Juan José Medina Lamela fungió como ayudante general de la Guardia Nacional entre 2012 a 2014, antes de finalizar una fructífera carrera militar de 37 años que comenzó como controlador aéreo en la guerra contra el narcotráfico en distintas partes del mundo.

Sin embargo, su rol más importante es el servicio desinteresado a su pueblo de Quebradillas, en donde vio la luz por vez primera y, aún después de retirarse, se mantiene ayudando a su gente en diversas circunstancias, desde la emergencia con el huracán María (2017) hasta su solidaridad con los artesanos y su entrega al escutismo.

A sus 67 años, Juan José no pierde la capacidad de sonreír, pues asegura que ser feliz es un deber; una característica que lo distinguió desde su niñez y que mantuvo, incluso, en situaciones de alto estrés.

“Tuve una juventud de trabajo y siempre fui alegre. Nunca me ponía de mal humor. Y cuando estaba en la Guardia Nacional, tenía a cargo 9,000 soldados y la secretaria me decía: ‘Jefe, usted nunca está de mal humor’. Le contestaba que estábamos allí para resolverle a las personas”, acotó el hijo de Gerardo y Ana Elisa.

De hecho, su vida está delineada por su amor al trabajo; una virtud que aprendió de su progenitor, quien también fue militar de la Segunda Guerra Mundial.

“Comencé ordeñando vacas desde los ocho años. Entonces, mi papá, tuvo un accidente en el servicio (militar) y se rompió la espina dorsal. Siempre había que estar trabajando, papi nos decía: ‘Hay que trabajar. El trabajo es honra. He hecho casi todo, desde fotografía y fotografía submarina”, sostuvo.

“También, trabajé como sonidista en la plaza pública y fiestas patronales, porque tenía equipo de sonido y criaba abejas; era el hobby con mi esposa. Teníamos cuatro o cinco colmenas para hacer miel como pasatiempo”, resaltó el esposo de Rita Padín Zamot, con quien tuvo tres hijos.

Al llegar a la universidad, eligió un bachillerato en Matemática con concentración en Estadísticas de la Universidad de Puerto Rico en Río Piedras. Pero al graduarse, se fue a trabajar en la construcción.

“Llegó el momento de casarme y, en esa época, yo trabajaba mucho teatro, con iluminación y sonido. Trabajé para Wilkins. Corrimos todas las plazas públicas con él durante 10 años y como 10 0 15 años con Tony Croatto. Pero después me fui a dar clases de teatro por cuatro años, fui maestro”, manifestó.

Igualmente, laboró para el proyecto Copani a cargo de las comunicaciones, cuyo propósito era preparar a unos 7,000 estudiantes en diversos renglones artísticos para, eventualmente, participar en las ceremonias de inauguración de los VIII Juegos Panamericanos de 1979 en San Juan.

No obstante, admitió que su ingreso al servicio militar “fue por accidente” cuando tenía 25 años.

“Cuando salgo de Copani, unos conserjes me llamaron que estaban a pie, que querían tomar el examen de la Guardia Nacional. Los llevo a coger el examen y el reclutador me dijo que cogiera el examen porque tenía bachillerato. Yo pasé el examen y ellos no”, confesó.

“Entré a la Guardia Nacional como controlador aéreo y vengo como segundo teniente a trabajar los fines de semana. Tuve discoteca en el pueblo, como hacía sonido y luces. Seguí en construcción también hasta que siete u ocho años después, me volví permanente (en el ejército)”, destacó.

Entretanto, resaltó que su misión primordial era el narcotráfico.

“Estuve en Colombia, 20 veces metido en la jungla de la Amazonía cuando las cosas estaban malas de verdad. Yo cogí narcotráfico, porque pensaba que, esa misión, versus una guerra de petróleo por allá no ayuda a Puerto Rico y ahí he perdido muchos amigos en drogas”, señaló.

“Trabajé mucho en Suramérica, Colombia, Brasil, Venezuela, Panamá, muchas islas del Caribe. Aparte de eso, trabajé en conflictos de Bosnia, Italia, trabajé narcotráfico en España, eran fuerzas conjuntas. Pero trabajé 37 años, brincando de un lado para otro en conflictos”, agregó.

Luego de ser controlador aéreo, Medina Lamela se desempeñó como oficial de entrenamiento y, dirigió el programa Counter Drugs Operation de Puerto Rico “que se dedicaba a trabajar en las escuelas, educación con los niños”.

“De ahí, cambié a oficial de inteligencia. La diferencia entre un niño y un adulto es el precio de los juguetes. Dirigí el grupo que estaba a cargo de muchos escuadrones: ingeniería, comunicaciones, ‘supplies’, la cocina, personal, muchos comandantes de distintas áreas, estaba a cargo de ellos y planificaba estrategias”, afirmó.

Al cumplir 35 años de carrera militar, el quebradillano aceptó la posición de ayudante general de la Guardia Nacional del 2012 al 2014.

“Ahí me retiro de la Guardia Nacional al cumplir 60 años. Aprendí en la milicia que, si para ganar, tengo que mentir, mejor pierdo y me voy tranquilamente. Así que, me fui feliz. Toda mi vida vigilando mis principios de la fuerza aérea, uno de estos es: servir antes de servirme”, apuntó el egresado de American University, donde obtuvo una maestría en Negociaciones Internacionales.

Mientras estaba disfrutando de su jubilación, llegó el huracán María que lo impulsó a hacer lo que más le apasiona: servir a la ciudadanía.

“Me fui al municipio a ayudar, desde por la mañana hasta por la noche. Conocí gente extraordinaria que me llamaba para preguntarme qué necesitaba, por ejemplo, un sistema para purificar 10 mil litros diarios y le dije que lo quería para el centro de diálisis de Vieques… un equipo de cuesta medio millón de dólares”, argumentó.

Así las cosas, este hijo de Quebradillas continúa activo en el escutismo, manejo de emergencias y ayuda a los artesanos, entre otras labores voluntarias.

“Soy feliz; creo que es actitud, mayormente. Primero, ¿para qué nos vamos a poner de mal humor, si entonces, después tenemos que contentarnos? Parte de esa felicidad es ayudar a la gente. Eso me hace feliz”, concluyó.