José Torres comenzó a consumir drogas a temprana edad: a los 12 años probó marihuana. A los quince ya se metía cocaína y a los dieciocho empezó a usar crack.

“Al principio es recreacional... pero cuando vienes a abrir los ojos, estás hundido”, cuenta el joven, que terminó preso por apropiación ilegal y pasó dos años tras las rejas.

No había razones sociales que pudieran haber precipitado su caída. Él le atribuye su adicción a las malas influencias y a que, de alguna manera, estaba buscando aceptación.

José llegó a estudiar tres años en la universidad, pero allí fue donde su situación llegó a un punto crítico.

“Yo me salía de los salones... me iba al baño a fumar crack... Estaba bien descontrolado”.

El joven se rehabilitó en Hogares CREA, pero no la primera vez que acudió voluntariamente a la institución. Lo hizo luego de caer preso y ser reingresado en el programa a través de un desvío de su sentencia.

¿Qué es lo más difícil?

“Lo psicológico”, dice José al recordar que un día fue a un consultorio médico y, al salir, alguien lo agarró y le ofreció droga. “Yo sentí malestar, sentí fiebre, pero dije que no. Pensé: ‘Mi cuerpo todavía reacciona’, pero luego me sentí bien, porque si dije ‘no’ era porque podía decir no todo el tiempo”.

José Torres ahora trabaja con CREA y se graduó de especialista en consejería sobre adicción.