Edwin García es uno de las decenas de personas que no se podía perder la elaboración de la última bandera del proyecto “78 pueblos, una bandera”, ideado en el 2016 por el villalbeño Héctor Collazo Hernández.

Por eso, llegó desde Humboldt Park, en Chicago, hasta el Balneario de Carolina para verlo con sus propios ojos.

“(Tenía) que montarme en un avión de Humboldt Park y llegar hasta acá”, expresó García a Primera Hora, cuyos familiares provienen de San Lorenzo y quien supo del proyecto durante su travesía de fotografiarse en cada pueblo de la Isla con su propia bandera.

La euforia y la hermandad que ha germinado de este proyecto no solo contagió a García, sino también a Dianna Isabell Ojeda Mayo, una niña carolinense de 6 años quien le pidió a Héctor una brocha para pintar la gran bandera.

Héctor Collazo Hernández comenzó su proyecto en el 2016.
Héctor Collazo Hernández comenzó su proyecto en el 2016. (Nahira Montcourt)

“Le encanta la bandera de Puerto Rico”, aseguró su abuela, Daisy López.

Para Juan Antonio Corretjer, quien ha pintado junto a Héctor sobre 30 banderas, la labor ha sido uno de apoyo genuino, de embellecer a la Isla y de mucho trabajo.

“Llevaba varias banderas que no podía asistir y no me podía perder la última del proyecto, porque sé que vienen otras cosas buenas. No me lo podía perder. Sé que más allá de la publicidad y la promoción, el apoyo que yo le ofrezco a Héctor es genuino y yo estoy aquí por Héctor y por el grupo para trabajar. Gloria a las manos que trabajan. Donde quiera que haga falta labor voluntaria, pues ahí yo voy a estar”, aseguró el abogado sanjuanero, de 36 años, mientras pintaba el triángulo azul de nuestra monoestrellada.

En el 2016, a dos años del trágico suicidio de su hermano Alex, Héctor decidió desbordar todas sus emociones creando el proyecto “78 pueblos, una bandera”, iniciativa en la que logran converger su amor patrio, el turismo y la creatividad a través de obras de arte protagonizadas por la bandera de Puerto Rico.

Al usar su arte como herramienta para canalizar sus emociones, se ha destacado durante años por visitar todos los pueblos de la Isla para pintar la monoestrellada. Para el joven villalbeño el proyecto tiene mucho significado, pues no se trata solo de pintar la bandera, sino de promover el orgullo patrio y el amor por la tierra puertorriqueña.

En este último evento para culminar este proyecto que tuvo un fatídico génesis, solo se sentía alegría. El picante sol no parecía molestar a los espectadores y colaboradores quienes se enrollaron las mangas para pintar la bandera. Risueños y con celulares en mano tirándose “selfies”, bailaron salsa frente al mar, algunos vestidos de pies a cabeza de la bandera boricua, disfrutando de esta etapa final del proyecto de Héctor.

“Esta es la primera vez (que lo veo pintado en vivo) y qué bueno, (ya) que es la última vez. Yo soy bien orgullosa de mi patria, de mi bandera y mis hijos también. Así que, como era la última, no podía dejar de venir”, afirmó la trujillana Marta Marrero, acompañada de su hija, Marta López, quien ondeaba su propia bandera.