Las luces de una ciudad de Belén a escala, ubicada en las entrañas del pueblo de Morovis, obligan a conductores y transeúntes a detenerse cada día y noche para vivir, desde la esquina de la calle Baldorioty, el milagro de la Natividad.

La iluminada vitrina, que recrea algunas de las estampas que habrían ocurrido alrededor del nacimiento del niño Jesús, contrasta con la imagen sombría de una plaza de recreo apagada, sin adornos y carente de espíritu navideño.

Figuras animadas, estructuras que evocan la fecha bíblica, pastores, camellos, ovejas y toda clase de animales, construyen el pequeño pueblito de unos 14 pies, ubicado detrás de la oficina del médico generalista Francisco del Río, gestor del llamado Nacimiento de Morovis. La iniciativa, que ya se ha convertido para el galeno en tradición, es una forma de regalar alegría a sus compueblanos, de llevar ilusión a los niños y niñas, y de alentar en las generaciones más jóvenes la inquietud por continuar con su legado.

Del Río explicó que su devoción y entusiasmo por la construcción de nacimientos se originó cuando era niño y crecía en el pueblito de Valdemoro, situado al lado de la ciudad de Madrid, en España.

“Nosotros vivimos allí hasta mis ocho años porque mi papá estudió medicina allá. En esa época, yo estoy hablando de finales de los 60, principios de los 70, se usaba mucho que en Navidad, en todos los comercios ponían un nacimiento. Esos nacimientos, los visitaba la gente. Entonces, mis dos hermanos y yo íbamos visitando esos sitios. Eso a mí me causó una impresión brutal”, manifestó con emoción el hombre de 56 años.

La inquietud por hacer un nacimiento siempre se mantuvo con él, y cuando se mudó con su familia a Morovis, encontró en uno de sus tíos al que eventualmente se convertiría en su primer cómplice. El tiempo pasó, se trasladó a España nuevamente para estudiar medicina y a su regreso, el sueño no había muerto. Fue entonces que junto a su tío y la esposa de este hicieron el primer nacimiento dentro de una oficina. El mismo ocupaba un cuarto entero.

Entonces descubrió que lo que realmente le daba sentido a ese sueño era poder compartirlo con el mayor número de personas. Según fue mudando el nacimiento de un lugar a otro, este fue creciendo hasta que se convirtió en el especial espacio que es hoy.

Para darle forma a su proyecto, el facultativo se prepara desde septiembre, pero las dos semanas antes de la inauguración son las más intensas, cuando el trabajo arrecia y el flujo de pacientes no cesa.

Aunque el esfuerzo es mucho, le motiva ver los rostros de los niños y niñas al observar el espacio que ha creado por ellos, el cual complementa con un buzón donde estos pueden escribir sus peticiones a los Reyes Magos. Las solicitudes de los pequeños lo conmueven cada año hasta las lágrimas. 

“El contenido de las peticiones son más cuestiones espirituales religiosas, de necesidades. Hay cartas donde un niño pide que su papá salga de la cárcel, donde un niño que tiene un hermanito que está enfermo pide que este se mejore”, explicó sobre las cartas que lee al vaciar el buzón para dar espacio a las del nuevo año.

A juicio suyo, la magia de la Navidad existe en la medida en que se cree en los deseos que se manifiestan a través de los pedidos al niño Jesús y los Magos de Oriente.

“El deseo se tira al universo y está en el universo; yo creo en eso”, afirmó con convicción.

Con el gesto que ha realizado por más de una década en Morovis, el doctor Del Río busca además retribuir de alguna forma a ese su pueblo por todo el cariño que ha recibido a través de los años.

“Yo soy de aquí, en el sentido de que yo llegué de España aquí, jugué baloncesto aquí, jugué en las categorías de Morovis, y era muy conocido aquí, pero me fui, y al regresar, como quiera el cariño de la gente (estaba ahí). Y eso es algo que yo quiero agradecer”, sostuvo.

“¿Tú ves eso ahí afuera? Está a oscuras, el pueblo está deprimido. Morovis económicamente está mal y esta no es de las plazas que se luce por ser espectacular, pero yo hago la gestión de que quiero que esto esté bonito y obsequiarles algo a mis pacientes”, continuó. 

En esta etapa de su vida, su deseo de Reyes es lograr que no muera esa tradición que él inició. Es por esa razón, que desea con mucha fe poder tocar el corazón de algún niño, de la misma manera que el suyo fue tocado cuando pequeño en Valdemoro. 

“Yo siento que pueda perder la fuerza para hacer lo que hago. Por eso digo que ya tiene haber la persona que me va a sustituir”, manifestó con la voz quebrantada y al recalcar lo especial que es la  Navidad por su capacidad para transformar vidas.

Cada año, el Nacimiento de Morovis es dedicado a alguien. Este año, el honor lo tuvo el grupo Misioneros Maristas del Colegio Marista de Manatí, donde su hijo de nueve años estudia desde pequeño. Allí, cada de año, desde que el niño estaba en preprekinder, el médico obsequia a su salón de clases un nacimiento con la idea de que la tradición se extienda.