Yabucoa. La doctora Edna Rocío Velázquez y el profesor Luis Flores comparten una estudiante especial. Es vivaracha, le provoca carcajadas a cualquiera y siempre se presta para una buena conversación. No escatiman al ser exigentes con ella, pero confiesan que esta persona es alguien a quien aman profundamente.

Se trata de Mariela Quintero, quien, a sus 83 años, se ha convertido en la alumna de su hija, Velázquez, y de su nieto, Flores, al cursar masaje terapéutico clínico en el recinto de Yabucoa, de la Universidad Ana G. Méndez (UAGM).

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Yo estudio y estoy feliz, porque tengo una meta: que es como persona mayor, que ha pasado tantas generaciones, quiero ser como una guía, como un ejemplo para la persona mayor”, aseguró Quintero a Primera Hora desde el salón de clases y justo antes de que iniciara la lección que ofrecería su hija.

“(Tener a mi mamá como estudiante es una experiencia) muy valiosa para mí, porque compartimos cosas que uno no comparte cotidianamente con la mamá”, comentó Velázquez, quien posee un bachillerato en enfermería, maestría en enfermería con rol en educación y doctorado en fisioterapia.

“Uno con la mamá, por lo menos nosotros como colombianos, somos educados (porque) la mamá es la guía, la respetamos, (siempre decimos) ‘sí, señora’, lo que ella diga, pero aquí, pues se cambian los roles. Ella, sin dejar de ser mi madre y (yo) sin dejar de sentir el respeto que tengo por ella, ya ella tiene que seguir unas normas y le cuesta, le cuesta un poquito”, agregó.

“Mi abuela como estudiante, de verdad que es muy precisa. Siempre quiere estar ahí, mirando, viendo cómo es que se hacen las cosas. Yo, por lo menos, no tengo ninguna queja de ella”, continuó Flores.

¿Cómo es el ambiente en el salón?

Para Velázquez y Flores, no hay favoritismos entre los estudiantes. Quintero es otra alumna más que se instruye con el mismo respeto y las mismas exigencias.

Pero, la alumna lo admitió: su deseo de conversar le ha ganado algunas miradas de Velázquez.

“Es bastante estricta”, opinó Quintero, provocándole una carcajada a su hija.

“Un día estaba con sueño… (y bostecé. Me dijo:) Mariela, salte a bostezar afuera, que aquí me vas a contagiar a la gente”, narró al asegurar que Velázquez y Flores son “muy profesionales” y evitan el favoritismo hacia ella.

Ambos profesores confesaron que es un honor tener a Quintero como estudiante.

“Con ella se pasa súper bien. Es una persona que trae mucha alegría al salón”, reiteró Flores.

“Son clases que son muy exigentes, entonces para mí ha sido excelente experiencia”, coincidió Velázquez.

Los retos de ser estudiante mayor

Quintero recordó que, mientras esperaba pacientemente su turno para matricularse en el recinto a mediados de este año, una joven se le coló en la fila, quizá asumiendo que era la abuelita de algún estudiante a quien fue a acompañar. Quintero no lo sabe por seguro, pero claramente estimó que esa joven no se imaginaba que tal vez compartirían salón, como alumnas homólogas.

“(Le dije a la recepcionista) ‘disculpa, no me tomaste los datos’”, rememoró entre risas.

Esa suposición era algunas de las realidades que Quintero temía enfrentar, pues, aunque en ella había un ferviente deseo de formarse profesionalmente, desconocía si lograría ser admitida en la universidad, precisamente por su edad.

Sin embargo, la institución aceptó su inscripción sin titubeos, abriéndole la puerta a su meta profesional: recibir una licencia de masajista clínica y atender clientes mayores.

“Necesito, anhelo, deseo tener mi licencia”, subrayó al cuestionarse “¿qué me pasó?” y que le “cerraron la luz, la ventana para entrar a estudiar” cuando era más joven.

Sus planes ahora incluyen instar a adultos mayores a rechazar la inercia, conversar con ellos y empatizar con sus luchas diarias.

“(Si yo puedo), ¿por qué tú que tienes (menos edad no puedes)?”, indagó mientras abrazaba su rodilla al pecho y estiraba los brazos detrás de la cabeza.

Esta flexibilidad física que goza es producto de una vida entera madrugar antes de que el sol brille en el firmamento, buena alimentación, ejercicio continuo y agradecimiento a Dios.

“Tengo muy buenos hábitos de vida, como toda persona del otro tiempo que nos criaron, levantándose de 4:00 a 5:00 de la mañana, viernes, sábado, domingo, lo que sea. Esa cultura yo no la he quebrantado en mi vida. No. Yo sigo levantándome en este momentito a las 5:00 de la mañana exactos. No necesito reloj, no necesito que me llamen, no me importa si llueve, truena”, afirmó al mencionar que antes de las 6:00 a.m. ya está caminando, saludando a los perritos de sus vecinos en Camino Nuevo, en Yabucoa, hasta pasearse por la playa.

La decisión (de estudiar) la tomé porque me interesa mucho conservar mi estado de salud mental; primero mental, porque cuido mucho mi salud física. Entonces, eso me pareció importantísimo, estar ocupada en cosas de conocimiento”, añadió.

Mariela Quintero es inspiración para muchos.
Mariela Quintero es inspiración para muchos. (Suministrada)

Derribando estereotipos

El estudio “Investigating the connection between ageism and elder mistreatment” (“Investigación de la conexión entre el edadismo y el maltrato a las personas mayores”), publicado en la revista Nature Aging en 2021 apuntó que aquellos que discrimen a los adultos mayores por su edad son más propensos a maltratarlos, pues planteó que devaluar a las personas mayores reduce las barreras o inhibiciones para esto.

Por lo contrario, empoderar a las personas mayores, demostrar su valor y destacar sus contribuciones a la sociedad es la solución para evitar este mal social.

“Las investigaciones han revelado estereotipos comunes sobre las personas mayores como personas con baja competencia, pero alta calidez. Por un lado, este patrón podría aislar a algunas personas mayores del maltrato, ya que la percepción de baja competencia puede generar apoyo de la familia y la comunidad. Sin embargo, el estereotipo de incompetencia también puede resultar en el rechazo o la ignorancia de las personas mayores”, señaló el análisis.

Es por eso que el rol de Quintero como estudiante cumple mucho más que una meta personal, sino asienta un precedente: la edad no debe ser límite para que alguien cumpla sus metas y se desempeñe como profesional.

“Debería promoverse que tengamos un espacio de educación, de deporte, de cocinar juntas, de algo para incluir a la persona mayor y, como ella dice, viéndola sin limitaciones, porque las limitaciones las vemos nosotros. Ellos no sienten ninguna limitación. Uno dice ‘se va a caer’, pero ella no piensa que se va a caer. La persona mayor se va sintiendo arrinconado, como decimos en Colombia”, estableció Velázquez.

Además de darle autonomía y trato equitativo, el compartir el espacio profesional es otra forma de crear memorias y compartir en familia, dijo Velázquez.

“La tengo cinco horas que, quizás, en la casa no tendría para compartir con ella, pero comparto con ella cinco horas en la universidad. Comemos juntas, cosas que en la casa no podemos hacer por cuestión de tiempo. Es una oportunidad espectacular. Una cosa es decirle a la mamá ‘adiós, me voy a trabajar’, pero (es otra) que la mamá ve cómo trabajas y cómo son los procesos, poder mantenerla activa mentalmente, porque cuando estás en una labor académica, tus neuronas no paran, no se detienen”, acotó.

Se le exige igual que al cualquier otro estudiante.
Se le exige igual que al cualquier otro estudiante. (Suministrada)

Un asunto familiar

Velázquez fue quien inició lo que hoy es, prácticamente, la tradición familiar de ser masajistas clínicos.

La doctora, oriunda de Colombia y quien ha vivido los pasados 15 años en Puerto Rico, fue educadora de su hijo, el ahora profesor Flores, antes de que su progenitora lo fuera.

Por su parte, el joven maestro comenzó sus estudios en el Instituto de Banca, en Humacao, antes de la destrucción que provocó el huracán María (2017). Luego del fenómeno, se trasladó a Alemania donde recibió un grado en masaje oriental chino. Al regresar a Puerto Rico, tomó los cursos que no fueron convalidados de la universidad europea bajo la tutela de Velázquez.

“Yo caí en la profesión de masajes, porque mi mamá era masajista y sabes cómo (era) en las épocas de antes, los trabajos iban pasando de generación en generación y eso más o menos pasó conmigo”, dijo Flores.

La familia, además, es propietaria de Corpus & Esthetics, en Palmas del Mar, en Humacao.