La emergencia de los terremotos en Puerto Rico no ha terminado.

Hace exactamente un año, a las 4:24 de la madrugada, un terremoto con magnitud de 6.4 despertó a casi todo el País. Algunos no habían podido conciliar el sueño desde que el 28 de diciembre de 2019 comenzó una secuencia sísmica que, junto a la pandemia de COVID-19, alteraron drásticamente el diario vivir de muchos boricuas.

Hasta la fecha, la Red Sísmica de Puerto Rico ha registrado unos 13,000 temblores en la región, que cubre la zona entre los pasajes de Anegada y Mona. Un aumento drástico si se compara con los 4,000 eventos que, en promedio, se reportaban anualmente.

Relacionadas

“El 2020 marca lo que es el año más activo que la Red Sísmica ha tenido que procesar desde que está monitoreando. No tiene precedentes”, describió Víctor Huérfano, director de la Red Sísmica.

Sin embargo, la cifra podría aumentar a unos 15,000, según sus proyecciones, ya que todavía faltan temblores por procesar.

Prácticamente, han sido “muy pocos” los días en los que no se reportaron eventos sentidos en la zona durante el 2020. Enero fue el mes más activo y el día 8 se superaron los 1,000 eventos.

“Según los que monitorean temblores a nivel mundial, hubo par de días que fue la zona más activa del mundo. Era tanto el nivel de actividad diaria que fue, dicen los científicos, la secuencia más productiva”, destacó el experto.

Hasta el momento, los últimos dos sismos apreciables fueron el pasado 24 de diciembre.

“En cualquier momento pudiese ocurrir”

Huérfano recordó que el Servicio Geológico de Estados Unidos y expertos de la Universidad de Puerto Rico Recinto Universitario de Mayagüez mantienen el pronóstico para el suroeste en “una alta probabilidad de réplicas”.

“Todavía ellos entienden que no ha terminado esta secuencia. La razón es que son varias fallas y todavía hay actividad en ellas”, dijo.

Pero no es solo el suroeste del archipiélago borincano. Todo Puerto Rico e Islas Vírgenes tienen un nivel de exposición y riesgo a eventos sísmicos “un tanto alto”.

“En cualquier momento un evento pudiese ocurrir”, apuntó.

Una familia de fallas

La secuencia sísmica provocó que los científicos descubrieran las relaciones que hay entre las fallas que se encuentran en la zona.

“Es una zona bien compleja en términos de fallamientos. Una falla se mueve, esa falla entonces induce algún tipo de movimiento en otra, esa en otra, y así se han mantenido durante todo este año, con ese nivel de actividad”, mencionó Huérfano.

Es por esa razón que el primer terremoto ocurrió en la Falla de Punta Montalva, pero el impacto de la energía liberada en otras fallas asociadas en la zona provocó la secuencia.

“El evento principal fue en una falla asociada, no fue en Montalva. Fue en una falla que ya le pusieron nombre: Placa Occidental del Cañón de Guayanilla”, añadió el director de la Red Sísmica.

Posteriormente, los expertos encontraron que en la zona suroeste no solo existía Montalva y el Cañón de Guayanilla, “sino que eso era una familia adicional de fallas. Concluyen que hay por lo menos cinco fallas más en esa zona”, apuntó.

Por su parte, el geomorfólogo José Molinelli explicó que las fallas se han ido interconectando.

“Mucha de esta actividad que está ocurriendo ahora lo que está haciendo es reconectando fallas que estaban inconexas para crear una falla más continua y más larga que potencialmente podría propender a generar un sismo que fuera significativo”, dijo.

Cambios geomorfológicos

Uno de los impactos que ha dejado la secuencia sísmica han sido los cambios geomorfológicos en la costa suroeste del País.

Molinelli indicó que hay que estudiar el impacto de la reducción en el nivel de la superficie terrestre de unas ocho pulgadas en una zona al sur de la bahía de Guayanilla.

“Eso fue un patrón muy interesante ya que en la región suroeste de Puerto Rico se desarrolló una estructura en forma de abanico, con descensos topográficos en unas zonas y unos ascensos en otras”, sostuvo.

Mientras, Huérfano destacó que es “muy probable” que en el fondo oceánico también haya habido cambios.

“Los corales se han visto afectados también, aunque ellos tienen la capacidad de recuperarse, pero también hubo efectos en el ambiente marino. Cuando hay un evento sísmico eso es típico que ocurra. Lo que no va a ocurrir es que la Isla se hunda completa, se quiebre o se parta por la mitad porque eso no funciona así. Ocurre en millones de años”, aclaró.

Construir un País resiliente

Molinelli está seguro de algo: “Va a seguir temblando”. Es por esto que cuestionó la pasividad con la que el gobierno ha atendido el asunto.

“Aquí ocurrió el evento y para efectos prácticos es como si ya hubiera pasado, ha quedado al margen de la consciencia pública y no veo un sentido de urgencia con respecto a cómo preparar el País y hacerlo resiliente contra terremotos y otros peligros naturales que nos pueden afectar”, manifestó.

Es por esto que ofreció una serie de recomendaciones que, de corregirse, reducirían la vulnerabilidad de miles de estructuras y protegerían la vida de decenas de miles de personas en caso de que ocurriera otro fuerte terremoto en Puerto Rico.

Uno de los aspectos que más le preocupa es que cientos de escuelas presentan “una vulnerabilidad muy alta” por el diseño de columna corta; y lamentó que las autoridades no utilizaran el tiempo de aislamiento durante la pandemia, cuando las escuelas están sin estudiantes, para atender el problema.

“El gobernador ha dicho que para marzo espera que las escuelas se puedan abrir y yo sostengo firmemente que no se pueden abrir, a menos que no se garantice que son sismorresistentes. Sin embargo, sabiendo que son vulnerables en caso de un terremoto fuerte, el gobierno quiere abrirlas, poniendo en un alto riesgo la vida de nuestros hijos, maestros y todos los que trabajan en esas instituciones. No se puede permitir”, argumentó.

El geomorfólogo exhortó al gobierno a entrar en un programa acelerado de reforzamiento de la infraestructura escolar para garantizarle la seguridad a la comunidad escolar.

“Según ocurrió ese sismo, prácticamente sin que la gente esperara que fuera tan fuerte y colapsó la escuela superior de Guánica, de igual manera puede ocurrir un sismo en horas de clase con nuestros niños y vamos a tener una tragedia mayor”, ejemplificó.

Otro de los asuntos a atender –y en el que coincidieron Molinelli y Huérfano– fue en desarrollar un plan para reforzar las estructuras en alto riesgo.

“Son situaciones que el gobierno tiene que velar. No es penalizar. La gente construye como puede. Tienen sus chavitos y necesitan darle un hogar a su familia, pero los chavos no dan para más y hacen una columnita que puede ser a la larga un peligro porque puede representar una debilidad para un terremoto. Que el Estado ayude a esas familias para que tengan un hogar seguro”, sugirió Huérfano.

Mientras, Molinelli lamentó la falta de un plan sistemático para mitigar los daños de las “decenas de miles de estructuras” que poseen columnas altas de longitud desigual.

“Vimos como colapsaron, según había indicado hace décadas. Si ocurre un sismo en otra región de Puerto Rico, como en el este o noroeste, hay miles de casas de ese tipo con familias completas que pueden sufrir casi una catástrofe”, indicó el geomorfólogo.

También, sugirió idear un plan de relocalización de las personas que viven en estructuras comprometidas, especialmente las viviendas en el sur que se encuentran al nivel del mar y que, de ocurrir un tsunami, podría ser “devastador”

Asimismo, Molinelli criticó que la Junta de Planificación “no está regulando los usos de la tierra de acuerdo a la vulnerabilidad sísmica de las áreas”. Sostuvo que la agencia “no tiene reglamentos” para determinar qué usos se permiten o no, según los peligros geológicos inducidos por terremotos.

“Ahora mismo en Puerto Rico hay cientos de miles de estructuras que están ubicadas en zonas que son susceptibles a los efectos de los tsunamis. En el proceso de dar permisos de construcción, ubicar escuelas nuevas, centros comerciales o facilidades críticas no se está considerando si están en área de tsunami”, dijo.

Además, le sugirió a la Legislatura a preparar medidas encaminadas a que los ciudadanos conozcan si el edificio en el que van a entrar presenta un riesgo alto, moderado o bajo en caso de terremoto.

“No se ve un compromiso con transformar y hacer un país planificado para que verdaderamente sea resiliente. Se habla, se dice, pero no se hace nada. Cuando ocurra un evento natural extremo, si planificamos bien el país, no vamos a tener que ir a rogarle a FEMA (Agencia Federal para el Manejo de Emergencias) que financie los errores de planificación que nosotros mismos cometimos. Tenemos que asumir los puertorriqueños la responsabilidad de hacer un país en lugares seguros y dejar de ubicar infraestructuras en áreas de alto riesgo. Cuando hagamos eso, habremos dado un paso positivo para volver a poner a Puerto Rico en sus propios pies”, analizó.

“Es ahora que tenemos que actuar”

Ante la posibilidad de que ocurra algún evento sísmico próximamente en el País, Huérfano instó a la ciudadanía a tener los “planes al día”. Mientras, les urgió a las autoridades a incluir la parte emocional, social y humana en los planes de respuesta y recuperación.

“En Puerto Rico tenemos que reconocer que según han ocurrido terremotos fuertes en el pasado así mismo van a ocurrir en el futuro y no nos podemos quedar de brazos cruzados”, expuso Molinelli.

Es por esto que animó a reconstruir un Puerto Rico que tome en cuenta no solo el peligro de los terremotos, sino las inundaciones, huracanes, el cambio climático en las costas, la erosión costera, el colapso en el karso de sumideros y estructuras, así como los deslizamientos y movimiento de masas en el interior montañosos central.

“Si tuviéramos un país resiliente, bien planificado, puede venir cualquier evento y los daños van a ser mínimos. Estamos aquí sin reaccionar, sin tomar medidas proactivas, pasivos. ¿Vamos a esperar a que venga un evento grande para ver una catástrofe? Es ahora que tenemos que actuar”, sentenció.