El recorrido por la carretera 848 cuando uno se adentra en el barrio carolinense de Saint Just es bastante similar al de cualquier otra carretera boricua en estos tiempos: algunas viviendas recién pintadas, otras con arreglos a medias, algunas más abandonadas; unos negocios con algo de público, otros luchando por subsistir y algunos más cerrados. Es así por un par de millas, hasta que de pronto aparece a un lado de la vía una gran figura metálica, rodeada por enormes y pintorescas sillas que acaparan la atención hasta de la persona más distraída.

Se trata de un conjunto de creaciones de un artista de la herrería, Leo Ballista, que se ha dado a la tarea de crear un parque pasivo para el disfrute de la comunidad donde antes había un solar baldío y lleno de escombros.

Al otro lado de la colorida escena está el taller de Leo, a quien la gente conoce más por sus apodos de “Leo Rejas” y “Iron Man”. Cada domingo, Leo deja el taller para dedicarle un tiempo a limpiar y hacer mejoras al parque, cuyas esculturas, bancos y columpios están hechos con materiales reciclados, que otros han tirado a la basura.

El dueño de un negocio de rejas creó este “spot” para que la gente se tome fotos.
El dueño de un negocio de rejas creó este “spot” para que la gente se tome fotos. (Alexis Cedeño)

Leo ha convertido además el lugar en un sitio de homenaje al legendario excampeón mundial de boxeo Wilfredo Benítez, cuya casa colinda con el parque.

“Si te pones a pensar, él es una gloria, todo el mundo lo quiere. Él es de Carolina, es de Saint Just, y es el vecino más cercano que tengo. Aquí todo el mundo habla de Wilfredo. Ya que él bregó tan bien en el barrio, pues dije vamos a darle un homenaje a él”, comentó.

Pero antes de llegar al punto que está ahora, por cuatro años hubo que limpiar el lugar, botar escombros e ir arreglando y sembrando poco a poco.

“Lo primero fue el conquistador, el muñeco, que lo hice para un sitio, hubo problemas y me lo tuvieron que devolver, y había que guardarlo en un sitio. Pues yo preferí empotrarlo ahí, porque en el taller no me cabe, es muy grande. Y al poner eso ahí, veo que la gente se paraba a diario a tirarse fotos”, recordó Leo de cómo empezó lo que hoy día se ha convertido en un símbolo del barrio.

Entonces solo estaba la estatua del conquistador. Detrás había vehículos abandonados y otros escombros que poco a poco fueron removiendo. Pero ya la gente iba allí a tirarse fotos que luego colocaban en las redes sociales identificando como que estaban en Saint Just.

“Estaba el muñeco nada más, entonces dije, pues déjame poner el Saint Just en hierro. Y ahí la gente empezó a tirarse fotos y fotos... Carolina, que es el escudo, lo de Benítez, y así poco a poco hasta que llegó la fiebre del chinchorreo, con las banderas puertorriqueñas, y son banderas enormes”, relató al detallar que las banderas son en madera, pero “como yo tengo el arte, gracias a Dios, de bregar con el metal, dije pues voy a alternar el hierro con lo que ustedes botan, la madera”.

El lugar continuó recibiendo atención y otras personas han decidido aportar al trabajo de Leo con algún que otro obsequio.

“Mira, esas palmas me las regalaron y están recién puestas. La gente me regala palmas, me regalan bromelias, eso se llama ‘ginger’ (jengibre). Y yo sigo y sigo, y sigo. Me entusiasmó esto. Mientras la gente siga apoyando, eso te alimenta, te alimenta el alma. Y tú dices voy a seguir”, afirmó.

Tan en serio se ha tomado Leo el parque con las esculturas, que no solo regala su trabajo voluntario para el disfrute de todos, sino que “los domingos yo pago a dos muchachos, de mi dinero, pa’ que me ayuden, porque yo no puedo hacer esto en horas laborables porque después cómo como. Me ayudan a a hacer las sillas, píntame aquí, píntame allá. Y ya eso se convirtió en que los domingos yo pongo mi musiquita aquí, refrigerios pa’ la gente que viene, que se los regalo. Esto es un parquecito pa’ venir a disfrutar”.

Así, un banco viejo cuya madera se pudrió renació aquí con otro asiento y espaldar nuevo. El viejo pino que cortaron un par de calles más abajo se convirtió en la barrera para separar el estacionamiento del parque. Otros muebles viejos son ahora sillas del parque. Un viejo columpio vuelve a balancearse a la sombra de jóvenes palmeras. Unas piedras recogidas por ahí se convirtieron en parte de bases y muro de contención.

“Yo voy y lo veo, y si veo que le puedo dar utilidad, que se pueda ver bonito y que sea duradero, le voy buscando la vuelta, lo analizo dónde lo voy a poner, lo ubico, y ahí va”, comentó.

Leo se preocupa además de darle a sus creaciones el toque patriótico, ya sea con la bandera puertorriqueña, las garitas del Morro, el coquí o algún otro elemento que haga alusión a símbolos locales.

También ha añadido algunas luces solares para proveer iluminación en horas de la noche y se ocupa de mantenerlo limpio, aunque asegura que hasta ahora la gente que llega allí ha dejado el lugar sin escombros.

Entretanto, mucha gente llega a hacerse fotos, a menudo sin saber que Leo es el autor. Pero ahí aprovecha para identificarse y dejarles su tarjeta de negocios. De hecho, mientras atendía a Primera Hora llegó allí una pareja a tomarse fotos en el pintoresco espacio.

“La gente me apoya. Pasan y me saludan, Leo pa’ aquí, Leo pa’ allá. Muchos no sé ni quiénes son. To’ el mundo, eso es mensajes y mensajes. Me apoyan, pasan por ahí y me gritan, ‘sigue así que está quedando bonito’, ‘si todo el mundo hiciera como lo que tú estás haciendo’”, comentó. “Y yo me siento bien chévere, bien agradecido. Donde quiera me saluda gente, me dice, ¿qué tienes en mente ahora?, mira te quedó bien la del coquí, que si hace falta un poquito más de matas, te la voy a regalar. Eso me llena”.

Ante la acogida que tiene el parque, Leo quiere conversar con el municipio de Carolina para ver si le pueden ayudar con algunos aspectos como la iluminación y el mantenimiento.

“Hice una cita con el alcalde (de Carolina), pero no pude llegar a él. A mí lo que me interesa es que si me dan iluminación de ese poste, que es del municipio, si me regalan dos o tres bloques de grama, lo sigo regando por ahí pa’ que se vea más bonito. Y si el municipio adopta esto como parte del municipio, ya no tengo que pagar por trimearlo, porque yo tengo que pagar quincenal por darle mantenimiento a esto. Vamos, algún tipo de colaboración, una ayudita, pa’ que siga, porque lo estoy corriendo todo yo”, comentó.

Agregó que, para añadir seguridad, “si el municipio lo aprueba yo le pongo una vallita bonita (al lado de la carretera), que no le quite el ‘look’ a esto. Eso lo hago yo”.

Su deseo, al final de cuentas, es “que esto sea un parquecito pasivo, que la gente pueda venir a disfrutar, tirarse la foto. Y que sigan apoyando. Yo voy a seguir, este es mi hobby. Yo estoy en casa y estoy maquinando qué voy a hacer, lo que me falta por hacer, porque tampoco lo puedes llenar tanto. Al frente no va más nada. Pero qué se puede hacer, con armonía, pa’ que se vea bonito. Ahora voy a hacer un vejigante, del tamaño de ese muñeco, que va a ir allá atrás. Y tengo una mesa de dómino que hice para mí, artesanal, y la voy a traer y poner en un laíto ahí. ¡Si estoy más tiempo aquí que en casa!”.

Primera Hora conversó con el alcalde de Carolina, José Carlos Aponte Dalmau, y aunque no conocía del parque que ha creado Leo en Saint Just, celebró la iniciativa y aseguró estaba en la mejor disposición de atenderlo.