Leyendas sanjuaneras
Interesantes historias rodean dos monumentos del Viejo San Juan.

Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 9 años.
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Incontables veces hemos visitado el Viejo San Juan, pero pocas nos hemos detenido a apreciar los monumentos que habitan en sus calles.
En esta visita nos concentraremos en dos: La Rogativa y la Capilla del Cristo.
La Rogativa
En 1796, Francia y España se aliaron nuevamente en contra de Gran Bretaña.
Como parte de las agresiones relacionadas con esta situación, los ingleses concertaron un ataque bajo el mando de Sir Ralph Abercromby y Henry Harvey, el 17 de abril de 1797. Arribaron con una flota de 68 barcos y un heterogéneo grupo poco leal de soldados, compuesto por disidentes franceses, mercenarios alemanes y soldados irlandeses.
Habiendo subestimado las defensas de San Juan, anclaron en Cangrejos (Santurce) y desembarcaron 6,000 hombres, mientras el resto de la flota bloqueabala bahía de San Juan. El gobernador Ramón de Castro dirigió efectivamente varios regimientos que libraron exitosas batallas en San Juan, Río Piedras (Martín Peña) y Loíza, sin permitirles acceso a la ciudad.
Diez semanas y 250 bajas inglesas después, la tensión entre las tropas invasoras, así como desacuerdos entre Abercromby y Harvey obligaron al enemigo a reembarcarse fuera de la Isla. En la prisa, los ingleses dejaron 9 cañones de gran calibre, 6 morteros, 2 obuses, más de 500 bombas, 14 carros, pólvora, sables, fusiles, balas, carnes, harinas y cinco caballos.
La victoria de los puertorriqueños sobre las tropas de Abercromby alimentaron el ingenio popular, que le dio forma a una leyenda muy conocida por los sanjuaneros. Según la creencia popular, en medio del ataque, los vecinos de San Juan llevaron a cabo una oración pública o rogativa, con una procesión de ancianos y mujeres que portaban antorchas mientras desfilaban por las calles de la ciudad.
Se dice que los ingleses confundieron a los vecinos con un poderoso ejército, causándoles tanto temor que huyeron despavoridos.
Para conmemorar este “suceso” se construyó una pequeña plaza próxima a la muralla de La Fortaleza. La Plazuela de La Rogativa se completó con una escultura de bronce realizada por el artista neozelandés Lindsay Daen, en la que se aprecian el obispo y varias mujeres con antorchas.
La Capilla del Cristo
Antes, en todos los países, las calles eran solo caminos de tierra. Puerto Rico tiene el honor de contar con la primera calle que se pavimentó en el Nuevo Mundo: la calle Del Cristo, en el Viejo San Juan. Originalmente, la calle se llamaba Santa Catalina y terminaba en un precipicio. Su nombre cambió cuando, según la leyenda, un jinete se salvó luego de caer por el barranco con todo y su caballo desbocado. Don Tomás Mateo Prats le pidió al Santo Cristo de la Salud que lo salvara. Se dice que en conmemoración del acontecimiento, se erigió la Capilla del Cristo.

Fue una obra, en el 1753, de Francisco Mestre, ingeniero-arquitecto militar. Para entonces fue bautizada como La Capilla del Santo Cristo de la Salud.
Es, probablemente, el monumento más conocido y querido por los puertorriqueños y uno de los iconos del País. Su arquitectura habla de historias, misterios, devociones religiosas y valor urbano.
A pesar de sus reducidas dimensiones es uno de los patrimonios más importantes de Puerto Rico, de cuya sencillez emana una impresionante mística.
Originalmente presentó colores terracotta y blanco en la ornamentación que exhibió en sus frisos y arcos. La capilla incluye un nicho abovedado, una pequeña sacristía y un pórtico con arcadas. Está construida en ladrillo y mampostería sobre la muralla sur de la ciudad, lo que evidencia su importancia, ya que fue la excepción a la regla que prohibía construir sobre los muros defensivos.