Manuel Rodríguez Orellana : “Días mejores que otros, pero todos son buenos”

Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 18 años.
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UN jarrón grande a un extremo de la sala, repleto de bastones de todas formas y estilos, denota que su ritmo de vida ha cambiado. La colección de 13 bastones se ha convertido en parte de su atuendo. Lo acompañan todos los días y a todas partes porque ahora la vida de Manuel Rodríguez Orellana discurre lentamente. Su caminar se ha tornado suave, pausado, acompasado.
Una tarde fría de Boston, un neurólogo de Harvard le confirmó lo que sospechaba. Había comenzado a sentir los síntomas de una extraña condición que le hacía tropezar con todo. Sentía un cansancio fuera de lo común, sudaba profusamente con sólo dar unos pasos y se le adormecían totalmente las manos y pies. Era el presagio del mal de esclerosis múltiple.
Desde aquel octubre de 2001 su vida no es la misma. Ya no puede correr, bailar, ni subir la empinada cuesta del Anón cada 23 de septiembre para llegar al “Altar de la patria”: Lares. Pero le está dando la batalla a la condición. Con menos visibilidad pública, sigue activo en su rol de secretario de Asuntos con Norteamérica del Partido Independentista Puertorriqueño (PIP) y no ha cejado ni un ápice en la lucha por su ideal.
Su disciplina para combinar el tratamiento médico con una rutina de ejercicios y una megadosis de buen humor lo ayuda a combatir los síntomas de la enfermedad degenerativa y a enfrentar de forma positiva los ajustes que ha tenido que hacer en su diario vivir. Además, el apoyo incondicional de su esposa Dolores y de sus hijas, Laura y Geraldine, ha sido esencial en su proceso de adaptación.
En una extensa conversación en la intimidad de su hogar en Cupey, el abogado de 58 años compartió con PRIMERA HORA los momentos difíciles de su nueva etapa de vida.
¿Cómo ha cambiado la vida de Manuel Rodríguez Orellana?
-La condición de esclerosis múltiple no me ha detenido, pero me ha hecho ir a un paso lento. Hay veces que no puedo caminar grandes distancias y rápidamente, como lo hacía antes.
Cuando viaja, ¿qué hace?
-Si viajo a Madrid y el avión hace escala en Miami, en el aeropuerto tengo que caminar como milla y media de un terminal a otro. Ahí me trago el ego y pido un sillón de ruedas. Hay gente de Puerto Rico que me ha visto, pero no se atreve a preguntarme. Me imagino que se cuestionarán, pero ya yo me he adaptado a hacer las cosas a un ritmo más lento.
¿Y los bastones?
-Los uso para medir distancias y mantener el equilibrio. Cuando viajo trato de buscar un bastón interesante.
¿Cómo ha enfrentado a temprana edad esta enfermedad?
-Hay días mejores que otros, pero todos son buenos. Ésta es una condición extraña que no se manifiesta en todo el mundo de la misma manera. A mí, el calor me hace daño, me exacerba los síntomas de adormecimiento en las manos y pies y la debilidad en las piernas.
La esclerosis múltiple es una condición del sistema inmunológico que ataca una proteína que protege las fibras nerviosas, afecta el movimiento y no tiene cura. “Es impredecible. Hay días que amanezco extremadamente cansado, con síntomas parecidos al síndrome de fatiga crónica. Esos días me quedo en casa. Me acuesto y me levanto, pero te aseguro que eso no me ocurre cuando estoy en París”, dice bromeando.
Durante la entrevista de casi tres horas, el ex senador y ex comisionado electoral del PIP lucía relajado y animado. Hizo chistes y se rió muchas veces. Vestía chaqueta negra y, como acostumbra, en la solapa izquierda llevaba un broche con la monoestrellada.
La mayor parte del tiempo permaneció sentado en la sala, en un sillón antiguo de madera y pajilla. Le servía de fondo una enorme serigrafía de don Pedro Albizu Campos, titulada “La mirada del maestro”, de Escalante Rivera. “Ese fue un regalo de mi esposa. Nosotros nos pasamos regalándonos cositas”, dice.
¿Cuándo se enteró de que tenía la enfermedad? ¿Cómo fue ese momento para usted? ¿Cómo lo tomó su familia?
-Fue un proceso que comenzó el verano de 2001 en un viaje del partido en Nueva York. Cuando iba saliendo del hotel tropecé en los escalones y me di una súper caída. En Puerto Rico fui a ver enseguida a (el neurólogo) Pío Sánchez Longo y me hice pruebas, pero no había nada claro. Luego llamé a un amigo médico en Boston y me sacó una cita con Tim Vartanian, un especialista del Beth Israel Medical Center y él me dijo que era esclerosis múltiple. Yo estaba con mi esposa y para ella fue peor porque uno no sabe qué giro va a tener esta condición. Ya yo me lo sospechaba porque había estado buscando información en la Internet y el impacto emocional ya lo había digerido.
En el instante en que lo supo, ¿qué pasó por su mente?
-Me pregunté cuál va a ser el próximo paso. Lo digerí y busqué información en la laptop.
Estuvo cinco días recluido en el hospital. Le inyectaban un gramo diario de cortisona para bajar la inflamación. “Con eso mejoré y ahora sigo un tratamiento con una inyección semanal”, explica. Además, camina lentamente y nada 20 o 30 minutos diarios en una piscina pequeña que mandó a construir en el patio de la casa.
Aparentemente, la condición no ha progresado y asegura que ahora se siente “más saludable” porque se cuida más.
¿Ha tenido que hacer muchos ajustes en su estilo de vida?
-No he dejado de viajar. Al contrario, ahora viajo más. Me considero un viajero irredento. Tampoco he dejado de guiar, aunque ya no lo puedo hacer a grandes distancias.
Cuando se queda en la casa, escribe, lee, contesta correspondencia electrónica o vía facsímil y se hace cargo de la cocina. Le gusta preparar “un buen bistecito con unas habichuelitas blancas” o una pierna de cordero asada y una buena pasta con salsa de langosta y chorizo “me queda muy bien”.
Es fanático de la serie “Cuéntame cómo pasó”, de Televisión Española, y amante de la poesía de Pablo Neruda, a quien considera un símbolo de la humanidad.
Escucha música todos los días, lo que prefiere a “las noticias”. Le fascinan la música clásica, el jazz y los boleros de Carmen Delia Dipiní y Chucho Avellanet.
Tiene un bachillerato en Artes de Johns Hopkins, una maestría en Literatura Española de Brown University y una maestría en Derecho de Harvard.
Antes de incursionar en la política, fue abogado de la Corporación de Servicios Legales y no descarta regresar a su cátedra de Derecho.
Cuando vivía en Boston, hizo amistad con el salsero panameño Rubén Blades y lo recomendó para que fuera aceptado en la Escuela de Leyes de Harvard. “No cogimos clase juntos porque ya yo era profesor, pero tuvimos una buena relación. Hace siglos que no nos vemos”, dice.
¿Aceptaría una candidatura?
-Cuando estoy activo, la mente es tan poderosa que puede controlar muchos de los síntomas físicos porque estoy haciendo lo que me apasiona, que es la lucha por la independencia, pero afortunadamente en el PIP tenemos un grupo de líderes jóvenes que van a ser y han sido excelentes candidatos.