Para los 106 refugiados que pasaron la noche en la escuela Lino Padró, de Vega Baja,  fue muy difícil dormir mientras el huracán María retumbaba fuerte en las ventanas y la lluvia entraba dejando todo el plantel inundado y en penumbras.

“Todo se inundó, fue horrible, fatal” reiteró la coordinadora de refugiados Tania Miranda.  “Estuvimos en todo momento sacando agua por todos lados por la noche por las filtraciones”, afirmó.

El edificio estaba oscuro porque la planta generadora de electricidad tampoco funcionó, denunciaron las personas que buscaron protegerse del peor fenómeno atmosférico reportado en la isla desde San Felipe en 1928.  Entre estos, había 26 menores de edad y 20 incapacitados.

Debido a que el único baño destinado tanto para hombres como mujeres no tenía cisterna de agua, las personas que habían buscado refugio tuvieron que recoger el agua de lluvia en envases plásticos grandes. 

El panorama se complicaba en la medida que llegaban en la noche del martes cerca de un centenar de residentes de Los Naranjos, quienes habían sido rescatados de las inundaciones del río Cibuco y el caño Caribe.

Los nuevos refugiados no contaban con los catres para poder descansar, como había adelantado este medio, por lo que esperaban sentados en las butacas el salón de teatro.

“Hay que salir de aquí mañana”, le comentó Yamil Acosta a su esposa en medio de la oscuridad mientras observaba a los refugiados que entraban. “Es que es un solo un baño y mira todos los que han llegado. Está inundado pero vamos a tener que buscar cómo salir”.