Los canes de la Policía son, desde hace mucho tiempo, un componente importante dentro de la Uniformada y otras agencias de ley y orden. Y, como suele ocurrir con cualquier mercancía que adquiere el gobierno o alguna de sus dependencias, esos canes también tienen que pasar por el papeleo y la burocracia del sistema para su adquisición, así como su eventual salida de servicio, una vez ya no puedan continuar realizando de manera efectiva las labores para los que fueron entrenados.

Ese proceso burocrático se lleva a cabo a través de la Administración de Servicios Generales (ASG), agencia encargada de las compras en el gobierno.

Sin embargo, estas inteligentes y leales criaturas están muy lejos de ser una mercancía cualquiera, de manera que, una vez salen del sistema, se les permite gozar de un retiro que, en la gran mayoría de los casos, termina siendo en la casa del mismo agente que le acompañaba en su trabajo para la Policía.

Y es que, después de pasar años compartiendo trabajo, vehículo y hogar, suele crearse un vínculo tan estrecho que, tal como describen dos agentes que hoy cuidan cada uno de un can retirado, “es como si fuera un hijo”.

Carlos Chaparro y Félix González, agentes de la División Canina del Negociado de la Policía de Puerto Rico, acogieron en sus hogares a Jarik y Charlie, canes K-9 retirados.
Carlos Chaparro y Félix González, agentes de la División Canina del Negociado de la Policía de Puerto Rico, acogieron en sus hogares a Jarik y Charlie, canes K-9 retirados. (Carlos Giusti/Staff)

“En el caso mío, este can (Jarik) era de otro compañero, que renunció a la Policía. Hizo acoplamiento. Lo pasamos. Y llevaba conmigo aproximadamente cuatro años trabajando”, afirmó el agente Carlos Chaparro Chaparro, mientras Jarik permanecía sentado a su lado.

Agregó que el animal era un perro “single” de armas de fuego, que “rastreaba, pero no mordía” y también era protagonista en charlas y actividades con niños.

En cambio, Charlie, una perra de avanzada edad que ya exhibe canas en su hocico, camina con dificultad, y prefirió permanecer echada sobre un costado, “era una can de armas de fuego, búsquedas de prófugos y ataque”, según indicó, por su parte, el agente Félix J. González.

Chaparro detalló que los perros vienen desde Indiana, donde reciben su entrenamiento básico, que se refuerza semanalmente aquí con adiestramientos, “para que el perro y uno como tal aprenda con ellos, porque uno tiene que conocerlos a ellos también. Ellos vienen ya con unas cosas, pero tú tienes que conocer cómo es que ellos trabajan, cómo ellos, cuando marcan, es un cambio corporal, sentarse, parados. Tú vas a aprender a leer a tu perro”.

González agregó que, una vez en Puerto Rico, de ordinario, el perro se le asigna al agente, y los instructores luego verifican “si ese can va con él”, durante las pruebas que realizan en las semanas posteriores.

“Porque puede ser que con él no trabaje bien y conmigo sí. Es lo que se le llama el acoplamiento. Si en esa semana el can trabajó bien con el agente, pues OK, se le va a asignar”, explicó.

Una vez se concreta la asignación del perro al oficial, “ese can prácticamente es nuestro compañero, está con nosotros 24/7, trabaja con nosotros y cuando salimos continúa con nosotros para nuestra casa. Está con nosotros todo el día”, agregó Chaparro.

Estos animales asisten a los agentes de la Policía en una diversidad de funciones, según la especialización de cada cual, ya sea para detectar drogas, explosivos y armas de fuego, para arrestos especiales, en la búsqueda de cadáveres, entre otras.

Y cada can tiene su récord de adiestramientos, certificaciones y otras exigencias, entre otras cosas para asegurar que se pueda validar su participación en un operativo cuando se cite ante un tribunal, pues, aunque “el perro no declara, pero se le busca su récord, cómo está ese can, en qué está especializado, durante las búsquedas semanales cómo está trabajando, si falla, si coge las drogas, las armas”.

Estos animales, según dicen sus dueños, llegan a sentir celos al ser retirados de sus labores policiacas.
Estos animales, según dicen sus dueños, llegan a sentir celos al ser retirados de sus labores policiacas. (Carlos Giusti/Staff)

Sin embargo, debido al corto tiempo de vida de los perros, el periodo de trabajo promedio se limita a unos 8 a 10 años.

Una vez el agente, los instructores, el veterinario, “se dan cuentan que el can ya está viejito, o le pasa algo, pues se informa”, se toma la determinación, y se hace el procedimiento para darle de baja, en el que la Policía le solicita esa baja a la ASG. Al aprobarse la solicitud, ya es un perro retirado. Llega a ser parte de la familia. Deja de ser Policía, para ser un perro”.

En ese punto, el can ya se desvincula por completo de la Policía, si bien queda su récord en la agencia. De ahí en adelante, toda responsabilidad con el perro queda en manos del agente y su familia con la que se va a vivir.

Transición más humanizada

Tomando en cuenta esa relación tan particular que se da entre el perro y el agente de la Policía, Karla Mercado Rivera, principal oficial de compras del gobierno y administradora de ASG, sostuvo que, una vez llegó a la agencia y supo que estaban a cargo de la adquisición de los canes, decidieron hacer ese proceso de retiro uno “menos burocrático y más humanizado”.

“Lo que ellos (los agentes) pagaban antes para podérselo llevar, que eran $25, lo bajamos a $1, porque la ley dice que tienen que pagar un precio nominal. Y tratando de que sea rapidito, que lo vea un veterinario, certifique que se lo pueden llevar para su casa, y se le hace una actividad pequeña, y los retiramos con los canes de la Policía. Que sea algo automático”, sostuvo Mercado.

“Que no sean como un objeto. Y tratar de identificar al agente, porque hay agentes que tienen unos perritos un tiempo antes, otros después, escucharon un agente que dijo que eran los últimos cuatro años, pero el otro no la reclamó porque ya estaba retirado. Pero que, si se da esa dinámica, siempre velando que el can termine en las manos correctas, con su entrenador, con su cuidador, que pasó con él los 10 años aproximadamente que llevan en la Policía de Puerto Rico”, agregó la administradora, mostrando una evidente empatía hacia canes y agentes.

Mercado indicó que recién “trajimos canes nuevos. También nosotros hacemos el trámite de comprar los canes en Estados Unidos. Ellos allá cuando llegan a la unidad de la Policía los reasignan. Y muchas veces son de los mismos que ya tenían los canes y lo que hacen es agrandar la familia”.

“De verdad es el trabajo más lindo que nosotros hacemos allí en ASG. Yo me lo disfruto un montón y me encanta ser parte de ello y verlos y conocerlos”, insistió.

Cada can cuesta de $10,000 a $11,000, ya con su entrenamiento y el servicio para asistir en el adiestramiento posterior, así como el pasaje aéreo. Además, tienen dos años de garantía, por si el can no logra acoplarse a ningún cuidador o agente para llevar a cabo su trabajo.

Periodo de ajustes para todos

Pero, volviendo al tema de la relación entre canes y agentes, y al momento en que un can policía se jubila para convertirse en un perro regular, debe saber que es un proceso que conlleva sus contratiempos.

A menudo, el retiro se da por condiciones de salud, como son los casos de Charlie y Jarik.

“En el caso de ella, (se retiró) por condiciones médicas. La mía (Charlie) ya tiene displasia, tiene artritis. Pero tú la sueltas y todavía busca (armas de fuego). Eso es increíble. Pero por su condición, que ya no puede caminar bien, que ya no puede hacer las cosas como lo hacía antes, se determina, por condición médica, por su salud, darle de baja”, comentó González, quien de camino a la entrevista cargó en brazos a Charlie para evitar que se desplazara por unos escalones.

Jarik, por su parte, también padece de displasia y artritis. “Es un perro más grande y lo sufre un poquito más por el peso de él. Pero si tú lo mandas a buscar, él todavía busca”, agregó Chaparro. “Pero en casa, ya puede estar tranquilo. Va a durar bastante en casa, porque no tiene que trabajar, no hay que brincar, no hay que hacer nada con él. Es dormir, usar el baño como digo yo, y comer, y subir todas las noches (al segundo piso)”.

Como explican los agentes, los canes no pierden sus costumbres de un día para otro. De hecho, al principio del retiro lo común es que quieran continuar trabajando, como hacían día a día. Y hasta “se ponen celosos” cuando llega a la casa el nuevo miembro de la unidad canina que les va a sustituir.

“A la vez que saco el otro can para montarlo en la patrulla e irme a trabajar, ella se queda llorando en casa. Como que dice: ‘¡Ah, se va él y yo me quedo aquí!’”, indicó González.

En el caso de Jarik, “él iba a la jaula del otro, a ladrarle, como diciéndole: ‘¿qué tú haces aquí?, esa es mi jaula’”.

“Se ponen celosos, se ponen protectores, como tratando de demostrar que ellos son los dueños”, agregó Chaparro.

González explicó que los canes aprenden a distinguir cuándo están trabajando o se pueden relajar en casa. Sostuvo que, una vez se montan en la patrulla, “pues ya ella (Charlie) sabe que uno viene a trabajar. Y puede estar tranquilo en la patrulla, tú tocas los biombos y ese perro se despierta dentro de la patrulla y está pendiente a qué uno va a hacer, qué no va a hacer. Y así mismo, según llegas a tu casa, él se baja de la patrulla, ve que es su casa, ve que es su jaula, que está la familia de uno, y el perro automáticamente como que se desconecta. Como nosotros, que llegamos a casa, nos quitamos el uniforme, y nos desconectamos del trabajo. Ellos son, prácticamente, iguales”.

Y de la misma manera, como cualquier oficial, también pueden tener una mala noche, amanecer con alguna dolencia, “puede ser que durante la noche lo haya picado una hormiga y se sienta mal, o que tenga diarreas, tenga vómitos, como un ser humano. En ese momento, tenemos un veterinario asignado. Se pide permiso y se le lleva al veterinario y se le da la atención necesaria”.

En otras palabras, actúan con rutinas y comportamientos en cierta forma similares a los de una persona que va a diario a trabajar, y que al retirarse tiene que pasar por un periodo de ajuste.

En el caso de la gran mayoría de los canes de la Policía, esa adaptación ocurre de la mano de sus compañeros agentes, cuya labor se extiende más allá de lo habitual para poder cuidarlos y darles cariño en esa etapa final de su vida.

“Para estar aquí, tiene que gustarte los animales, porque estás con él todo el día. Esto es una responsabilidad. Esto no es: ‘ah, estoy en la División Canina’. No. Esto es una responsabilidad tremenda. Porque esto es otro hijo más para la familia. Es un miembro más de la familia de nosotros. Yo lo considero así. Y el compañero es igual”, afirmó Chaparro, agregando que esa relación se extiende a los sacrificios y consideraciones que deben hacer para cosas tan corrientes como irse a otro lugar de la isla por unos días o tomar vacaciones, pues hay que asegurarse que el can quede bien cuidado.

Los agentes no quisieron terminar la entrevista sin aprovechar la oportunidad para exhortar a la ciudadanía a “cuidar a los animales. Los que tienen perros, gatos en sus casas, o cualquier tipo de animal, que los cuiden, que los lleven por el camino que es, con sus cuidados al día, mantenerlos. Y darles también amor. No necesariamente es darle comida, agua y todo, ellos también necesitan cariño. Que se sientan queridos”.