CIUDAD DE México – México lindo...El esplendor de Ciudad de México enamoró a Edna Margarita Rodríguez Torres cuando llegó en 1999. Y ella se encargó de hechizarnos con la misma belleza arquitectónica, cultural e histórica que la conquistó.

El fotoperiodista José “Pipo” Reyes y yo viajamos alrededor de siete horas hasta el aeropuerto internacional Benito Juárez, con una fugaz escala en el aeropuerto Tocumen de Panamá.

Sin perder tiempo, Edna nos buscó al hotel con su hijo mayor, Jorge, de cinco años, y fuimos a cenar con ella y su esposo, Jorge Castro. Les pregunté cuál de las seis salsas era la menos picante, y ella me mostró una color verde. La probé y por poco necesito un extintor.

Edna se aseguró de que en los casi cuatro días que estaríamos en la ciudad, viéramos lo más posible de ésta. Primero nos llevó a las impresionantes pirámides de Teotihuacán, y subimos con ella la más alta de las dos, la pirámide del Sol. Nos tomó una hora subir y bajar los 249 estrechos y empinados escalones, tomando descansos entre nivel y nivel, mientras Pipo le tomaba fotos.

En el segundo de los cuatro descansos de la pirámide, los tres tuvimos que detenernos para recuperar el aliento. Cualquiera diría que acabábamos de correr una carrera. Ahí sentimos los 7,344 pies sobre el nivel del mar y la contaminación de una de las ciudades más pobladas en el mundo con sobre 20 millones de habitantes.

Sin explicación alguna, una vez en el tope, llegamos como si nada. Edna nos explicó que la creencia

Continúa en la siguiente página

Viene de la página anterior

es que se debe ir con ropa color blanca para absorber la energía positiva de la gran pirámide, que mide 65 metros de altura. Allí, Edna me hizo prometerle y requeteprometerle que no publicaría su edad...

La salinense nos demostró sus dotes para regatear y conseguir artículos más baratos. Decenas de vendedores ambulantes ofrecían cosas “casi gratis, casi regalado”. Le ofrecieron un collar hecho con obsidiana (piedra volcánica) por 250 pesos ($25), y lo consiguió por 100 pesos ($10).

Por la tarde nos llevó a la Basílica de Nuestra Señora de la Guadalupe, donde observamos a varias mujeres peregrinando de rodillas, cargando sus bebés hacia el altar, donde está la hermosa imagen de la Virgen de Guadalupe. La antigua basílica está hundiéndose y tiene estantes de metal por todas partes, sujetando sus paredes.

Al día siguiente nos llevó en el “Turibus” por el centro de la capital mexicana. Vimos otras estructuras, como el Palacio de Bellas Artes -que pesa 84 mil toneladas- y la Catedral Metropolitana, que también están hundiéndose por la naturaleza de la ciudad, fundada en 1325 por los aztecas sobre el lago de Texcoco, cuando vieron un águila devorando una serpiente sobre un nopal.

A la “Zona Rosa” se llega por Chapultepec o por Insurgentes. La misma fue fundada en 1967 y se distinguía por su bohemia. Hoy día es un área comercial importante.

La estatua más famosa de México es el Monumento a la Independencia, de 32 metros de altura y un ángel en su tope. La misma se empezó a construir en 1902 y se inauguró en 1910 en medio del Paseo de la Reforma, que data del 1865.

Una gigantesca bandera mexicana ondea en el centro de la Plaza de la Constitución, mejor conocida como Zócalo. La rodean edificios de gobierno, el Palacio Nacional y la Catedral Metropolitana, que tiene 14 capillas forradas en oro y mide 71.5 metros de alto.

A su lado, albañiles, zapateros, plomeros, electricistas y sirvientas promocionan sus servicios. Algunos van, los buscan y los llevan a sus casas para hacer el trabajo.

En medio de la gira turística, nos topamos con la manifesta-

Continúa en la siguiente página

Viene de la página anterior

ción de “Los 400 pueblos”, que llevan cinco años protestando desnudos y pacíficamente frente al monumento de Cuauhtémoc en la avenida Reforma. Los campesinos acusan a un senador de despojar 2,000 hectáreas de terreno a 14 pueblos.

En nuestro último día como sus visitantes, Edna nos llevó al hermoso y pintoresco Xochimilco, al sur de la ciudad. Después de estar perdidos por media hora, finalmente llegamos al embarcadero Nuevo Nativitas de Xochimilco, que significa “Lugar de la sementera florida” y algunos le llaman la “Venecia mexicana”.

Los largos botes, llamados trajineras, son de colores vistosos y en su mayoría llevan nombres femeninos. Se navega por los canales, mientras un remero con un palo largo guía la embarcación, que tiene una mesa larga en el centro con decenas de sillas a cada lado.

Otras trajineras con mariachis se acercan para ofrecer serenatas. Otros venden comida, refrescos, artesanías y plata.

Cuando llegamos a la zona, estaban celebrando el Festival de Niñopa, una tradición religiosa que ha perdurado por más de 400 años. Residentes del área nos explicaron que el “Niño del lugar” recorre los hogares de todos los barrios de Xochimilco donde es venerado con alegría y fervor. Una familia se queda con él y tiene que abrir sus puertas para que todo el que quiera verlo, pueda hacerlo. A la figura del niño se le atribuyen milagros y le regalan flores, comida y juguetes.

Por todas partes, había “calacas” (calaveras) por la celebración del Día de los Muertos, el 2 de noviembre. Edna nos enseñó fotos de la celebración de ese día, cuando les llevan comida y flores de cempasúchitl, de color amarillas, distintivas de esta celebración, que se dan solamente para esta época.

Nuestra “guía” nos llevó por todas partes. Pero más importante, nos transmitió su amor por su tierra adoptada, con el calor boricua que sólo los puertorriqueños sabemos dar.