“Virgen hermosa,

flor del Carmelo,

Madre a quien amo con frenesí,

Madre a quien amo,

flor del Carmelo,

mi única dicha en este suelo.

Llévame, Madre, llévame al cielo

que estar no puedo lejos de ti’’.

Himno a la Virgen del Carmen

Fajardo Fieles a ella, más de un centenar de personas llegaron ayer hasta el barrio Puerto Real para pasear a la Virgen del Carmen por la bahía y por los rincones de este pueblo.

Llegaron a la capilla del barrio llenos de regocijo y fervor. Llevaban colgados rosarios y escapularios en el cuello. Con cancioneros en la mano, esperaron a que sonaran las campanadas que marcarían el inicio de la procesión. Esto ocurrió cerca de las 2:00 de la tarde.

Doña Gregoria Roldán, de 72 años, es una de las feligreses más antiguas que asisten a la actividad. Ella conoce los himnos a la perfección, dirige el rosario y va sentada justo frente a la imagen de la Virgen en la yola adornada de flores que más tarde la lleva por el mar.

“A mí la Virgen me ayudó hace 56 años, cuando me puse de parto con el embarazo de mi hija. Fueron tres días de dolor en el CDT, en aquel entonces. Yo estaba bien mala y me encomendé a ella. El parto se dio el 21 de noviembre de ese año y en su honor mi hija se llama María del Carmen”, narró doña Gregoria.

Epifanio Rosario, de 52 años, conoció la benevolencia de la Virgen del Carmen por su abuela, Estanislá Cruz.

“Mi abuela tuvo un hijo que se fue para Corea. Le hizo una promesa a la Virgen para que le trajera a mi tío sano de vuelta. En Corea una bomba cayó sobre mi tío y cuatro soldados y él fue el único que sobrevivió el ataque. Cuando regresó, mi abuela supo que era por la Virgen y desde ese día, hasta que murió a los 90 años, en el 1983, vistió el hábito de los carmelos”, contó Epifanio.

La Virgen fue adornada con una corona nueva, blanca. Su túnica, de color marrón, lucía impecable para la ocasión y el estante donde fue puesta para ser montada en la yola estaba lleno de azucenas blancas.

‘‘¡Que viva!’’, exclamaron niños y ancianos que esperaban a la Virgen en el embarcadero de Maternillo, después de que ésta recorriera en una guagua las angostas calles que conducen de la loma de la capilla hacia el mar. De fondo, feligreses entonaban cánticos y rezaban el rosario.

Una vez montada en la yola, adornada con trinitarias naranjas y fucsia, la Virgen emprendió su paseo por el mar, bajo el sol del atardecer.

Pescadores y vecinos de la costa la aguardaban y navegantes del área también la saludaban.

El pescador Jaime García aseguró que es la Virgen del Carmen la que le ayuda a pescar colirrubias, samas, sierras y otros valiosos peces en horas de la madrugada, en un punto oscuro, entre Culebra y Vieques.

El hombre, que tiene una válvula en el corazón, va solo a cumplir su oficio. Llevando consigo un celular y un radio, se encomienda a la Virgen y sigue su rumbo hacia alta mar.

Al regreso del paseo marítimo, la Virgen del Carmen sería homenajeada con una misa en su nombre.