Con la satisfacción del deber cumplido, contentos, con la alegría y el orgullo  reflejado en su rosto, el grupo de búsqueda y rescate   de la Agencia Estatal para el Manejo de Emergencias de Puerto Rico (Aemead) que trabajó en la misión de localizar la nave y los restos del piloto puertorriqueño Rigoberto López arribó esta noche al aeropuerto Internacional Luis Muñoz Marín en un vuelo proveniente de San Martín. 

A su llegada, familiares, amigos y compañeros de trabajo, les dieron la bienvenida, fundiéndose en abrazos.

 “La misión era triste pero están contentos por los resultados y por la tranquilidad de que la familia de Rigoberto pueda cerrar este capítulo”, comentó Miguel Ríos, director de Aemead.

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Aunque Rigoberto López, padre del joven piloto, de mismo nombre, venía en el vuelo junto a los rescatistas, este prefirió no salir con el grupo, excusándose  ante los medios de comunicación, a través del secretario de Estado, David Berrnier.

"Don Rigoberto agradeció a Nino Correa (coordinador de Búsqueda y Rescate de la Aemead) y al equipo que dirige por el trabajo realizado y a Javier Inclán, del Departamento de Estado", dijo Bernier.

"Gracias, gracias, gracias, dijo, al pedir espacio a los medios. Está muy agradecido con los medios de comunicación por la forma en que manejaron la situación", indicó Bernier.

A su llegada, Nino Correa, dijo: "Lo logramos. La misión que nos dieron la pudimos hacer como queríamos que pasara".

"No es fácil. Aprendimos muchísimo y nos damos cuenta de lo adelantado que estamos, este equipo de trabajo. Lo más que nos preocupaba era Don Rigoberto. Estábamos trabajando en un terreno desconocido", agregó.

Expuso que sintieron una alegría excepcional cuando encontraron el fuselaje del avión.

"Me emocioné y grité ".

El teniente José Delgado, el rescatista que tuvo la fortuna y la dicha de encontrar el fusilaje del avión y los restos del piloto, describió con emoción cómo fue que sucedió.

"Fue algo bien emocionante. Luego de que pasara una hora de trabajo, ya había tirado  dos equipos que estuvieron a 110 pies de profundidad y no se veía nada. Cuando me toca a mí y a otro compañero, por casualidad, el barco se está moviendo un poco a la deriva. Una vez estamos listos, vamos al punto cotejado. Cuando yo entro a 80 pies de profundidad, estaba clarito, y veo un montón de objetos blancos en el fondo del mar", relató.

"La emoción fue tanta que comencé a gritar y todos los muchachos comenzaron a gritar de la alegría", expresó con los ojos llorosos.

Antes de marcharse el grupo, brazo con brazo, se unieron en un círculo de oración.

Bernier, por su parte, indicó que ahora se encuentran en los trámites de la autopsia, por lo que enviaran a las autoridades de San Martín  un material importante, para la identificación del ADN.