que se den a respetar. A los niños les imparten clases básicas y ayudan, además, en labores en favor de la comunidad.

“Van a atender niños y mujeres de comunidades necesitadas. Especialmente vamos a brindarle ayuda a las mujeres porque en estos países todavía existe mucho machismo. Lo más importante es que les decimos que no se pueden dejar maltratar”, destacó la hermana.

A esto se suma que mensualmente, entre maestros y estudiantes, envían a la escuela de la Congregación en Honduras unos $1,000 para su sostenimiento.

Los estudiantes también están involucrados en labores benéficas con la Fondita de Jesús y con el hospital San Jorge, además de las fundaciones Make a Wish y Susan G. Komen. Al hospital San Jorge envían semanalmente comida para los padres y madres que permanecen al cuidado de sus hijos las 24 horas. La comida es preparada por la institución Casa Sofía, pero es costeada entre el estudiantado y la facultad.

“Nosotros no sólo queremos que de aquí salgan buenos profesionales, sino mejores seres humanos que entiendan sobre la importancia de ayudar al más necesitado”, apuntó.

Educadora por convicción

Con tan sólo 18 años, Sister Armand supo que lo que quería hacer era enseñar y desde ese momento no ha parado. Pero, no se trataba de educar por educar sino de hacer la diferencia en la vida de cada niño o joven con el que tuviera la oportunidad de compartir.

Fue entonces que comprendió que la única manera de poder entregarse al servicio de los demás era dedicando su vida al Señor. “Convirtiéndome en religiosa era la única forma en la que podría tener la libertad y el tiempo necesario para dedicarme a mi labor. Si tuviera una familia tal vez no podría estar tan dedicada al servicio como lo he estado”, señaló.

Tras convertirse en monja completó un bachillerato en Educación, una maestría en Consejería y, posteriormente, una maestría en Administración.

Creció en Puerta de Tierra, estudió en el Colegio San Agustín y es la mayor de cuatro hermanas. Antes de dirigir la Academia fue maestra por 12 años en el Colegio Notre Dame en Caguas.

Desde los 18 años se entregó en cuerpo y alma. El cansancio, a sus 60 años, le ataca. Pero, permanecerá al frente del colegio hasta que Dios decida. “Él me puso aquí y Él es el que tiene que decirme cuándo es el momento. Estoy viviendo cada día sin hacer planes”, apuntó tras decir que una vez abandone el colegio le gustaría dedicarse de lleno a llevarle comida a las personas sin hogar.