En cuestión de minutos, un golpe de agua invadió el hogar de Betsy Rodríguez Colón, destrozando a su paso casi todas sus pertenencias y, obligándola a correr hacia una calle cercana para salvar su vida.

No era la primera vez que esta juanadina, vecina de la urbanización extensión La Fe, lidiaba con la pesadilla que aparece cada año cuando el río Inabón se sale de su cauce e intimida a la población que reside a sus alrededores. Esta vez, impulsado por el huracán Fiona.

“Al desbordarse el río, entra por la parte de atrás del patio y ahí comienza a entrar en la casa del frente, choca ahí y entra también a mi casa. Subió el agua y casi todo se dañó. Fueron cerca de tres pulgadas y media. Fue bien impresionante, fue muy triste; ver que las cosas volaban”, recordó Rodríguez Colón, una educadora de 50 años.

“El agua entraba también por la ventana, comienza todo a mojarse y en cuestión de segundos, se inundó todo. Y lo poquito que habíamos recogido, volvía otra vez y se cayó, no pude salvar mucho, como todos aquí. Varios vecinos perdieron sus cosas. Perdí muebles, la nevera no sé si funciona porque no hay luz, tenía lavadora, dos juegos de mueble y en los cuartos, todo eso se dañó”, lamentó.

Aún se respira el olor a bache en su habitación, como si el evento hubiese ocurrido ayer.

“El cuarto se inundó y el gavetero se esponjó; mire la marca ahí y todo lo que subió. Todavía está el olor a bache, a río, a agua de pozo. Aquí estuvo lloviendo todo el día porque comenzó a llenar la calle”, resaltó al resaltar que al momento no ejerce su profesión de maestra.

Así las cosas, en medio de la emergencia, Rodríguez Colón no encontraba a dónde refugiarse de la furia del fenómeno atmosférico, pues su casa ya no era un lugar seguro.

“La calle empezó a inundarse como a las 2:00 de la tarde porque las alcantarillas se llenaron porque subió el agua y al llenarse las alcantarillas, se llena la carretera y el río se mete a las casas”, describió mientras mostraba sus pertenencias dañadas.

“Pero lo más lamentable es que no había refugio, no había dónde meterse porque no habilitaron la escuela más cerca que es la Máximo Sánchez, que antes era refugio. Así que no teníamos a dónde ir; subimos y subimos hasta la calle E-5 para poder guarecernos y salvar nuestras vidas”, agregó.

Sin embargo, la situación de las inundaciones en el sector ha llegado a tribunales ya que el ayuntamiento demandó acción al propietario del terreno sobre la limpieza del cuerpo de agua.

“Esta no es la primera vez que pasa, sino todos los años porque hay un revolú con los Serrallés. El alcalde dice que le toca a (las empresas) Serrallés, que, a su vez, dice que le toca al alcalde y todos los años es lo mismo. Nadie tiene la culpa y nosotros somos los que pagamos. Es cuestión de canalizar este río y no se pueden estar echando culpas y queremos que esto se resuelva”, insistió.

“Temimos por nuestras vidas; uno tiene animalitos. Lo material, se dañó todo. Todavía estoy limpiando. Nadie ha venido a ayudarnos”, denunció.

En una entrevista anterior, el alcalde Ramón Hernández Torres dijo a este medio que la problemática que amenaza la vida y tranquilidad de sus compueblanos en las urbanizaciones La Fe y Extensión La Fe, tomaría otro giro con un pleito de clase.

Entre la treintena de familias afectadas por las inundaciones durante el paso de Fiona, se encuentra Héctor Rivera Borrero, quien también se enfrentó a la amenaza de un río embravecido que se apoderó de su tranquilidad.

“Aquí empezó a llover bien fuerte y el sistema pluvial empezó a subir como si fuera un lago; por cuestión del río que desemboca por Mercedita.  Esto aquí se inundó, bastante agua. Se inundaron las casas y perdimos todo; todo, todo, todo”, resaltó el joven de 33 a, resaltó el joven de 33 años.

“Todavía estamos aquí, sacando fango, limpiando y tratando de desinfectar porque el olor es demasiado fuerte”, sostuvo.

Destacó que, el agua dañó los muebles, gabinetes y enseres de la residencia que comparte con su pareja y una hija de 21 años que no estaba cuando pasó el huracán.

“Esto fue horrible, no puedo describirlo porque nunca había pasado tanto, en esta magnitud. Temimos por nuestras vidas porque fue algo bien fuerte, demasiado rápido. Estamos bien afectados y cuando me preguntaron, no me atrevía a contestar. Uno está en ese shock, que uno no quiere ni hablar de lo que pasó”, confesó.

“Por más de una hora estuvimos bregando con el agua que estaba bastante alta. Aquí me faltó para que se metiera por la ventana de al frente; a solo seis pulgadas para que metiera dentro de la casa”, manifestó.

Al perderlo todo, estos vecinos se quedaron sin alimentos, agua y necesitan hielo, entre otras cosas.

“Los vecinos afectados perdimos todo. Ahora necesitamos alimentos que se dañaron, el agua, hielo y gente para limpiar y desinfectar. Se nos dañó la ropa de cama, y tratamos de treparlas para que no se dañara, pero no se pudo hacer más porque eso sobrepasó”, admitió.

De otra parte, residentes de la comunidad Galicia recordaron su experiencia con el huracán Fiona, entre estos, Pérsida Nazario de 75 años.

En la foto, Pérsida Nazario de 75 años.
En la foto, Pérsida Nazario de 75 años. (Sandra Torres Guzmán)

“Eran vientos por dondequiera, agua. La casa se mojó. El agua entró al balcón y a la sala y a mi cuarto. Allá abajo (en otras calles) se metió el mar. Mis hijos tuvieron que hacer varios agujeros para que el agua no dañara la residencia y la ropa que se puso en el piso para aguantar el agua que se metió por entremedio de las paredes”, relató la septuagenaria.

Mientras que Luis A. Torres Pérez de 73 años, estableció que “eso fue horrible, horrible. Mucha ventolera y agua”.

“El mar entró bastante al área costera, mucho antes de las casas, pero entró. El agua estuvo a un nivel del alto de las aceras, pero no entró a las residencias en esta área”, destacó al mencionar que estuvieron incomunicados por un día, pues cuentan con solo un acceso para entrar y salir de la comunidad.

Luis Torres Pérez, residente comunidad Galicia
Luis Torres Pérez, residente comunidad Galicia (Sandra Torres Guzmán)