Los apretones y agarrones por el cuello eran constantes, no dejaban marcas visibles en su piel, pero poco a poco, iban deteriorando su salud física y emocional.

Gabriela, nombre ficticio de nuestra entrevistada, estuvo sometida por ocho años a un patrón de maltrato en el que muchas veces fue víctima de episodios de estrangulación no letal, incluso frente a sus hijos. Con muchos retos y obstáculos recurrió a los tribunales hasta que logró salir del ciclo de violencia machista que apagaba su vida. Ahora, desde el anonimato, pues todavía teme por su seguridad, quiso brindar su testimonio para que otras mujeres puedan buscar ayuda a tiempo.

“Cuando (su exesposo) me agarraba por el cuello me sentía impotente, porque primero, es algo que tú no esperas que te pase y te sientes impotente. No sabes a quién vas a recurrir porque piensas que no te van a creer, que van a pensar que es tu culpa, que siempre hay un motivo. Después de los agarrones, él seguía como si nada y uno llega al punto de no saber hacia dónde mirar y ni qué hacer, porque uno tiene hijos y cuando uno tiene hijos uno teme por ellos y por su seguridad también”, narró a Primera Hora la mujer de poco más de 30 años de edad.

Contó que tuvieron un noviazgo de alrededor de un año y una vez casados, comenzaron las desavenencias, que fueron incrementando en la relación de pareja. “Fueron muchas las veces que me agarró por el cuello, muchas…”, rememoró.

¿En esos momentos, temías por tu vida, pensabas que te ibas a asfixiar?, ¿Cómo eran esos momentos?, preguntamos.

“Yo sacaba valor de donde no tenía y le decía: ‘si me vas a matar, hazlo de una vez’. Llegó a un punto en que la realidad es que él me lastimaba y estaba bastante tiempo lastimada”, sostuvo.

Relató que esos episodios se prolongaron por años y que en ocasiones se lo contó a familiares, “pero la realidad es que no me creyeron”.

¿Cuál es tu mensaje a otras víctimas?

“Que no aguanten, que a la primera vez te levante la mano siquiera, aunque no te dé, aunque sea un empujón, aunque solo te agarre por el brazo, aunque trate de agarrarte por el cuello y esa vez, no te pasó nada más, si te pone la mano encima de una manera distinta a una caricia, hay que correr (a buscar ayuda) porque, tristemente, no sabemos cuál será el último día”, expresó.

En retrospectiva, a la luz de su experiencia asegura que “debí salir corriendo de aquella pesadilla, arriesgué mi vida de una manera terrible y lo hice tratando de salvar a mis hijos”.

Gabriela narró que, en ocasiones, cuando el hombre la agarraba por el cuello en presencia de sus hijos, él trataba de justificarse diciendo que era una broma. “No te hice nada”, eran las palabras que él decía frente a los niños. “No se me veía nada, no me dejaba marcas, pero me lastimaba y había empujones”, dijo para agregar que en algunas ocasiones el hombre le lanzaba con objetos.

“Hubo muchas situaciones de maltrato diferente, muchas. Estoy segura que debe haber muchas mujeres que, como yo, que a lo mejor no creen que les va a pasar nada o que eso va a cambiar o que va a mejorar. Creánme, eso no cambia, no mejora, empeora y mucho. Que yo salí y que Dios me salvó, por decirlo de alguna manera, porque corrí y al fin y al cabo lo logré, pero sé que hay muchas que no lo logran”, lamentó.

¿Qué te llevó a buscar ayuda?

“Ya yo estaba desesperada y cada vez él se ponía más agresivo, más violento”.

Relató que el hombre controlaba todo lo ocurría en el hogar, le revisaba el celular y vigilaba cada paso que ella daba.

“Cuando llegaba a la casa era a pelear, a tirar todo y mis hijos y yo, en una esquina hasta que se acababa ese día…”, dijo para recordar que una vez separados, “él trató varias veces de que volviéramos y me amenazaba con mis hijos”.

“Creo que tal vez estuve a días de no contarlo y pude haber sido una de esas (víctimas) que veo en los periódicos y me pongo a llorar. Le doy gracias a Dios porque me salvé, pero lloro porque ellas no pudieron, porque ya ellas ya no lo pueden contar. Y son cosas que, aunque hayan pasado hace muchos años, golpean, porque uno se vio en ese espejo alguna vez. Nadie por la razón que sea, merece que otra persona lo coaccione y lo maltrate. Y si este testimonio sirve para que otras mujeres no caigan sería bueno, porque ya basta de que nos estén haciendo tanto daño. La marca va más allá de lo que muchas personas puedan creer…”, aseveró la mujer, quien trata de rehacer su vida al lado de sus hijos.

La estrangulación y asfixie no letal

Hace unas semanas, el Departamento de Justicia reveló que ha identificado en Puerto Rico unos 127 casos de estrangulamiento y asfixie no letal, que datan de los últimos cinco años. Los casos son parte de un proyecto piloto que la agencia lleva a cabo con el Instituto de Prevención de Estrangulamiento de San Diego, California, organización que, con un grupo de expertos, ofreció un adiestramiento a fiscales, policías, jueces y a representantes de organizaciones comunitarias para capacitarlos en torno a esta peligrosa modalidad.

“Además de puños y bofetadas, los agresores utilizan también esa forma de intimidación, el estrangulamiento como una forma para poder, incluso, hasta asesinar a su víctima”, sostuvo la presidenta de la Red Nacional de Albergues de Violencia de Género, Vilmarie Rivera Sierra, quien participó en el adiestramiento.

La también directora ejecutiva del Hogar Nueva Mujer indicó que el estrangulamiento y asfixie no letal es uno de los mecanismos de intimidación que la parte agresora utiliza para poder ejercer la violencia física en una relación.

“Cuando hacemos la indagación de cómo fue el incidente particularmente, el estrangulamiento es una de las manifestaciones que nos narran las víctimas y nos parece sumamente importante que se pueda capacitar tanto a los fiscales, policías, entidades sin fines de lucro para que puedan identificar y tener los recursos necesarios para que esos casos cuando se lleven a un tribunal puedan tener todos los componentes y elementos necesarios de manera que se pueda adjudicar esa responsabilidad a la parte agresora”, sostuvo la líder feminista, quien fue parte del grupo PARE.

En Taller Salud, otra organización comunitaria de apoyo y servicios a las víctimas de violencia de género, alrededor de un 35% de las personas a quienes han prestado ayuda sicosocial ha tenido algún tipo de experiencia de estrangulamiento no fatal.

“Usualmente, ellas no utilizan esa palabra, pero sí dicen que las agarraron por el cuello, que les presionaron el cuello y ya uno sabe que ese tipo de caso representa un alto potencial de peligrosidad y es necesario que se hagan planes de acción y seguridad para esa persona y los referidos pertinentes”, dijo Ilia Vázquez Gascot, psicóloga social comunitaria de Taller Salud, quien al igual que Rivera Sierra, participó en el adiestramiento.

Vázquez Gascot sostuvo que, en Puerto Rico, usualmente, hay que preguntarles a las víctimas de violencia de género si han sufrido estrangulación no letal.

“Si no les preguntamos ellas, no lo van a decir porque ciertamente se minimiza en parte porque las mujeres no tienen idea de los posibles efectos secundarios que tiene el hecho de que le presionen en el área del cuello y que haya una obstrucción en el flujo de oxígeno y sangre al cerebro y a otras partes del cuerpo”, afirmó.

La psicóloga destacó la importancia de que haya un trabajo “más coordinado” entre las agencias y organizaciones que intervienen con sobrevivientes. “Hace años que venimos viendo casos de estrangulamiento y los más notorios son los que culminan en muerte”, dijo para mencionar tres de estos casos recientes: el de una joven enfermera de Sabana Grande que cuidaba a un veterano, estrangulada y posteriormente agredida sexualmente por el joven que la estranguló; el de una vendedora de seguros también agredida sexualmente y estrangulada en el área de Bayamón y el de una guardia de seguridad estrangulada por otro guardia de seguridad, en Utuado.

“Estos no son casos ajenos a Puerto Rico y lo que la literatura ha documentado es que alrededor de un 68% de las mujeres que ya están en una relación donde experimentan violencia, van a sufrir alguna forma de estrangulamiento no fatal. Esto es más frecuente de lo que pensamos”, sostuvo Vázquez Gascot.

Favoreció que el estrangulamiento sea definido en el Código Penal de Puerto Rico, pero sostuvo que no debe limitarse solo a las relaciones de pareja porque “el estrangulamiento es una herramienta más de las violencias de género, que no es solamente violencia doméstica”.

La psicóloga subrayó que en el estrangulamiento la primera bandera de alerta es que cuando una mujer en una relación de pareja ha sido estrangulada de manera no fatal, tiene una alta probabilidad de ser asesinada.

Dijo que la estrangulación es un evento traumático que tiene efectos neurológicos en la memoria y sistema nervioso; apenas unos segundos del proceso de estrangulamiento empiezan a morir neuronas por lo que se compromete la capacidad cerebral de una persona y existe el riesgo de sufrir un derrame cerebral a días semanas y hasta meses del evento. También, indicó que puede haber daño a las cuerdas vocales y problemas al tragar.

La psicóloga también dijo que el estrangulamiento incluso se da dentro de algunas relaciones de pareja como una forma de maximizar la experiencia sexual. “Esto no exime a la persona que realiza el acto de las consecuencias. No hay manera de justificar que la persona que fallece consintió al acto. Sí, es parte de lo que se da y hasta ha habido revistas conocidas promoviendo que se incorporen prácticas de estrangulamiento durante el acto sexual para maximizar el placer”, observó la doctora.

Tu Paz Cuenta, con el número 787-697-1120, es la línea de ayuda de Taller Salud para sobrevivientes de violencia de género.