Los niños que son testigos o han experimentado o viven inmersos en patrones de violencia doméstica en sus hogares, no se pueden dejar a su suerte.

Y es que la violencia tiene muchas secuelas que, si no se tratan, pueden provocar secuelas a mediano y largo plazo, aparte de que puede confundirlos y hacerles creer de que se trata de un patrón de comportamiento que está permitido.

A la luz del caso de Zuania Toledo Couvertier, imputada de asesinar a su pareja consensual, con quien tenía un patrón de maltrato de varios años, y quien tiene tres menores de edad, Primera Hora consultó sobre cómo le afectan este tipo de cosas a los niños en general.

Relacionadas

El sicólogo clínico de niños y adolescentes Enrique Gelpí Merheb, alertó que cualquier acto de violencia que los niños experimenten va a tener efecto negativo directo en ellos.

“Va a depender de las edades, pero  definitivamente está documentado desde hace mucho tiempo que cuando los niños viven en ambiente familiar disfuncional y en patrones de violencia doméstica se considera como eso va a tener efecto negativo directo”, afirmó.

Un infante de entre seis y nueve meses, a lo mejor no entiende lo que está pasando. Pero al escuchar gritos, golpes, ver que se tiran y se rompen cosas, pueden sentir mucha inseguridad.

Lo más posible es que en medio de esas dinámicas se afecte el trato que se les da a los menores, desde el tiempo de juego con ellos, hasta la expresión de afecto, que se limita. También se afecta la alimentación y el cuidado, y puede haber negligencia.

“Eso más adelante lleva a dificultades en situaciones de apego y a largo plazo puede crear problemas de baja autoestima y predisponer a que tenga problemas de comportamiento y ansiedad”, explicó.

A la edad de tres a cinco años los niños se dan cuenta más claramente de lo que sucede a nivel general “y si viven en ese ambiente vamos a tener cosas como mucha inseguridad también y mucha frustración, miedo constante, posiblemente problemas de depresión, problemas para dormir, y mucha ansiedad ante la separación de papá o mamá, de que no lo vuelvan a ver”, explicó el especialista en conducta.

Incluso algunos de los niños, si ven situaciones bien intensas, pueden desarrollar desorden de estrés post traumático.

“Aunque lo que expresen sea inseguridad y frustración estos niños deben recibir tratamiento sicológico aunque sea un nene pequeño y los síntomas no parezcan tan agudos, porque quizás estamos ante un niño que no sabe expresarse bien y se expone a un riesgo emocional bien fuerte. Con el tiempo puede tener efectos negativos en el comportamiento y funcionamiento”, manifestó Gelpí Merheb.

Según el sicólogo, un niño que no recibe ayuda sicológica más adelante “podemos estar ante una persona que no se expresa para no molestar a los demás, porque no quiere incomodar y eso crea unos sentimientos de culpa bien fuertes y reprimen las emociones. Luego más tarde vemos como eso sigue creciendo exponencialmente”.

Por eso, además de ayuda profesional, la recomendación que da a los familiares que están tratando de ayudar a menores en este escenario, es darles mucho amor y cariño y darles sentido de seguridad, evitando improvisar en sus acciones diarias, evitando sorpresas de último minuto que les pueda dar más ansiedad y entrar en una nueva rutina lo más pronto posible, porque ya ellos saben lo que pueden esperar y eso los ayuda.

“Y nada de cogerles pena. No hay que sobreprotegerlos tampoco, yo recomiendo tener cierta neutralidad, sabiendo que necesitan mucho amor y comunicación pero no estar preguntándoles todo el tiempo ‘¿cómo te sientes? ¿qué te pasó? dime, háblame’, porque eso en algún momento va a pasar,  van a hablar si están en tratamiento. Lo importante es darles la confianza de que puedan hablar pero no es hacerlo todos los días. Se debe respetar el espacio y el silencio de ellos que es su modo de trabajar con lo que vivieron y empezar a sanar”, aseguró.