— Tú serías bonita, si no fueras negrita.

Cuando a Gloriann Sacha Antonetty Lebrón le dijeron esa frase estaba en tercer grado. Nunca lo olvidará. Fue la primera vez que supo que era una niña negra.

Su color de piel nunca había sido un problema en su entorno familiar, en Carolina y Santurce, allá en los 80. Recuerda que siempre que se miraba en el espejo veía belleza y que sus padres le inculcaban que, a donde fuera, llegara con la frente en alto porque el País también le pertenecía. Siempre se lo creyó, hasta ese momento. Así que corrió a su casa y, con valentía, lo contó.

— Vete al baño y mírate en el espejo, le dijo rápido su padre. ¿Qué tú ves? Tú sabes que eres una niña muy bonita, muy inteligente y eres capaz de todo.

Antonetty Lebrón no se imaginaba que ese sería el comienzo de una lucha incansable. Que le hablarían inglés en su propio país porque piensan que es extranjera. Que la fueran a vigilar constantemente cuando entrara a una tienda. Que se fueran a asustar cuando llegara a un callejón a buscar su carro. O que la hicieran sentir que no pertenecía. No le bastaría recorrer la vida como mujer, sino que lo haría como una mujer negra.

Según la epidemióloga Idania Rodríguez Ayuso, en una radiografía encomendada por Revista Étnica, solo el 12% de las mujeres, 201,678, se identificaron como negras en la Encuesta sobre la Comunidad del Censo en 2018.

“La gente no se quiere identificar como negra porque ser negro significa no pertenecer, no poder tener derecho a navegarte por la vida como cualquier otra persona”, apuntó Antonetty Lebrón.

Además, el 46.5% de las mujeres negras en Puerto Rico viven bajo el nivel de pobreza con una mediana de ingresos de $16,486 anuales. A esto se le suma que el 60.3% están fuera de la fuerza laboral.

“Sabemos que cuando muchas de las mujeres negras van a buscar trabajo, lo primero que piensan, porque hay un montón de estereotipos y prejuicios, es que ellas no son inteligentes, que no se ven presentable, cómo tiene el pelo. Pueden tener la preparación, los estudios y todas las capacidades para tener trabajo, pero están fuera de la fuerza laboral”, lamentó la escritora y periodista.

A pesar de los datos encontrados por Rodríguez Ayuso, uno de los problemas en Puerto Rico es la falta de estadísticas por raza, lo que impide ver las disparidades y fomenta la invisibilización. Por ejemplo, el último Perfil de la Población Confinada, en 2019, no contiene información sobre la raza de las personas en las cárceles.

Pero esto no es algo nuevo para Kimberly Figueroa Calderón, representante de Puerto Rico en la Red de Mujeres Afrolatinoamericanas, Afrocaribeñas y de la Diáspora, sino que viene desde la colonización española y cómo las personas blancas fueron quienes escribieron la historia, las leyes y establecieron la cultura.

“Las personas visiblemente negras tenían su comunidad, su vida, eran reyes, eran reinas, pero en la escuela nos enseñan que eran esclavizados nada más, que eran personas encadenadas. No tenemos esa historia que ha sido negada, no perdida. Una historia negada a través de la escuela. Y esa es la historia que seguimos repitiendo y nuestros niños siguen aprendiendo, sabiendo que está errónea”, resaltó.

En su búsqueda por conocer su pasado, Antonetty Lebrón ha encontrado a dos tatarabuelas, Ermenegilda y Catalina, en el registro de esclavos junto a otras 70 personas que les pertenecían a dos hermanos, de apellido Antonetty, que llegaron de Córcega y se establecieron en Salinas.

“Sobre el sudor, la sangre el mollero y los cuerpos de las mujeres negras se construyó este País en un sistema de esclavitud. Fueron forzadas al trabajo, a tener hijos para producir mano de obra, se les separó de sus familias, se les marginó y todavía estamos nosotras, generaciones más adelante, luchando por esas mismas condiciones. Nosotras hemos tenido que rescatar nuestra historia”, aseveró.

Para Antonetty Lebrón, esta invisibilización en la historia de Puerto Rico ha perpetuado la representación de las personas negras con “características inferiores, feos, brutos, se sigan viendo encadenados y cabizbajos”.

Mientras, Figueroa Calderón resalta que esas connotaciones negativas se extienden a cómo se representan a los afropuertorriqueños en los medios con interpretaciones, supuestamente cómicas, “que lo que hace es ridiculizar a la gente que es visiblemente negra aquí en Puerto Rico”.

“¿Cuánta gente negra puertorriqueña hay en Hollywood? Se crean nociones falsas. Los papeles que tenemos los puertorriqueños en Hollywood son de títeres, los que llevan el punto, los que están en la cárcel”, ejemplificó.

Estas representaciones, a su entender, perpetúan la percepción negativa que tiene la sociedad sobre ellas, en especial, las fuerzas de autoridad.

“¿Cómo se ve la gente en la cárcel? El sistema de justicia aquí criminaliza un montón a la gente visiblemente negra. Y no estoy villanizando a nadie porque hay gente blanca muy buena, pero tenemos que estar conscientes de las dinámicas de poder y cómo se dan”, mencionó la mujer, quien posee un certificado en Estudios Afrolatinoamericanos del Centro Hutchins de la Universidad de Harvard.

Todo esto, añadió, les dificulta, entre otras cosas, las oportunidades de movilidad social y quedan atrapadas en círculos empobrecidos.

“¿Cómo se ve la gente que se gradúa del Recinto de Ciencias Médicas? ¿Cuánta gente negra ves ahí? ¿Cuánta gente negra ves graduándose de abogacía o de ingeniería? Y no es porque no sean inteligentes, es porque no están las oportunidades”, aseguró.

Sin embargo, ambas expertas resaltaron que en la historia boricua han existido mujeres negras que han luchado por erradicar el racismo y reivindicar los derechos de las mujeres como: Ángela María Dávila, Rafaela Santos, Ruth Fernández, Julia de Burgos, Mayra Santos Febres, Ana Irma Rivera Lassén, Afrika Clivillés, Yvonne Denis Rosario y Mariluz Franco Ortiz, entre otras.

Y entre las luchas antirracistas que han podido conquistar se encuentra la integración y visibilización de las experiencias de las mujeres negras dentro del movimiento feminista.

“Cuando una como mujer negra dice: ‘Te está faltando esta perspectiva’, especialmente en espacios que son considerados como de justicia social, a quién se le hace la denuncia y es probablemente más clara de piel, lo siente como una ofensa porque dice: ‘Cómo va a ser, si yo siento igual que tú. Todas somos iguales’. Y no somos iguales. Siempre se da esa trivialización de que todos somos negros o todos somos boricuas”, sostiene Figueroa Calderón.

“Todavía falta, falta mucho por hacer. Hay que reconocer cómo estas luchas feministas son de todas las mujeres o personas que se reconocen y navegan esta vida como mujeres”, añade Antonetty Lebrón.

Sin embargo, entre las batallas que aún faltan por alcanzar se encuentra, a opinión de las expertas, una reforma educativa para que se destaque la herencia negra.

Es por esto que Figueroa Calderón ha decidido trabajar de lleno con el Colectivo Ilé, una organización de unas 18 féminas que educan y problematizan el racismo existente en Puerto Rico, al tiempo que conectan con otras a través de talleres y espacios colectivos que brindan herramientas para una identificación propia como mujeres, negras y lideresas.

Además, se han enfocado en la vivienda digna y cómo se ve la vida desde los residenciales públicos. Otro de los proyectos recientes es AfroJuventudes, donde unos 50 jóvenes se reúnen todos los sábados y problematizan los asuntos de la raza y género, pero desde el “artivismo” (arte y activismo).

También, han distribuido la guía antirracista “Arrancando Mitos de Raíz” a docentes de primer a tercer grado, así como ofrecer talleres a maestros de Estudios Sociales del Departamento de Educación.

Antonetty Lebrón, por su parte, fundó la Revista Étnica que visibiliza y les da su “justo lugar” a las personas negras del archipiélago borincano. La idea comenzó a rondar en su cabeza cuando tenía 13 años y, parada frente a las estanterías, no se veía reflejada en las revistas existentes. Hace dos años, lanzó la primera edición. Al día de hoy, han logrado, entre otras cosas, reseñar a más de 170 personas y colectivos que están constantemente aportando a nuestra sociedad desde distintos sectores.

“Ha sido bien complicado porque todavía la publicidad en este País no reconoce la comunidad negra como una que aporta, que le interesa comprar, que necesitamos nuestros productos para el cabello. Hay muy pocos productos ahora mismo que se han lanzado y han apostado a Revista Étnica como una de sus plataformas. Te los puedo contar con los dedos de las manos, de una mano”, confiesa.

Sin embargo, aunque sus luchas diarias como mujer y como persona negra resultan en “mucho cansancio”, siente la “gran responsabilidad de hacerlo”.

“Lo más cansón de todo es navegar el País como una mujer negra. Es ese intento de no hacernos pertenecer que es tan constante que yo quisiera que mis hijos, de cinco y dos años, no tengan que pasar por eso. No tengan que pensarse que son menos. Ni disculparse constantemente”, mencionó.