Entre el ajoro diario de la diminuta calle principal del casco urbano de Naranjito entre las décadas de 1980 y 1990, había que hacer una pausa entre lo que fueron las tiendas “Caravana” y “Disco Centro”.

Allí estaba ella, Martina Fuentes Cosme, mejor conocida como Marta, quien se sentaba todos los días en la entrada del callejón con un pote a pedirle un menudo a todo el que pasaba.

“Dame un vellón, dame una pesetita”, se le escuchaba decir. Sin embargo, muchas veces si aquel al que ella le pedía no le daba su menudito, se llevaba su agüita con palabras malas.

“Dame chavooooo, hijo e…., ca#$%...” gritaba.

Pero ella no lo hacía por gusto, sino que padecía de sus facultades mentales, lo que llevó a que en el pueblo se le conociera con el apodo incorrecto de “Marta la loca”.

Y así pasaron los días, los años y Marta, quien se pasaba mayormente en una bata larga, se adueñó de aquella esquina donde se acomodaba luego de caminar un largo tramo desde su casa en el barrio Cedro Abajo. De la misma manera regresaba en las tardes, pero muchas veces con un fardo de arroz en la cabeza para sus hijos.

Pero no solo sus gritos, que asustaban a quienes no la conocían, forman parte de las anécdotas de Marta. También de vez en cuando entraba a alguna cafetería y le metía la mano en el plato a cualquiera para quitarle lo que estaba comiendo. Hacía lo mismo con los refrescos y los paquetes de papitas. Si te descuidabas, los agarraba y seguía andando.

Sin embargo, esto en vez de causar molestia entre los naranjiteños, quienes la mayoría de las veces le pagaban la comida, causó que le tomaran un gran cariño.  

Tanto así que la semana pasada su cara quedó plasmada en un mural, justamente en el callejón donde ella se sentó a diario, por muchos años.

Tras darse a conocer el arte, la imagen corrió como pólvora en las redes sociales entre los naranjteños, quienes la recordaban con emotivas palabras.

Para el artista Waldemar Andino, también oriundo de este municipio, hacer este mural fue un privilegio, pues aportó con su talento a la historia del pueblo.

“Para mí fue un honor, y más que un honor, fue una emoción gigante porque la reacción de la gente al verlo fue una emoción que para mí es más que el mural. La gente va caminando y dicen: ‘¡mira, Marta!’”, relató el artista plástico de 32 años.

Andino supo de primera mano cómo ponerle sentimiento a ese mural, ya que fue uno de los niños que creció viendo a Marta.

“Yo viví ese momento en el que Marta se sentaba en esa equinita y te pedía dinero pa’ comer, y te hablaba malo y, mi madre, que era maestra de Head Star, me decía: ‘Waldy, tienes que respetarla’”, relató.

Una de las cosas que más le impactó al joven fue ver al hijo de Marta, con lágrimas, mirando la pared que exhibe el retrato de su madre.

“Él llegó allí cuando yo casi lo estaba terminando y estaba llorando. Fue algo bien bonito porque la gente la recuerda”, dijo.

Pero el hijo de Marta no llegó allí por casualidad. Su hermana Sol Rosado, quien es la mayor de nueve hermanos, lo llamó desde Rhode Island una vez se enteró que su madre decoraría ese arte en el callejón.

“Cuando yo vi eso, llamé a mi hermano mayor (de los varones) y le dije: ‘por favor, ve donde ese muchacho, vete y dale la mano y dile que estamos agradecidos y que es bien especial para nosotros”, relató llorando Sol.

“Para mí es especial, estoy loca de viajar para verlo. Es como recordar, tú sabes, que ahí mismo se sentaba, eso ha sido algo grande. Todos los días lloro, que Dios me ayude a ver eso. A veces la situación económica no lo permite, pero espero poder ir pronto a verlo, es algo bien especial”, contó emocionada.

“Es poder abrazarla, aunque no esté”, compartió Sol, quien también agradeció al alcalde de Naranjito, Orlando Ortiz, por la iniciativa.

De su madre, de quien la separaron cuando tenía ocho años -dada la condición de salud mental de Marta-, Sol solo tiene elogios.

“Aun en su enfermedad nunca dejó de amarnos. Nos cantaba, nos daba cariño… se volvía loca cuando nos veía, nunca nos abandonó y se volvía loca cuando me veía por el pueblo con todos mis hijos”, contó la mujer de 53 años sin poder contener el llanto.

“Mi mamá debe estar gozando de eso”, terminó diciendo Sol sobre el cariño que le tenía Naranjito a Marta.

La presencia de Marta se comenzó a echar de menos a finales de los años 90 en la calle de Naranjito cuando por órdenes del Departamento de la Familia tuvo que ser ingresada a una institución psiquiátrica donde murió a los 50 y tantos años por razones que son reclamadas por sus hijos.