“Yo se lo entregué al ejército feliz y saludable, y me lo devolvieron casi muerto”.

Así describió Rosa Saldaña la experiencia que tuvo su familia en los diez años que su hijo, Joel Valentín Saldaña, estuvo en el Ejército de Estados Unidos asignado a la compañía Bravo 63, en labores de mecánica en bases de Carolina del Norte y Kansas.

El hombre, de 30 años, tiene una cicatriz que marca todo su vientre, debido a una operación a causa de la enfermedad de Crohn. Dice que sufre depresión, insomnio y artritis en la espalda baja. El joven le achaca todos sus síntomas a que le pusieron en un lapso de dos semanas dos vacunas contra el ántrax. Alegó que se supone se esperara mes y medio para la segunda dosis.

Contó que tras nueve años de denuncias y querellas, en marzo pasado le dieron la baja del ejército, pero aún no recibe dinero de pensión y la primera cita con su doctora de cabecera en el Hospital de Veterano se la dieron para agosto próximo.

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“Ellos me dejaron a mí en el olvido. Tuve problemas por racismo, por ser latino. Mi expediente lo metieron debajo de un escritorio. Todo a mí me pasó en el Army”, denunció el hombre en medio de una protesta que realizaba la organización Madres Contra la Guerra frente al Hospital del Veterano, en Río Piedras. Este cargaba una pancarta que leía: “La Guerra es un mal negocio. No vendas tu vida”.

Además de denunciar los problemas que ha enfrentado en la milicia, Valentín Saldaña se ha unido a una campaña que lleva Madres Contra la Guerra para orientar a los jóvenes a que no firmen convenios para irse a la milicia.

Dijo que ahora, debido a sus condiciones físicas, no puede estar mucho tiempo de pie, por lo que tampoco puede trabajar. Señaló que, unido a la situación económica que atraviesa, le ha provocado depresión.

Para Sonia Santiago, presidenta de Madres Contra la Guerra, el ejemplo de Valentín Saldaña debe servir para que los padres no permitan que los reclutadores obtengan información personal de sus hijos adolescentes. Los invitó a llenar una planilla que tiene disponible el Departamento de Educación para evitar que esa entrega de información personal a la milicia se viabilice y los reclutadores lleguen hasta sus hogares a hacer promesas de mejor porvenir.

“Joel, como mi hijo y tantos otros, llenan esos contratos a cambio de mejores oportunidades, pero en realidad es un engaño”, denunció la mujer.

Denunció, además, que el servicio en el Hospital de Veterano no es de calidad.

“Los entretienen con citas bobas y evaluaciones simples. A nuestros veteranos no se le está dando el trato que ellos requieren”, denunció Santiago.

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