Lo que las redes sociales dicen sobre ti
Nuestra columnista invitada, Adriana Díaz, reflexiona sobre expresiones o comentarios negativos que se hacen sin pensar cuánto daño puede causar a otros.
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 5 años.
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Desde niña he tenido la oportunidad de vivir de cerca con diferentes culturas. De todas, siempre aprendo algo. Pero no hay ninguna en el mundo que ame más que la mía. Estoy muy orgullosa del lado del mundo donde nací, ser puertorriqueña es para mí una bendición. Somos como una familia, nos alegramos cuando alguno de los nuestro triunfa en el mundo, somos súper creativos, en esencia felices y fiesteros, pero bien dados al servicio. Y nuestro corazón se desborda hacia nuestros hermanos cuando vivimos alguna tragedia.
Cuando estoy en otro país, mi Isla me hace falta, por eso utilizo los medios de comunicación y redes sociales para enterarme de cómo están las cosas. Me emociona mucho ver y leer cuando pasan cosas positivas. Eso me hace sentir cerca de casa, de la gente que sobre cualquier otra en el mundo, añoro brindarle felicidad. Sin embargo, en ocasiones uno también ve y lee expresiones o comentarios negativos que se hacen, en gran medida sin pensar cuánto daño puede causar a otros.
La libertad de expresión es uno de los derechos que más protegemos, porque nos garantiza el poder de alzar la voz, opinar y expresarnos libremente. Esa libertad trae consigo el deber de ser responsables con cada palabra que escribimos y decimos. Por eso, es importante que antes de publicar un comentario en las redes sociales pensemos si ese comentario muestra al mundo la persona que eres, y si eso es lo que quieres que los otros vean de ti. Porque no importa lo que escribas, ni a quién menciones, ni lo que digas, tu comentario siempre va a hablar de ti.
Las palabras, ya sean escritas o verbales, tienen el poder de inspirar, pero también de destruir. Hay algunas personas que pueden soportar ataques personales y sin fundamentos, pero hay otras que pueden flaquear ante ataques injustos y desproporcionados. Lo hemos visto muchas veces, niños y niñas que sucumben ante los ataques y se lastiman a sí mismos. Como nos dirigimos al prójimo, sean artistas, líderes, atletas, u otras personas, las conozcamos o no, creará una reacción en cadena que no tenemos el poder de controlar. Esa reacción no solo afecta a quien va dirigido tu comentario, sino a su familia, amigos, y sí, quizás a tu familia, y sin anticiparlo, a ti también. Es una forma de violencia de la que debemos estar conscientes y evitar promover.
No puedo terminar esta columna sin expresar mi preocupación con el tema de la violencia en nuestro país. La violencia no tiene género, estamos de acuerdo, pero también podemos coincidir en que somos las mujeres las que nos sentimos más vulnerables en la calle, y esa es una realidad. Veamos esta realidad con empatía, solidarízate con el reclamo a viva voz, y no lo veas como una manera de minimizar nuestra preocupación por todos los que son víctimas de la misma. Solo pido que acabe la violencia, que regresen a casa sanas y salvas todas las personas desaparecidas en nuestra isla, que nuestros niños y niñas vivan felices y libres de abuso, y que nosotras no tengamos que vivir con miedo, ni calladas, ni resignadas.
Me despido apelando a la comprensión, respeto y al amor como método de resolver nuestros problemas; la violencia, la ira y el odio lo que causa es destrucción para el que la da y para el que la recibe. La vida nos provee la opción de escoger el camino correcto y de luchar por echar hacia adelante. Hagámoslo juntos y viviremos en un Puerto Rico mejor.