Guayama.- Osvaldo Luis es un joven universitario de 25 años que toca el piano y canta, es comediante y hace imitaciones, ama la pesca y gusta de socializar con todo el que se encuentra a su paso.

En el recinto de Guayama de la Universidad Interamericana de Puerto Rico, donde estudia educación especial preescolar, es conocido por llevar y traer equipo audiovisual de la biblioteca a los salones de clase. Además, se encarga del sonido en actividades musicales y es capaz de pararse tras una cámara de vídeo y grabar.

Todo esto sería normal en la vida de cualquier chico de su edad. Pero Osvaldo Luis Ortiz Martínez tiene una particularidad: es ciego total, de nacimiento. Ese detalle, no obstante, no significa una barrera en su existencia, pues ha sido la voluntad y su eterna hambre de aprendizaje lo que le ha llevado a tener una vida cualquier cosa menos común.

Su historia

Osvaldo, nacido en Pensilvania el 13 de octubre de 1983, fue maltratado por sus padres biológicos, naturales de Coamo, a donde regresaron cuando él era bebé. Una vecina alertó a las autoridades y el niño, que padecía retinopatía del prematuro por haber nacido a los seis meses, estuvo en cuatro hogares de crianza y en la residencia de una tía antes de llegar a la Familia Ortiz Martínez, cuando tenía cinco años. Desde entonces, Coamo ha sido su casa, Osvaldo Ortiz Vázquez y María D. Martínez Alvarado sus padres, y los cuatro hijos de la pareja, Jesse, Marielba, Osvaldo y Zulema, sus hermanos.

Su niñez no fue fácil. En la escuela llegaron a romperle encima cuatro bastones.

"Yo siempre decía que ser ciego para mí era malo. Yo quería ver", recuerda Osvaldo, sentado en un banco de Inter Guayama.

Sin embargo, la familia jugó un papel importante en su cambio de mentalidad y el progreso experimentado.

"Si yo he llegado hasta aquí se lo agradezco a ellos. Son unas personas bien chéveres, bien humildes, excelentes", asevera este fanático del comediante Raymond Arrieta.

¿Cómo lo hace?

"Aquí yo hago las cosas solo", dice el estudiante que no tiene amanuense y utiliza una grabadora de voz en las clases. Tiene 2.85 de promedio, el cual confía subir en su último año, pues se gradúa en mayo de 2010. Quiere hacer luego una maestría en consejería y rehabilitación vocacional en la Pontificia Universidad Católica de Puerto Rico en Ponce.

Osvaldo se pasea seguro y confiado por el recinto, acompañado sólo por su bastón, y brinda saludos a tutiplén. A la hora de grabar, sorprende a más de uno.

"Cuando los estudiantes están preparándose para grabar, yo les digo: ‘cuando baje la mano, aprieto el botón y pueden empezar’", explica el joven, que reconoce las funciones principales de la cámara por la forma y textura de los botones, algo que aprendió del técnico audiovisual Ediberto Cintrón.

"Cuando Osvaldo llegó a mi oficina con los papeles de trabajo, me pregunté a mí misma: ‘¿cómo él va a trabajar en audiovisual?’", reconoció Brunilda Rivera, asistente administrativo del Centro de Acceso a la Información con quien Osvaldo ha trabajado directamente.

Pero luego Rivera cambió de parecer. "Alguna barrera que él encuentre, no le llama barrera, sino una puerta que hay que buscar una forma mejor de abrirla. Él trabaja muy bien, es muy organizado, bien alegre y motivador", cuenta.

El cariño es mutuo y evidente. "Bruni es para mí una segunda madre. Yo pregunto: ‘¿y Bruni?’. Y si no está, la llamo", relata él.

Osvaldo está seguro de que otras personas con limitaciones físicas pueden superarse como él lo ha hecho.

"Si tú le dices a una persona con impedimentos o una persona ciega cómo bregar con cualquier equipo tecnológico, esa persona, como yo, lo puede hacer", afirma.

De hecho, acostumbra compartir una máxima que a él le ha ayudado en su formación: "Yo siempre le he dicho a las personas que si se sienten deprimidas hay que tener más motivación, porque si no, no estás haciendo nada. Les he dicho que repitan estas palabras: yo soy, yo puedo, yo quiero y puedo lograrlo".