Las alcapurrias, esas frituras tradicionales de nuestra gastronomía con la que todos pecamos alguna vez mientras chinchorreamos alrededor de la Isla, cobran otra dimensión en el barrio Fortuna de Luquillo, donde crean la madre de la alcapurria.

Si ya de por sí es un sabroso pecado, imagínese una alcapurria que mida un pie de largo, lo equivalente a 12 pulgadas de sabor boricua. Pues, precisamente, esas monumentales delicias son preparadas por las manos de Carmen Ivette Rosa desde el patio de su casa.

“Yo siempre he cocinado. Preparaba almuerzos y hacía pastelillos y alcapurrias regulares para venderlas por docena. Entonces, un día vi una alcapurria de 30 pulgadas, después vi una de 15 y ahí es que me decido a experimentar a hacerlas de 12 pulgadas”, relató la mujer de 46 años, quien lleva un año trabajando en esta artesanía culinaria.

Sin embargo, la receta, el proceso de confección y cocción no parece haber sido una complicación para Carmen Ivette, ni es un secreto que no pueda revelar.

“Las hacemos de yuca, yautía, carne, jueyes y mucho cariñito. El proceso es el mismo que el de las regulares, solo que necesita más espacio para freírse y más tiempo en el aceite”, especificó la experta, mientras volteaba cuatro de las susodichas que nadaban dentro del aceite caliente.

La cocinera asegura que todos sus comensales quedan sumamente complacidos, tanto así que a veces van por más de 12 pulgadas de sabor. 

“La gente las ve (las alcapurrias) en Facebook, pero cuando las tiene en la mano dicen: ‘¿qué es esto?’.  Y hay gente que se meten dos y tres, no sé dónde las meten, pero se las comen”, dijo Carmen Ivette, quien no pierde la oportunidad de fotografiar “con las manos en la masa” a quienes la visitan.

A pesar de que siempre se ha dedicado a preparar comidas para la venta, la mujer y su familia aun se sorprenden del auge que han tomado sus alcapurrias de 12 pulgadas, las que muchos vienen expresamente a degustar en la marquesina de su casa desde rincones lejanos del País. 

“Cuando la puse en Facebook ahí fue que explotó. La gente comenzó a llegar de todas partes de la Isla; han venido de Dorado, Aguadilla, Las Piedras y muchos otros pueblos”, dijo la cocinera que vende a $5 la de carne y a $7 la de jueyes.

“Me sorprendió bastante porque al principio eran los de aquí mismo del barrio (quienes las compraban), pero luego estalló”, comentó una de sus hijas, Yeraida Quiñones, quien dice haber aprendido de cocina por las manos de su progenitora.

La meta de Carmen Ivette, además de trabajar una alcapurria de 30 pulgadas para el disfrute de sus clientes, es continuar ayudando económicamente a su familia.  Para esto sueña con tener un área óptima para trabajar sus productos que, además de las icónicas alcapurrias, también constan de pastelillos, arepas horneadas rellenas, pinchos y dulce de almendras, entre otras delicias.