Salinas. Aguirre “es otro mundo”.

Desde que dos rieles del tren en medio del pavimento y un letrero rosado anuncia con un peculiar código postal, el 00704, la llegada a este poblado, se percibe un cambio en el ambiente, como el observado en los pueblitos sureños de los Estados Unidos.

Una vez se pasan largas extensiones de terrenos, que alguna vez estuvieron sembradas de caña, comienzan a observarse peculiares casas antiguas de madera. Algunas muestran los signos del deterioro y el abandono.

Otras residencias resaltan la belleza de una arquitectura de principios del siglo XX, muy distinta a las viviendas del resto de las comunidades salinenses o de la Isla en general.

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Su estilo fue descrito a Primera Hora por el arquitecto Roberto García como “un bungalow americano con concepto de la arquitectura tropical sureña de Estados Unidos”. Todas son de madera, con un balcón y siempre han estado pintadas de blanco.

La comunidad se levantó en la década del 1920 como soporte a la emblemática central azucarera Aguirre, que fue ejemplo para el desarrollo de la industria en toda América Latina. Allí residían los jornaleros, los supervisores, los gerentes y el presidente del llamado “Company Town”, el terrateniente Ignacio Rodríguez La Fuente.

El poblado se desarrolló con 246 casas, clubes sociales, un campo de golf habilitado en el 1922, un hospital, una escuela pública para los pobres, llamada Woodrow Wilson, y una escuela privada para los adinerados, un hotel, un cine, un telégrafo, un centro comercial, un negocio de venta de hielo, una gasolinera, así como una plaza pública.

La emblemática comunidad en Salinas está unida en un esfuerzo para que sus antiguas casas de madera vuelvan a recuperar el esplendor de hace 100 años

“Básicamente, esto era un pueblo dentro de otro pueblo”, relató el portavoz de la Iniciativa de Ecodesarrollo de la Bahía de Jobos (Idebajo), Josué Claussell Rivera.

A más de un siglo de que esta joya histórica fuera levantada a orillas de la Bahía de Jobos, un esfuerzo entre organizaciones sin fines de lucro, la comunidad y el gobierno se ha impulsado para que las viviendas vuelvan a recuperar su lustre.

El arranque del proyecto

El presidente de la Junta de Gobierno del Centro de Conservación y Restauración de Puerto Rico, el arquitecto Pablo Ojeda O’Neill, precisó que el proyecto de restauración de viviendas en Aguirre inició en enero, cuando siete hombres y tres mujeres de Salinas comenzaron a aprender carpintería y ebanistería arquitectónica para propiedades antiguas.

Bajo el pago de un estipendio, estos trabajadores no sólo se educaron, sino que han tenido la tarea de reparar secciones de tres de las residencias de Aguirre. En unas pusieron en práctica lo aprendido en un techo de zinc, en otra están en proceso de reparar un balcón y en la tercera han remplazado una pared que estaba afectada por la polilla.

El dinero para este proyecto, que culmina en julio próximo, salió de fondos federales del Servicio de Parques Nacionales asignados a la Oficina Estatal de Conservación Histórica y de la organización World Monuments Funds.

“Esto fue un proyecto piloto muy particular. Se tenían los dineros para intervenir tres (casas). Pero es que la idea es que estos trabajadores que van a salir de aquí, que se van a graduar de nuestro taller, sean los que sigan haciendo el trabajo de reparar otras viviendas. En lo que nos hemos enfocado con ellos es que no van a decir: ‘Voy a restaurarte toda la casa’. No, porque te van a decir: ‘No tengo los chavos’. Es buscar cuál es tu prioridad, qué es lo que está peor en tu casa. ¿Es el piso? ¿Es el balcón? ¿Es el techo? ¿Te liquea todavía? Entonces, es ir interviniendo en las casas poco a poco. Ya muchos de los propietarios se nos han acercado con que ‘es que tengo esta pared, es que el balcón, mira que los techos’”, detalló Ojeda O’Neill.

Norberto Anaya Valdespino es uno de los contratistas del proyecto. Tiene 74 años de edad y trabajó en la Central de Aguirre en su juventud.
Norberto Anaya Valdespino es uno de los contratistas del proyecto. Tiene 74 años de edad y trabajó en la Central de Aguirre en su juventud. (Carlos Giusti/Staff)

Regresa a sus raíces

Entre los trabajadores se destaca Norberto Anaya Valdespino, que estudió en la escuela Woodrow Wilson, comenzó trabajando como “chiripero” en la central y ahora, a sus 74 años, quiso reparar esas casas que desde niño vio.

“Ahí trabajé muchos años. Era jovencito. Ya había terminado la ‘high school’ en Guayama y venía a traerle almuerzo aquí a los empleados y si faltaba alguien para llevar las muestras (de la melaza o el azúcar al laboratorio), el guardia me decía: ‘No te vayas, que van a necesitar chiriperos’. Ahí quedé como chiripero”, relató.

La central cerró al principio de la década de los años 90, dejando a la comunidad desempleada. Anaya Valdespino comentó que se fue a los Estados Unidos.

Ahora, como adulto mayor, regresó a sus raíces. Aun cuando nunca tuvo la dicha de residir en una de estas propiedades, recuerda con añoranza sus vivencias en la comunidad.

Esta oportunidad que me han dado de trabajar aquí me ha servido bastante bien, porque he aprendido”, manifestó el septuagenario, al tiempo que indicó que solicitó a este proyecto para “no estar de vago”.

“Así la edad no me suma y me siento más joven, con fuerza. Si estoy por ahí de vago, entonces, hubiera estado como un anciano”, explicó.

El hombre se acongojó cuando explicó la urgencia que se tiene de restaurar la comunidad Aguirre, que en el 2002 fue incluida en el Registro Nacional de Lugares Históricos y desde el 2020 figura en el registro de monumentos históricos en peligro de desaparecer a nivel mundial.

“Estoy donde me gané la habichuela, donde estudié en la escuela Woodrow Wilson. Es un recuerdo bien grande”, afirmó con añoranza.

A esta antigua propiedad en Aguirre se le restaura el balcón.
A esta antigua propiedad en Aguirre se le restaura el balcón. (Carlos Giusti/Staff)

Llegó el deterioro

La caída de la comunidad llegó con el cierre de la central azucarera, contó el portavoz de Idebajo.

Desde que fueron construidas, el mantenimiento de estas casas antiguas estaba en manos de la compañía. Sin embargo, con el cierre, el gobierno adquirió las tierras y pasó las viviendas a sus residentes o a sus hijos por $1. Esto dejó en manos de los nuevos propietarios, decaídos por la falta de empleo, el mantenimiento de las antiguas residencias.

Pero, fue el huracán María (2017) fue el causante del mayor deterioro de esta zona histórica. Claussell Rivera lo describió como “violento”. Los terremotos, sin embargo, no causaron daños.

“Muchas de esas casas que ustedes ven (destruidas), eso fue el huracán María… Antes del huracán María, sí había casas que estaban abandonadas, pero no estaban deterioradas como ahora. El impacto fue violento para esas casas”, sostuvo.

“Esta iniciativa es de urgencia, el lograr esta rehabilitación”, añadió el líder comunitario.

Para dar ejemplo, la organización Idebajo adquirió y restauró una de las viviendas para convertirla en un centro de actividades comunitarias. Claussell Rivera comentó que la restauración solamente les salió en $100,000.

“Es costoso arreglar estas casas aquí”, indicó al señalar que se deben seguir unos códigos establecidos por ser zona histórica.

Este alto costo ha llevado a algunos residentes a deshacerse de la propiedad antigua y construir propiedades modernas en hormigón. Durante un recorrido por la comunidad, Claussell Rivera señaló a Primera Hora que esos casos ocurrieron por la falta de supervisión del gobierno.

La propuesta comunitaria es lograr que Aguirre se pueda convertir en un centro turístico, que ayude a la comunidad a levantarse nuevamente.

“Estamos trabajando con unos guías turísticos, haciendo un proyecto socioeconómico que los jóvenes puedan utilizar eso de una forma de ganar dinero. Pero, primero es empezar a rehabilitar y que sea atractivo para la gente venir aquí. Como quiera, desde que tú entras aquí, la gente ve que entra a un mundo diferente”, afirmó el líder comunitario.

Mientras, para el Centro de Conservación y Restauración, el proyecto sirve para dejar un legado que demuestre que las viviendas antiguas de madera pueden recuperarse.

“Esto ha sido una cruzada mía personal, profesionalmente, todos los años que llevo en conservación, es demostrar que nuestra arquitectura de madera tradicional es recuperable, es restaurable y se puede seguir viviendo en ella. Que no hay que tumbarla para convertirla en cemento”, sentenció Ojeda O’Neill.