Juncos. “Me siento muy privilegiada”.

Así describe Emérida Pagán Morales, de 72 años, cómo se siente acompañada en su etapa como adulto mayor.

La mujer, quien es una maestra retirada, perdió su independencia al enfrentar de la noche a la mañana un cambio drástico en su vida a causa del decaimiento de su condición de salud, la enfermedad de Parkinson.

La emergencia le causó que en julio del pasado año tuviese que ser sometida a una operación en la que se le colocó un sensor en el cerebro y una especie de batería en su pecho para tratar de controlar el temblor que le causa esta dolencia.

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La segunda parte de la operación se la realizaron en marzo. A este tratamiento se le conoce como Deep Brain Stimulation (DBS).

Emérida Rolón dejó de trabajar para cuidar a su mamá, Emérida Pagán, paciente de Parkinson.
Emérida Rolón dejó de trabajar para cuidar a su mamá, Emérida Pagán, paciente de Parkinson. (Carlos Giusti/Staff)

La situación llevó a su hija, Emérida Rolón Pagán, de 51, a acogerse a una licencia sin sueldo y llevar a su madre a su residencia en Juncos para estar a su cuidado. Esa licencia venció en septiembre pasado y doña Emérida no había progresado. Fue entonces que su hija decidió renunciar a su puesto de ayudante del director de Servicios Generales en el Centro Comprensivo de Cáncer de Puerto Rico.

Decidí renunciar a mi trabajo, porque ella no mejoraba. No puede estar sola, porque no puede cocinar, no puede utilizar un microondas nunca más por los DBS que tiene puesto. Pues, eso me obligó a quedarme con ella ‘full time’, porque necesita la ayuda. Aunque sus hermanas le ayudan, sus vecinos en su casa en San Lorenzo son muy buenos y están muy pendientes, pero no les voy a dar la responsabilidad a sus hermanas ni a los vecinos. Así que entendía que era mi responsabilidad cuidarla y estar al pendiente de ella”, relató Rolón Pagán.

La decisión no le fue fácil. Comentó que Dios le dio un milagro de poder tener a su única hija a los 40 años y tenía las necesidades económicas propias de una familia.

“Tomamos la decisión, hicimos ajustes, como hace todo el mundo, para poderme quedar en la casa y atenderla todo el tiempo, como ella necesitaba”, sostuvo.

Gracias a Dios, pues, lo hemos logrado. Aquí seguimos, no nos falta nada. Ella está muy bien cuidada”, aseguró.

En esta tarea del cuidado de Emérida, Rolón Pagán es ayudada los fines de semana por su hermano Orlando para que ella pueda estar presente en todas las actividades deportivas que hace su hija. También le dan la oportunidad a la mujer de estar en el hogar en el que por años vivió, en San Lorenzo.

La misión de esta familia es darle “calidad de tiempo” a su madre.

Yo no estoy haciendo nada que ella no ha hecho por mí ni haría por mí”, aseguró Rolón Pagán.

La mujer no ha tomado cursos para convertirse en la cuidadora principal de su madre, por falta de tiempo. Dijo que se deja llevar por las experiencias de la vida y busca mucha información para llevarla a expertos a tomar terapias o a que la evalúen.

La hija asegura que la clave ha sido estar organizada y anticiparse a las citas médicas y situaciones que puedan surgir.
La hija asegura que la clave ha sido estar organizada y anticiparse a las citas médicas y situaciones que puedan surgir. (Carlos Giusti/Staff)

Señaló que la clave de su éxito es que el día antes se organiza. Piensa qué hará de comida y se programa según todas las citas médicas que estén calendarizadas.

“Los días tienen retos diferentes. Hay días que, pues, ella está más difícil. Hay días que ella está más cómoda, con menos dolor, puede estar más ratito quieta, no me llama tantas veces y puedo hacer más cositas. Los días que está más intensa, pues, estamos más pendientes. Pero, sí, la clave es la organización”, contó.

Este ajuste no ha sido fácil para esta familia. Por un lado, a la hija le duele ver cómo su madre ha perdido su independencia.

“Para mí es cuesta arriba verla como la veo ahora, que depende de mí o del que esté cuidándola para todo, para levantarse, para acostarse, para llevarla a sus citas médicas, para todo. Entonces, es un poquito retante, un poquito difícil. Tengo días de más calma, tengo días de desespero, porque a veces siento frustración. A veces le hablo un poquito fuerte, porque le digo: ‘No, tienes que cooperar. Tenemos que pararte de ahí, porque no te puedes encamar. La obligo, prácticamente, a caminar, porque le duele mucho el cuerpo. Porque, al estar todo el día temblando, la agota, le duele su cuerpo. Pero, aún con dificultad, pues, logro que me dé unos pasitos y camine”, relató Rolón Pagán sobre las vicisitudes que enfrenta.

“Yo sé que es fuerte”

Si para la hija no ha sido fácil, para doña Emérida ha significado más dificultades.

“Muchas veces, pues, me frustro también, porque yo sé que es fuerte. Es difícil la carga que ella lleva a diario de su nena, de su esposo, de la casa, de mí. Pero, ¿qué puedo hacer? Loca por estar bien para volver a mi vida normal, porque he sido una mujer fuerte toda la vida, trabajadora. He sido maestra por 30 años, y verme ahora en estas condiciones sin poder hacer nada… me frustra verla ella haciendo todo, y que yo no le pueda ayudar. Al igual que voy a mi casa, mi hijo cocinándome, limpiando la casa, haciendo las cosas, pues, eso también me frustra, tú sabes. Aunque son mis hijos y ellos dicen que es el deber de ellos, pero los hijos no son tuyos. Los hijos Dios te los dio, pero no con ese propósito de que te tengan que cuidar”, explicó.

No obstante, la mujer se siente privilegiada porque no se ha quedado sola, como les ha sucedido a unos 200,000 adultos mayores en la Isla, según se estima.

Dijo que sentir el cariño de sus hijos -y saber que cuenta con gente que la quiere para sobrellevar su envejecimiento y su enfermedad- le da ánimos para vivir. A la misma vez, le lleva a reconocer el sufrimiento que viven otros adultos mayores que tienen que enfrentar solos las dificultades de la vejez.

Dijo que sentir el cariño de sus hijos -y saber que cuenta con gente que la quiere para sobrellevar su envejecimiento y su enfermedad- le da ánimos para vivir.
Dijo que sentir el cariño de sus hijos -y saber que cuenta con gente que la quiere para sobrellevar su envejecimiento y su enfermedad- le da ánimos para vivir. (Carlos Giusti/Staff)

“No los dejen, que no es fácil. (Comienza a llorar). Yo que tengo todos los míos y me siento a veces sola, imagínate tú esos viejitos que están solitos, que tienen hijos, (pero) que no tienen ni una tacita de café, en una cama, solos, tirados. Esos hijos que tengan un poquito de compasión. Muchos dicen: ‘No se sabe si fueron malos o fueron buenos’. Pero, no vamos a pensar en ese en ese momento, si nos vamos a pensar en la necesidad que tienen en ese momento. Quizás en el tiempo que ellos los criaron, quizás no fueron las mejores personas. Pero, ellos quizás no pensaron que iban a caer en una cama y les iba a pasar eso. Así que yo les exhorto a esos hijos que, aunque sea un poquito de cariño le den, una tacita de café, que los vayan a ver, una llamadita, pero, que no los abandonen, que no es fácil. No es fácil estar en una cama, no es fácil estar en esta situación. Yo que soy una mujer fuerte y estoy rodeada de una familia buena, de mis hijos y de mis hermanos, a veces me siento sola. Imagínate esos viejitos que están que a veces en la tarde no se han tomado ni un poquito de café”, sentenció Emérida.