Yabucoa. Los yabucoeños fueron los primeros en sentir la furia que el huracán María desplegó por toda la Isla ese 20 de septiembre de 2017.

A las 6:15 a.m., el ojo del potente ciclón categoría 4 tocó tierra por las costas de Yabucoa con vientos sostenidos de 155 millas por hora y ráfagas de mayor intensidad.

Nereida González Rivera, quien tenía una casita de madera entremedio de las gigantescas piedras que resaltan en la montañosa comunidad de Calabazas Arriba, recordó que se emocionó cuando anunciaron que un posible embate del huracán María era posible para la Isla.

“Uno veía esa unión entre los vecinos y eso era lo que me gustaba”, relató.

La mujer se sobreconfió, como dijo hicieron la mayoría de los puertorriqueños, y no se preparó. A última hora sacó las cosas esenciales de su casita y se fue a la residencia contigua a su hogar, propiedad de su hermana.

No bien se acercaba el ciclón a Yabucoa, cuando González Rivera vio cómo su casita se despedazaba. Todo sucedió entre 2:00 a.m. a 6:00 a.m., previo a la entrada de María.

“Mi hermana me encerró en el cuarto y me dijo: ‘no vas a salir más nada’”, relató, al expresar lo devastada y nerviosa que quedó.

Comentó, entre sollozos, que el sonido era aterrador, que el agua comenzó a inundar la casa de su hermana y que vivió momentos muy angustiosos.

“No hay que decirlo, porque todos lo vivimos. Fue algo impresionante”, afirmó.

Calabazas Arriba, un sector que está en una de las montañas de Yabucoa, quedó incomunicado. Las piedras gigantescas era lo más que sobresalía, pues la vegetación fue limpiada por el azote de los vientos.

Los relatos de la comunidad incluyeron que hasta la montaña llegó arena de la playa y agua salada, que quemó hasta el pasto.

Otra residente de la comunidad, Benita “Beni” Núñez Aponte, contó cómo tuvo que abandonar su residencia, pues su esposo había sido trasplantado del riñón. Se fue a una casa en una urbanización de la zona urbana de Yabucoa. Su pensamiento constante era “cuando se va a acabar. Sentí que la noche no terminaba y yo desesperada por ver mi casa”. Por ello, tan pronto terminó la emergencia, caminó entre árboles derrumbados y fincas llenas de toro por más de dos horas hasta llegar a su hogar. Lo que encontró fue que un gran árbol se derribó. El mismo sirvió por meses de puente entre la carretera y su vivienda.

Florece la esperanza

Así, entre vecinos que lo habían perdido todo, residentes que se vieron obligados a abandonar su hogar, sin luz y sin agua, familias atravesando duelos por alguna muerte cercana, pero con mucho espíritu de ayudar a los más necesitados, comenzó a surgir un movimiento comunitario ejemplar, el que hoy en día lleva por nombre “Proyecto Ángeles”.

Este tipo de unidad ya les era conocida a los residentes de Calabazas Arriba, pues hace más de cincuenta años habían logrado construir un acueducto comunitario, el cual todavía es el responsable de proveerles agua potable a las cerca de 500 familias que allí viven. Sin embargo, el administrador de la organización, William Bermúdez, explicó cómo el azote del huracán los reactivó.

Después del huracán, los residentes compartían cosechas que se habían caído, así como sacaron los picos y las palas para abrir accesos. En fin, “la gente salió a las calles. La gente empezó a dar lo que tenía”, indicó Bermúdez.

María también les enseñó que la ayuda se quedaba en la zona urbana y no llegaba a los campos, que solo entre ellos mismos lograrían socorrerse. “Realmente, el huracán María fue la escuela para nosotros poder hacer este proyecto”, afirmó el líder comunitario.

Según relató, la comunidad había logrado, previo a María, que el municipio le arrendara la antigua escuela Doroteo Peña Mora. Pero, ninguna actividad se había logrado desarrollar allí.

“La comunidad Calabazas Arriba estaba dormida. Estaban cómodos, en la zona de confort y se olvidaba que hay más gente afuera. María nos puso en perspectiva que la comunidad existe”, manifestó.

Ahora, a cinco años del azote, se han tornado en una comunidad “autosustentable”. Tiene un bazar repleto de ropa y zapatos que venden entre $1 a $5 y que en caso de emergencia sería donada entre la comunidad, una cocina comunitaria con su almacén de comestibles, un huerto comunitario, un centro de actividades que podría transformarse en un refugio, un centro cibernético con WIFI, una biblioteca, así como una escuela de artes. Además, se acaban de graduar 56 residentes en un taller de manejo de emergencias que se ofreció en el Capitolio y están próximos a iniciar un proyecto para instalar seis paneles solares y su batería en las residencias de la comunidad, que les serviría para bajar la factura de luz y para socorrerse en caso de emergencia.

“Tenemos todo lo básico para poder sobrevivir a un evento”, manifestó, al indicar que todo el grupo a cargo de Proyecto Ángeles es voluntario.

Entre otras acciones que han tomado se encuentra realizar listados de encamados, envejecientes que residen solos y de personas que todavía viven bajos techo de zinc o bajo extrema pobreza. Una vez al mes le llevan compra o comida caliente. También les compran pañales, jabón y otros artículos con el dinero que sacan con las ventas del bazar. Mientras, regalan todo el equipo que les donan, como muletas, camas de posiciones o máquinas respiratorios.

Además, para mantener viva la llama comunitaria, se reúnen un domingo al mes para hacer un día familiar.

“Estamos preparados para bregar emergencias. A lo mejor, no hubiese pasado María y nos hubiese tomado más esfuerzo. Pero, a veces la vida da golpes. María vino a impulsarnos”, añadió Bermúdez, quien atravesó por la muerte de dos hermanos en diciembre de 2017 por problemas del corazón ocasionados por “la pena” generada por María.

Por su parte, el presidente de la Junta de Proyecto Ángeles, Epifanio Andino, destacó que “este proyecto es bien importante para nosotros. Tratamos de ayudar a la comunidad haciendo lo que podamos y pensamos que la comunidad va a sufrir un poquito menos que lo que sufrimos con María”.

Ahora son ejemplo

En la actualidad, González Rivera ha logrado levantar una pequeña casa de cemento gracias a una aportación de la Agencia federal para el Manejo de Emergencias (FEMA, en inglés) de solo $4,200, donativos que le han hecho en la comunidad o la iglesia y de mucha ayuda comunitaria.

Todavía sufre la pérdida de su vivienda de madera, porque “la levanté con mucho esfuerzo”. Pero, ahora vive orgullosa de cómo ha logrado sobreponerse junto a su comunidad.

“No sabemos qué nos pueda pasar, pero los recursos humanos que tenemos aquí son muy valiosos. Nos hemos enfocado en tener una comunidad autosufienciente y, mientras nos apoderemos de lo nuestro, vamos a facilitarle el trabajo al gobierno”, sentenció.

Mientras, Núñez Aponte ahora está a cargo del bazar comunitario, el cual mantiene como si fuera una tienda por departamentos. Hasta trajes de novia tiene para la venta a bajo precio. Sin embargo, señaló que, a personas con necesidad, le obsequian la ropa y los zapatos.

“Esperamos en Dios que podamos ayudar a muchas personas”, afirmó.

Todo este modelo de integración comunitaria y servicio ahora se busca replicar en otros barrios de Yabucoa. Hasta el municipio se ha integrado para lograr propagar el mismo modelo.

“El huracán María es una historia bien, bien difícil para todos los yabucoeños. Pues, como pasó en todos sitios, todo el mundo se preparó para un huracán, uno más. Pero, fue el momento cuando la gente sintió que estaba tan cerca de la muerte. El huracán nos enseñó que en un momento puedes perder todo, la familia, la casa, todo… Ahora, estamos fortalecidos. Somos bendecidos y podemos ayudar a otras comunidades, porque la palabra convence, pero el ejemplo arrasa. Y, entonces, la comunidad de Calabaza de Arriba es un ejemplo de lo que es sobrevivir en épocas difíciles con la gente. El factor más importante que nosotros tenemos es que la gente se une para ese trabajo”, concluyó Bermúdez.

Si usted interesa conocer más del proyecto o realizar alguna donación, puede comunicarse al 787-400-0164 o contactarles por alguna de sus dos páginas de Facebook en: Proyecto Ángeles Yabucoa o Pro Ángeles (Proyecto Angeles Inc).