Guayanilla. El mar le hizo frente al río. Así describen los guayanillenses la marejada ciclónica ocasionada por el huracán Fiona, que la tarde del domingo y madrugada del lunes arrasó con residencias y negocios en el litoral costero de la Tierra de Agüeybaná.

En la tarde de hoy, martes, residentes, pescadores y comerciantes sacaban todavía el agua del embravecido mar Caribe que se adentró con lodo y escombros, varios pies en calles y casas del humilde sector, donde dejó marcadas sus huellas.

Wilfredo Anavitate, quien limpiaba su vivienda, relató que es la segunda vez que el mar entra en su casa, pero nunca había hecho tanto daño.

“La primera vez fue con las lluvias de la tormenta Eloísa (1975), pero esa vez el mar solo entró una o dos pulgadas. Esta vez fueron 12 pulgadas. Yo había pasado otros huracanes aquí, pero ninguno como este, por lo menos para nosotros en esta área”, narró Anavitate, quien dijo que durante la inundación costera se encontraba solo en la residencia. Su esposa Carmen y su hija, Jenny se encuentran en Estados Unidos y su hijo Wilfred pasó el temporal en la casa de un amigo.

Anavitate contó que cuando el mar comenzó a llegar hasta la vivienda en concreto, él estaba en el patio picando un árbol que había caído encima de su carro.

Hoy con la ayuda de su compadre, José Luis Rodríguez, y de otros buenos amigos y vecinos, sacaba el agua y lodo de la casita que con mucho esfuerzo el electricista construyó hace 30 años. Dijo también que la vivienda se afectó con el terremoto del 7 de enero de 2020, pues el piso se hundió en algunas partes de la sala.

“Todavía no nos habíamos recuperado de los temblores y ahora viene Fiona”, expresó el hombre que perdió todo en la residencia, enseres, camas, ropa y muebles.

“El río no pudo salir, porque la mar llegó y paso de los negocios. El río venía para desembocar en el mar, pero la mar no lo dejó salir”, expresó su compadre, quien lo ayudaba en las labores de limpieza.

En otra residencia cercana a la de Wilfredo Anavitate, su hermano David, quien es pescador, buscaba entre los escombros sus artes de pesca. Logró salvar la lancha que “salió disparada”, pero un trasmallo (red), no aparecía.

“Yo traté de salvar las cosas mías, porque como estaba demasiado fuerte no pude bregar…con la brisa y las ráfagas de 75 millas por hora no podía hacer na’ y me quedé mirando’”, expresó el pescador de 65 años de edad.

“El zinc por lo menos no se me fue, pero perdí las camas, ropa, la compra, el televisor. Todo lo adentro de mi casa y de mis nenas”, lamentó con voz quebrada Yesmarie Rodríguez Ramírez, madre de dos niñas de 7 y 8 años. La joven madre se había ido a casa de una amiga a pasar el huracán y dijo que cuando regresó ayer, lunes, encontró todo inundado y las cosas flotando.

Por el momento, indicó, que se está quedando “con unas amistades” porque no tiene familia. “Las niñas están con el papá mientras me puedo reubicar y me dan las ayudas necesarias”, expresó la guayanillense.

En la misma calle, ya en la esquina, el comerciante y pescador Herminio Rodríguez mostró cómo el mar inundó su negocio La Rinconada Sea Food y su residencia, contigua al establecimiento comercial.

“Mi negocio ha quedado sepultado y mi casa también. Perdí todo lo de la casa y todo lo del negocio, las neveras, freidoras y los enseres. Ya no voy a poder operar aquí debido a la situación en que nos encontramos. Son cosas de la naturaleza, pero así quedamos todos afectados. La orilla de la mar ya la tengo más adentro y en cualquier otro evento esto va a seguir más malo todavía”, lamentó Rodríguez.

“Supuestamente con los terremotos el terreno bajó de siete a ocho pulgadas, por eso esta vez, la mar entró con más facilidad”, agregó el comerciante.