Francisco Gabriel Ocasio Reyes nunca pensó en la agricultura como medio para ganarse la vida, aunque desde pequeño se sintió atraído por el trabajo que realizaba su familia en una finca de Corozal.

El destino, sin embargo, cambió su forma de pensar, pues poco a poco fue descubriendo que su vida estaba ligada al fruto de la tierra que con sus manos aprendería a cultivar para alimentar a cientos de compatriotas.

Así es la faena de este hombre de 27 años, propietario de Ecofinca Servicios Agrícolas, una agroempresa creada en plena pandemia del COVID-19 y que ha ido creciendo en los pasados dos años a través de una operación ubicada en el barrio Maricao de Vega Alta.

Desde allí, Ocasio Reyes se dedica a la siembra de ajíes dulces, malanga lila, yautía amarilla, recao, plátano y parcha, en un proyecto que emplea a cinco personas quienes laboran en la finca de unas 25 cuerdas.

“Si me preguntabas cuando era adolescente, si iba a trabajar en la agricultura, diría que: ‘Jamás y nunca’. Realmente, llegué a escuela superior y coqueteaba con ser chef. Al hacer un examen de vocaciones, salió ingeniería industrial, que es la profesión de mi padre. Pero tampoco me veía ahí”, confesó el hijo de Francisco Ocasio y María Mercedes Reyes.

Nereida Robles, quien limpia el área de recao, es una de cinco empleados.
Nereida Robles, quien limpia el área de recao, es una de cinco empleados. (WANDA LIZ VEGA)

“Luego comencé con un curso de sistemas hidropónicos en Caguas y empecé en mi casa con un sistema pequeño. Al principio fue un pasatiempo, aunque desde pequeño, mi familia, especialmente mi tío Luis, sembraban. Siempre tuve esa conexión, pero nunca lo vi como algo serio”, realzó el joven nacido en Bayamón.

No obstante, se matriculó en la Universidad de Puerto Rico en Mayagüez, donde completó un bachillerato en economía agrícola y agronegocios. Allá también conoció al amor de su vida, Rosangely Tirado Rijo, con quien -años más tarde- procreó un niño.

“Entré (a la universidad) con la expectativa de ‘si me gusta, me quedo’ o de lo contrario, me cambio. No estaba seguro de esto, no lo veía a largo plazo. Pero entré y me encantó. De hecho, en mi familia yo soy el único agrónomo”, sostuvo al mencionar que su esposa culminó una especialidad en manejo de plagas.

Su primera experiencia laboral fue con la Autoridad de Tierras, la que culminó por razón de la pandemia. No obstante, Francisco aprovechó el momento para buscar el terreno y desarrollar su empresa.

“Nosotros teníamos la finca de mi abuelo en Naranjito y pegamos con la idea de hacer algo así. Pero en Naranjito, las tierras son montañosas y el huracán María la destruyó. Comencé a buscar por todo Puerto Rico, unas me gustaron, otras no, hasta que vi esta”, contó el menor de dos hermanos.

“Escogí esta finca porque es llana, es más fácil trabajar la tierra y poder mecanizar. Se puede trabajar la tierra mucho más fácil, con menos mano de obra. El sistema de riego y el cosecho es más fácil. A la misma vez, es cerca del área metropolitana, porque ahí están casi todos los clientes”, puntualizó.

Así las cosas, el proyecto arrancó en 2021 no sin antes acondicionar el lugar, porque “esto era un pastizal completo. No había agua, ni luz; solo tenía un almacén abandonado…”.+

Entre los productos que se cosechan están recao, plátanos, yautía, malanga, ají dulce y parcha.
Entre los productos que se cosechan están recao, plátanos, yautía, malanga, ají dulce y parcha. (WANDA LIZ VEGA)

“La finca tiene 25 cuerdas, pero entre la orilla y los caminos, en siembra se pueden usar casi 20. Ahora mismo hay aproximadamente cinco cuerdas sembradas. Todo el año, siempre tenemos disponible ají dulce, recao y parcha. Por temporada, producimos malanga lila, yautía amarilla y plátano”, detalló.

“El plátano se siembra de noviembre a diciembre y, la malanga a principios de noviembre. El plátano, a los 10 meses comienza a cosechar y a los 11 meses viene la cosecha grande. En la malanga, se empieza a cosechar desde los seis meses y puede durar hasta los ocho meses. La yautía amarilla, tarda ocho meses”, agregó.

Uno de sus productos es la parcha que ve todo el proceso en un mismo lugar, “desde la siembra, cosecha, se clasifica la fruta, se le quita la pulpa, se envasa al vacío, se empaca, se etiqueta y se distribuye. Con la parcha, es pulpa pura, sin azúcar ni agua”.

Asimismo, afirmó que, “cada dos semanas, se cosechan entre 500 a 1,000 libras de ajíes. En recao, podemos producir hasta 1,200 libras mensuales”. Estos se venden en hoteles, restaurantes, supermercados y vendedores intermediarios de Manatí a Caguas y Corozal.

“La idea es que, a largo plazo, podamos certificar la finca como un destino agroturístico y que la gente pueda visitarla y conocer la dinámica. Igualmente, queremos dar servicios a la comunidad para que vengan y vean cómo funciona esto y aprendan”, mencionó.

Al preguntarle si vale la pena todo el esfuerzo, Francisco contestó que: “No es fácil, no es para una persona que se da por vencida rápido”.

“Vale la pena si sabes lo que haces. Es un negocio bonito, pero difícil, porque es un negocio que tiene muchos riesgos”, concluyó.

Para más detalles, puede buscar a Ecofinca Agricultura Puerto Rico en las redes sociales.