Lily García habla de su joya más valiosa- Ve vídeo
Le agradaría realizar más proyectos en el área de la actuación.

Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 13 años.
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Ante sus ojos, los recuerdos están presentes por todos lados. La Plaza de Armas del Viejo San Juan se transforma para convertirse en un amplio álbum familiar donde las memorias cobran vida.
La lista de vivencias es inmensa. Su nostalgia no es casual. Justo en una de las calles que bordea la plaza se encuentra un lugar muy especial en el corazón de Lily García. Se trata de Catalá Joyeros, que con 82 años de existencia todavía rinde homenaje al apellido de don Jaime, quien fuera su abuelo materno y fundador.
“De chiquita, mi vida oscilaba entre Miramar y el Viejo San Juan. A mí me encantaba el Viejo San Juan. Claro, a mí no me dejaban salir del área de la plaza. Pero por aquí podíamos caminar porque nos sentíamos seguros”, rememora durante la entrevista, que inició en el local Café Poético, aledaño a una de las calles.
Si bien la joyería se sitúa en el primer nivel del edificio Plaza, don Jaime y su esposa, Margot, “vivieron 50 años de sus vidas en un apartamento en el quinto piso”, comenta.
¿Cuál era tu rutina en la infancia?
Yo me crié en Miramar. A mis abuelos los veníamos a ver los domingos, a veces. Entonces, nos encontrábamos con ellos en La Bombonera. A veces ellos estaban comiendo en el hotel El Convento, que les gustaba almorzar allí, o al parque Luis Muñoz Rivera a correr bicicleta o velocípedo. Yo llegué a correr patineta aquí en la plaza (de Armas) y me sacaban los guardias porque aquí no lo permitían. Pero yo era loca con las patinetas (ríe).
Tus abuelos, ¿te consentían mucho?
Mi abuelo era bien seco. Era chulísimo, pero le encantaba que nosotros le tuviéramos miedo. Se pintaba el pelo de colorado, y el bigote. Era un tipo como presumido, bien good looking. Y mi abuela era una dulzura. Yo recuerdo que, cuando yo tenía 12 o 13 años, ¡ella todavía me quería bañar! Yo era su bebé, porque era una de las únicas que venía a quedarme aquí.
¿Qué extrañas de ella?
¿Tú sabes lo que pasa? Yo soy la primera y detrás vinieron cinco (hermanos) corridos. Mi madre siempre tenía alguien más. ¿Entiendes? Fueron corriditos. Ya a los 30 tenía cinco y a los 40 tuvo a la sexta. Entonces, con mi abuela yo sentía que era el único ser que me daba atención total cuando yo estaba con ella. No había nadie más importante, porque a mi otra abuela (paterna) no la conocí porque murió cuando yo tenía dos añitos. Pero mi abuela (materna) ha sido la única persona que me añoñó y yo no tenía que ser adulta. No era que mami no fuera amorosa, porque lo era, pero no tenía el tiempo para estar detrás de ti, tú sabes.
Ese mismo cariño la motivaba a acompañar a su mamá los sábados cuando iba a trabajar a la joyería, así como a quedarse a dormir con los abuelos algunos fines de semana. Incluso, desde escuela intermedia comenzó a trabajar todos los sábados y los veranos en el negocio aledaño a la joyería, también propiedad del abuelo, donde vendían prendas de fantasía y artículos para turistas.
¿Consideraste dedicarte por completo al negocio de la familia?
Nosotros todos anudamos collares de perlas en el proceso. Todos nosotros hemos pasado por ahí. Yo adoro a mi familia, pero no quisiera trabajar con ellos nunca (ríe). Prefiero mantenerlos de lejos en ese sentido. No fue algo que me llamara la atención. No soy buena vendiendo. De chiquita lo era. Yo era bien presentá con los turistas y hablaba inglés y todo. Pero no lo veía como que esto es lo que voy a hacer el resto de mi vida.
De adulta, su encanto por el Viejo San Juan la llevó a vivir por varios años en La Puntilla. Pero con el tiempo, su agenda de trabajo le exigió mudarse a un espacio más amplio. “Ahora mismo no me es conveniente. El apartamento (donde vivía) era pequeño. Ya cuando Tom (Beland) y yo comenzamos una relación, los dos tenemos oficina en la casa. Yo tengo la mía y él tiene su estudio. Necesitábamos más espacio”, explica haciendo referencia a su compañero sentimental de 14 años.
Su interés por los temas que abordan la espiritualidad ha estado presente por años. Y del mismo modo, su compromiso por servir de guía a quienes encuentran en sus palabras una fuente de aprendizaje y apoyo. Por eso, no es casualidad que cuente con una certificación como coach de vida, así como en tanatología (manejo espiritual del fin de vida, la enfermedad y los procesos de pérdida).
Ese mismo enfoque la ha llevado a publicar cuatro libros de colecciones de sus columnas, incluyendo una selección de las que se han publicado semanalmente en Primera Hora por más de una década. También, a crear un audiolibro, además de dos cedés de meditaciones. “Ahora me encuentro escribiendo mi sexto libro”, adelanta la autora de Mueve las ruedas de tu vida y Herramientas para volar. “No te puedo cambiar tu vida, pero tal vez te puedo decir algo que te puede hacer reflexionar y ver una situación con otros ojos”, reflexiona la escritora, que cuenta con estudios en psicología, desarrollo humano y metafísica.
De hecho, teniendo en cuenta ese conocimiento, muchos pensarían que tu vida es perfecta. ¿Qué les dirías?
¡Ay, nena! No. Ninguna vida es perfecta (ríe). Nadie está cien por ciento balanceado todo el tiempo, nadie. Vivimos rodeados de mucha hostilidad. Uno tiene que estar vigilante todo el tiempo. Yo no diría que mi vida es perfecta. Yo diría que puedo ser feliz aun en las circunstancias más terribles porque he aprendido a serlo.
O sea, que somos responsables de nuestra felicidad.
Total. La felicidad es una decisión personal. Tú no puedes controlar lo que la gente te haga a ti o lo que el universo te depare o lo que Dios te traiga, pero sí puedes controlar cómo tú reaccionas a eso.