Arecibo. Como si se tratara de un evento impostergable, todos los años, durante los meses de julio a enero, Edgardo González Martínez se traslada hasta la desembocadura del Río Grande de Arecibo para pescar el escurridizo cetí, una especie diminuta y cristalina muy popular en la industria gastronómica del mencionado municipio.

González Martínez, de 67 años, contó que practica el oficio de la pesca desde los 10 años, siendo uno de los más experimentados en la captura de la especie, lo que se consigue desde la orilla.

El cetí crece cerca de una pulgada, “no crece más de eso”, dijo González Martínez. La teoría de los pescadores de la zona es que el notorio pez es un escuálido que, cuando crece o es adulto, se le llama pez olivo y se encuentra río arriba.

“El olivo pone el huevito río arriba y las corrientes del río, cuando hay crecida por las lluvias, traen los huevitos a la mar y los cuartos menguantes de cada (fase de la) luna de junio a enero, ese pececito comienza a salir para tratar de nadar río arriba. Los que se logran criar, llegan río arriba. Digo los que se logran criar, porque tanto los humanos como los peces son locos comiéndolos. El que logra sobrevivir se convierte en pez olivo, de unas seis pulgadas (de largo), pero la gente lo prefiere pequeño, porque es bueno para comer así de chiquito. Se prepara guisado en arroz, empanadas, alcapurrias y otros platos”, dijo el hombre.

Y, ¿cómo es el proceso de captura?

Para pescar el cetí no se hace uso de lanchas o vehículos marítimos de motor, ya que la captura se hace a la orilla del río o a pocos pies de profundidad, preferiblemente en la desembocadura.

La estrategia más efectiva de este pescador es utilizar una manta hecha con tela para mosquitero, así el diminuto pez no puede escapar.

“En cualquier lado que usted se pare, se cogen. Utilizamos mantas de tela de mosquitero. Venimos tres personas, dos que aguantan la manta y uno el balde. El cetí nada en contra de la corriente y ahí es que se mete dentro de la manta. Ahí cogemos cientos de cetí que se van echando en una paila, que hace 75 libras. Nos los llevamos, verificamos que no tengan arena y no tengas pajas, para que estén lo más limpios posible, y los ponemos en bolsitas de cinco libras, más o menos”, enfatizó el pescador al mencionar que es necesario que los ríos estén crecidos luego de la lluvia para que la pesca sea exitosa.

En tiempos buenos de lluvia y con la crecida del río, González Martínez y sus compañeros han logrado llenar hasta 700 pailas en una temporada. Sin embargo, este año ha sido cuesta arriba.

“El mes pasado no dio na’ y este mes tampoco dio nada, y la gente lo busca como es”, recalcó el hombre que vende a $5 la libra del preciado pez.

Entre las recetas que se trabajan con la especie, el experimentado pescador mencionó que, “se hacen las torrejas, es como un bacalaíto, pero en vez de echarle bacalao le echan cetí. Los pasteles, las empanadas, alcapurrias, en arroz, en mofongo a todo se le hecha el cetí. De hecho, antes se hacía el Festival del Cetí en noviembre y todo lo que se traía era hecho con el pez”.