Estaba dormida, sentada en una mecedora, como esas donde las madres mesen a sus recién nacidos; pero ese no era su caso. Ya han pasado 100 años desde que doña Blanca Rosa Medina Hernández nació en Jayuya un día como ayer, en el 1913.

Su silencio, sin embargo, no impidió que los que llegaron a la celebración de su cumpleaños, en el Centro para Envejecientes First Class, en Río Piedras, conocieran a la mujer que logró que una de sus sobrinas, Rosa Toraño, describiera –como si se tratara de ella misma–, la vida de quien ha sido hija, esposa, madre, secretaria, maestra y otros tantos roles que su energía por vivir la llevaron a desempeñar.

¿Qué es lo que más admiras de ella?

Lo más que siempre admiré de ella fue su independencia. Cuesta mucho en esta vida ser tan independiente como saber cambiar el aceite y filtro de un carro, que ella lo hacía; la cocina no, porque ella decía que si la gente cocinaba afuera para qué ella matarse, cocinar no era lo de ella; pero el resto de su vida todo lo hacía.

Doña Blanca era asombrosamente autosuficiente y enérgica: guió carro hasta hace año y medio y vivió sola hasta febrero pasado, cuando enfermó de bronquitis, algo inesperado para una mujer que nunca estuvo hospitalizada, ya que su único hijo, quien falleció, fue adoptado.

Sus años productivos los pasó trabajando como maestra de quinto grado y secretaria en el Centro de Medicina Nuclear del Recinto de Ciencias Médicas, así como del rector Jaime Benítez de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras, de donde se graduó de estudios secretariales. “Escribía taquigrafía de una manera exquisita, su maquinilla era excepcional (...), trabajaba overtime, a veces los sábados, para ayudar a su jefe”, recuerda.

Su valor del trabajo tiene de quien heredarlo: su madre, Josefa Hernández, era ama de casa, dueña de un hotel y el cine del pueblo, así como de casa de pupilos en Río Piedras; mientras, su padre fue profesor.

También es historia pasada sus corridas a caballo, baños en el río y el tiempo que pasaba tejiendo frivolité, sembrando plantas y tocando el piano o el güiro. “Yo creo que eso es lo que ha hecho que ella durara tanto”, comparte Rosa de la mujer que tenía tres hermanos, todos fallecidos, y seis sobrinos y sobrinas.

“Y fue muy reconocida por su rapidez en todo, titi es rápida caminado, es rápida si tiene que cortar las matas (...), ella guió muy bien”, menciona.

Asimismo, la mujer que ayer estaba quieta –aunque sonrió con los mariachis que le llevaron y la visita del representante novoprogresista Carlos “Johnny” Méndez Núñez, ya que no le pudieron llevar al ex gobernador Pedro Rosselló, miembros ambos de su Partido Nuevo Progresista, porque estuvo muy activa en la política partidista– era conocida por ser una mujer muy alegre, recuerda su sobrina María Medina.

“Era siempre divertida, con titi Blanca los sobrinos gozábamos, era como un muchacho, como nosotros, (...) jugabamos jacks, nosllevaba a pasear”, destaca María.

Pero ahora, la mujer de “sabiduría y vocabulario exquisito” enfrenta un diagnóstico de demencia, tipo alzheimer, lo que la tiene hace dos semanas en el hogar porque hasta entonces vivía sola en su casa.

Rosa, ¿por qué hablas con ella con tanto amor?

Porque se lo supo ganar...

Cuando la observas, ¿qué pensamientos pasan por tu cabeza?

Titi representa todo; para mí, si volviera a vivir, no quisiera vivir sin una tía como ella, representó mucho.

¿Qué significa que sea la única en la familia que llegó a los 100?

Es bien fuerte para nosotros pensar que es lo único que nos queda del lado de nuestra familia por el lado de nuestra mamá.

Añade que doña Blanca “nunca se puso edad para vivir, ella lo que se puso fue mucha expectativas de vida, de calidad de vida. Ella siempre dice que Dios es el que decide, obviamente, es muy religiosa, y que el día que Él quiera ella se va con él porque ella entiende que tiene más gente allá arriba de la que tiene aquí abajo conocida”.

Y es que es consciente de que no es la de antes. Rosa recuerda que la ha animado a caminar hacia el carro –todavía camina sola, aunque con dificultad–, pero ella le contesta: “Sí (está cerca, pero) la que estoy lejos soy yo”.