Hacen del parque Luis Muñoz Marín un lugar mejor
El trabajo que hacen los jóvenes con síndrome Down y autismo resulta inigualable, tanto para ellos como para el parque.
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 6 años.
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Son sus manos las que trabajan la tierra en la que diariamente se siembran diversas plantas y árboles – frutales, ornamentales, medicinales y hospederas de mariposas- que decoran el vivero que da vida a los jardines del parque Luis Muñoz Marín en San Juan.
Algunos visitantes se detienen a ver la pasión con la que manejan la instalación agrónoma, pero pocos saben que detrás del cuido del hermoso paisaje está un grupo de jóvenes adultos con condiciones especiales, como autismo y síndrome de Down, a los que se les dio la oportunidad de tener por primera vez una experiencia laboral en una tarea que, más allá de los ingresos, sirve para ampliar la visión de aquellos que alguna vez dudaron de sus capacidades intelectuales.
El grupo -compuesto por 12 jóvenes egresados del Colegio de Educación Especial y Rehabilitación Integral (Coderi)- trabajan en dos turnos, los cinco días de la semana, en un horario parcial de cuatro horas que les permite, entre otras cosas, crear composta, correr el sistema de pesaje de material reciclable, asistir a la bióloga del lugar en el laboratorio de mariposas y desarrollar todo el proceso de elaboración en el vivero, el cual va desde siembra en semillero y esqueje, hasta desyerbo y trasplante de plantas.
La producción de los jóvenes, no sólo se usa para embellecer el parque -de hecho, fue vital para la recuperación del espacio natural tras el azote del huracán María- sino que también se utiliza para decorar otras áreas verdes alrededor de la capital.
“Aquí en el vivero hago prácticamente de todo. Siembro semillas tanto ornamentales, frutales, medicinales y plantas hospederas… también barro y recojo las hojas”, dijo orgulloso de su gestión César José Ortega Ortiz, de 25 años, a quien por lo general se le ve siempre en los bancos de tierra y riego del lugar que tiene a la venta todo lo que se produce.
Otros, como Kimberly Velázquez Díaz, han descubierto a través de los años que llevan laborando en el parque una pasión especial por la fauna.
“Me encanta y me ha ayudado a cuidar más a los animales, a conocer el desarrollo de las orugas y mariposas… he aprendido mucho”, expresó con un contagioso interés.
Reconoció, además, lo significativo de tener una experiencia de trabajo en el que no la limitaron por su condición de autismo.
“Somos un grupo de educación especial… somos un grupito de 12 que nos llamaron y dieron oportunidad de trabajar aquí y la experiencia ha sido buena... Llevamos trabajando tres años y la experiencia ha sido increíble y me llevo bien con todos mis colegas”, agregó Kimberly, quien usualmente está en el mariposario.
La faceta de liderazgo ha sido otro factor desarrollado por los participantes, al extremo que algunos de ellos, como José Ricardo Martínez Fernández, han sido seleccionados como guías para explicar a los visitantes del parque el proceso de trabajo en el vivero.
“Honestamente, creo que este es un trabajo maravilloso y, aunque no tiene que ver con lo que realmente estudié (bachillerato en Historia de la Universidad de Puerto Rico, Río Piedras), es una buena experiencia… lo más que me gusta es que aquí se trabaja en equipo”, dice el experto también apasionado de la crítica de cine.
“Es el mejor equipo de trabajo que pueda tener”, añadió.
A la bióloga Tania Marrero, encargada del vivero, se le ilumina el rostro al hablar de sus empleados.
“Estoy bien orgullosa de todos. Para mí es el mejor equipo de trabajo que pueda tener”, dice.
Marrero siente que la experiencia de supervisar al grupo ha sido más enriquecedora para ella, que para los mismos muchachos.
“A nivel profesional y personal todos los días aprendo con ellos… es tanto el orgullo que siento, porque sé que se superan y sobrepasan retos diariamente. Estamos hablando de jóvenes que cuando entraron al programa, algunos no podían tocar la tierra por cuestiones sensoriales provocadas por su misma condición y han superado esos temores. Otros no hablaban, estaban todo el tiempo callados y ahora los ves hablar con confianza”, agregó la bióloga.
Agradecidos los padres
La satisfacción por la labor realizada en el vivero trasciende también a los progenitores de los empleados, quienes valoran la visión que tuvo el Municipio de San Juan para dar una oportunidad de empleo a sus hijos sobrepasando los estigmas establecidos por la sociedad.
“Lo más importante también ha sido demostrar que estos muchachos tienen potencial de trabajar en otras áreas, más allá que acomodando potes en un supermercado o realizando labores de limpieza en restaurantes o centros comerciales. Son personas con potencial de desarrollo como cualquier otra”, expresó Lourdes Fernández, madre de José Ricardo.
“Como mamá, me da pena saber que hay jóvenes que se quedan en sus casas por falta de oportunidades. Para mi hijo es un orgullo tener trabajo, recibir un salario, manejar su dinero… realmente es una bendición”, agregó.
De otra parte, Karen Díaz, la mamá de Kimberly, resaltó lo gratificante que ha sido ver a su hija iniciar una vida independiente.
“El trabajo la ayudado a desarrollarse, al punto que ella no se atrevía coger una guagua pública -menos el tren- y ver que ahora lo lograr para cumplir con su responsabilidad de trabajo ha sido espectacular. Esa total independencia es algo que pensábamos que jamás iba a suceder”, expuso.