En décadas pasadas, los veteranos eran trasladados a los escenarios de guerra de forma, muchas veces, involuntaria, y con el pesar de sus familiares. Sin embargo, ese panorama actualmente ha cambiado con una nueva cepa de soldados  que entran a la milicia por voluntad propia,  y con el interés de buscar  “un mejor porvenir”.

Éste es el caso del especialista boricua Johnny Sabino, quien  está destacado en Afganistán junto con otros 159  puertorriqueños que pertenecen a la unidad 475 de Ingeniería de Combate de la Reserva del Ejército en Puerto Rico.
Pero, ¿qué puede motivar a un joven de 28 años, con dos hijas pequeñas y con una carrera prometedora como ebanista, a enlistarse?

“Mis dos pasiones son el Army y la madera. Siempre he dicho que quiero ser un viejito veterano y de ésos que cargan con sus cositas militares todo el tiempo... me apasiona el Ejército”, dijo el soldado por medio de   Skype durante un encuentro vía satélite con la prensa, como parte de la celebración del Día del Veterano, el cual se celebra oficialmente mañana, para honrar a los  hombres y  a las mujeres que han servido en  las Fuerzas Armadas.

  Pero más que una ilusión, Sabino vio en el Ejército una forma de desarrollarse profesional y personalmente, aun cuando en el proceso se exponga a sacrificios, como alejarse de su familia o arriesgar su vida en un conflicto que muchos desean que termine.

“Hay muchas personas que quieren que los soldados viren y uno recoja las cosas y se vaya. Pero si recogemos, no terminamos la misión... tenemos que dejarles una mejor calidad de vida a estas personas”, dijo en referencia  al trabajo que unidades como la de él realizan en  labores de infraestructura.

Sabino también opinó obre las nuevas políticas que establecen prohibir preguntarles a los soldados de nuevo ingreso si son homosexuales o no.

“Sobre el Don't Ask Don't Tell  pienso que no importa si eres hombre o mujer; cuando tenemos el uniforme, todos somos soldados y representamos al US Army... eso no es lo importante”, expresó.

Aunque se siente orgulloso de su desempeño y admite que ha  aprendido a desarrollar “paciencia”  y disciplina,  le da nostalgia al estar lejos  de sus hijas y de su esposa.

De hecho, durante la entrevista, Sabino tuvo la oportunidad de hablar con una de sus niñas, Johenis, de ocho años,   y con su esposa Lourdes Pedraza.

Fue poco el diálogo, pues las emociones se apoderaron de la familia, pero unos cuantos “papi, te amo”  y las lágrimas de una niña que extraña mucho a su progenitor fueron suficientes para conocer el sacrificio de Sabino. “Mamita, no llores, pronto estaré con ustedes”, dijo a su pequeña.