“Lo único que pedimos es que nos dejen vender”: el clamor de una familia para ayudar a su hijo
El menor enfrenta múltiples condiciones de salud y su familia busca generar ingresos vendiendo dulces.

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Adaer Sahil Agosto Cartagena es un muchacho que recién acaba de cumplir sus 12 años y, pese a que padece de varias condiciones que hacen su vida bastante complicada, no renuncia a tratar de salir adelante junto a su familia.
Y para eso, tiene un deseo, o una solicitud, como prefiera llamarlo: que les permitan vender dulces en áreas de centros comerciales de alta concurrencia, sin que los equipos de seguridad les digan que se tienen que ir de allí.
Esa idea de salir a la calle a vender dulces, explicó Luis Enrique Soto Monserrat, esposo de Carla Cartagena, la mamá de Adaer y de su hermano menor Mateo, surgió hace unos dos años, por iniciativa de los niños, como una forma de intentar a ayudar a la familia, que atravesaba por dificultades económicas, en parte por los considerables gastos que conlleva la atención de las condiciones que padece Adaer, combinado con el hecho que tanto su mamá como su padrastro no pueden trabajar para poder dedicarse a ese cuidado constante, así como de su educación.
Adaer padece de espina bífida, en la categoría “más agresiva de todas”. También padece de otro sinnúmero de condiciones, que le impiden alimentarse, evacuar y orinar de manera ordinaria, y debe hacerlo con asistencia de equipos y de su familia. También padece de hidrocefalia y necesita asistencia para drenar líquido de su cabeza. Y no menos relevante, sufre algunas condiciones de salud metal, como ansiedad.
“Adaer está en silla de ruedas. Adaer puede dar algunos pasos asistido con equipo, pero no puede caminar normalmente ni puede estar activo. Eso no es una posibilidad para él. Él tiene un andador, y se para y da unos pasitos y por lo menos trata, pero él tiene complicaciones en sus piernas también”, comentó Soto.
Con todas esas condiciones, más otras inesperadas que le han surgido como un absceso que padeció este año, ha tenido que someterse a un sinnúmero de operaciones, y ya se está preparando para la número 17, que debe hacerse lo antes posible, pues está ya entrando en su pubertad y se está encorvando demasiado y deben corregir esa desviación en su espina dorsal.
Aunque la mayor parte de las operaciones y tratamientos los cubre el plan médico Vital, la realidad es que comoquiera tienen una gran cantidad de gastos adicionales para poder atenderlo.
“Hay suplidos médicos, cosas que nosotros necesitamos, por ejemplo, los enemas, que no los cubre el plan. Son cosas bien básicas, pero cuando tú vas añadiendo, son cosas que se va mucho dinero. Un ejemplo básico, tuvimos un accidente hace como una semana y obviamente se ensuciaron más de seis toallas, y hubo que botarlas, por que eso no hay manera de limpiarlas, igual con las pijamas, la ropa de cama”, explicó, agregando que tales situaciones son bastante frecuentes.
Así las cosas, la familia apenas tiene algunos limitados ingresos, de cupones del PAN y otras asistencias. De manera que los nenes concibieron la iniciativa de la venta de los dulces como una forma de traer recursos a casa.
En aquel momento, comentó Soto, estaban viviendo en Caguas y aunque había trabajado desde bastante joven, “mis ahorros los dejé prácticamente en esa vivienda, en esa propiedad rentada”.
“Y nos vieron como que teniendo problemas y salieron con esa iniciativa de venderle dulces a sus familiares, y cuando vieron que vaciaron todos los dulces, se alegraron un montón y dijeron vamos a venderlos casa por casa”, recordó.
Sin embargo, les explicó que eso tenía las complicaciones de que las personas podían estar trabajando, que podían encontrarse con mascotas poco amigables, además de la dificultad que suponía ir por aceras que a menudo están bloqueadas, rotas, o carecen de rampas de acceso para la silla de ruedas.
Descartada la idea de ir casa por casa, decidieron hacerlo en estacionamientos de algunos establecimientos de conocidos centros comerciales bastante concurridos, en el área reservadas para las personas con diversidad funcional, “porque se me hace amplio y lo puedo tener bien cerquita, y como los carros no se parquean cerca, pues es más cómodo para mí”.
“Ahí fue donde surgió todo. Decidimos llevar los dulces y exponer los casos que teníamos. En ese momento pues teníamos un problema de vivienda. Y cuando ellos ven la iniciativa de las personas, que vienen, les compran, le oran, nos hablan, ellos se alegran”, comentó.
Sin embargo, luego de hacerlo por algún tiempo en el estacionamiento de un gran negocio, les indicaron que no podían seguir vendiendo allí. En otro comercio de gran tamaño, se repitió la historia, luego de un tiempo, les prohibieron continuar vendiendo allí. Y más recientemente, en un tercer lugar, en el estacionamiento de una megatienda también les ordenaron retirarse, en este caso con un tono más hostil, “más chocante”.
Ahora están intentando nuevamente, en el estacionamiento de otra tienda, en el área de Cayey, pueblo donde vive actualmente la familia, afortunadamente pagando una renta “mucho más módica”, y sin el desasosiego que sufrían en Caguas, si bien es una casa que existe la posibilidad que la vendan en el futuro, lo que podría obligarlos a otra mudanza.
Indicó que, aunque usa el área de estacionamientos para personas con diversidad funcional, ya que le resulta “lo más seguro posible”, preferiría que le permitieran “poner como una mesita o algo, pues sería mejor todavía”.
“Lo único que pedimos es que nos dejen usar un espacio (para vender)”, clamó. “Todo lo que yo pueda generar de este dinero… claro está, de aquí a veces se saca para (pagar el) agua, dependiendo como esté la cosa… pero más allá de eso, todo lo que se recauda aquí, todo lo que se saca es para él (Adaer). Yo no necesito nada si yo los tengo a ellos. A mí no me hace falta más nada. Yo después que lo tenga a él con su ropita limpia, con sus comidas, con sus cosas médicas, que no le haga falta nada, que ese nene a mí no me diga que necesita. Y si él quiere algo, pues yo hago lo posible, dentro de lo que esté en nuestro poder, por hacerlo”, aseveró Luis.
Explicó que la próxima intervención que tiene que hacerse “es una cirugía extensa, y me da mucho miedo”. Aunque en principio querían hacerla en enero, con las complicaciones que han tenido para hacerle el MRI que requería y otras pruebas, tendrá que ser en otra fecha.
“Y tiene que ser cuanto antes, porque aquí el problema con su escoliosis es que ya tiene más de un 50% de desviación de la columna vertebral, y él está en una edad de crecimiento, porque él está en la pubertad. Y si se sigue inclinando al lado que sea, que ahora mismo es el lado derecho, le puede comprometer algunos de sus órganos”, explicó.
De hecho, parte de los gastos que han tenido, incluye pagar el MRI, porque en el lugar al que los envió su médico, allí “no cogen ese plan de salud (Vital)”, incluso cuando Adaer tiene cubierta catastrófica. Luego de negociar, en el sitio del MRI le dijeron, “no podemos hacer nada con el plan, porque el plan no nos va a pagar, lo que puedo hacer es darte los MRI al costo que se los daría al plan. Y así fue como fue. Y ahí fueron como $500 que pagamos. Es absurdo, pero así mismito fue”.
Y como si no tuvieran suficiente, “la silla de ruedas fue un proceso también horrible”, pues “estuvimos luchando esa silla de ruedas por dos años”, a pesar de que es “para una causa que es necesaria para él”.
Explicó que hubo un contratiempo entre el suplidor y el plan médico, y luego que en el nuevo suplidor le tomaran las medidas a Adair, “resulta ser que el plan no quería proceder, no quería pagar la silla”. Su esposa tuvo entonces que hacer una querella al plan médico, y fue así que accedieron a costear la silla de ruedas.
Y no fue hasta hace un mes, luego de la insistencia de Carla, que la silla “apareció”. Pero cuando la fueron a montar en la guagua, “no cabe”.
“Ahora tengo que buscar una miniván. Esto es como una escalera, y esto es otro escalón más. Tenemos que cambiar la guagua por una miniván. Y lo que sea, tengo que buscar la manera que eso no tenga un pago. Tendría que vender la (guagua) que tengo y pagar la miniván. Pero estoy seguro que en algún momento dado lo vamos a lograr”, explicó.
En cualquier caso, prefirió resaltar que, pese a que tiene “un montón de condiciones”, Adaer “sabe un montón de pelota, sabe un montón de soccer, le encanta leer, es super estudiante, le encanta mucho Puerto Rico, saber de Puerto Rico, estudiar de Puerto Rico. Él es bien elocuente, lo que pasa es que pues es tímido a veces”.
“Pero seguimos. Seguimos luchando como siempre”, afirmó con optimismo. “Lo único que pedimos es que nos dejen vender, ese es nuestro ingreso adicional. Es algo que a los nenes le gusta. Y yo trato de no hacerlo por más de tres horas, y por lo regular dos, quizás tres días a la semana. No más de eso. Puede ser viernes, sábado y domingo, o algún día de la semana y sábado, días que hay más gente en la calle, para tener la mayor exposición”.
Si usted quiere colaborar con Adair, además de comprarle los dulces cuando coincida con él, si en efecto la familia consigue que les otorguen un espacio para vender sin contratiempos, puede también cooperar con él con algún donativo a través de ATH Móvil al 939-213-1910, o a través de Paypal a: paypal.me/carmarie12.


